Padre Gael Moya — ¡Ya déjalo así! – mí madre me da un pequeño golpecito a la mano. —Asi está perfecta. Si la mueves otra vez, la arruinarás. La miro através del espejo con el entrecejo fruncido. Aún no puedo entender cómo consiguen usar estas corbatas así tan apretadas. Y no es que no la haya usado anteriormente, de hecho, la use cientos de veces, y siempre me resultaron incómodas, pero después de tanto tiempo usando el collarín, la sensación de ahogo que me provoca esta cosa es de muerte. Definitivamente no nací para este tipo de protocolos, lo mío siempre serán los jeans y la ropa deportiva, no sólo por la comodidad, si no por qué no me siento yo mismo vestido en este traje. —Este color te queda hermoso, mi vida – sus ojos de ilusión no me convencen para nada. — Creo que no me equivoq