Padre Gael Moya Son pasadas las seis de la tarde y estoy acostado en la cama de mí habitación meditando acerca de todo lo que pasó desde que llegué aquí. Aún me siento algo fuera de lugar y más después de todos los años que estuve lejos. Y aunque las paredes y los techos, los muebles y el jardín, incluso mí ropa, siga siendo igual a como cuando me fui, las personas aquí hemos cambiado y mucho. Elian y yo ya no somos esos niños inocentes que jugueteabamos por toda la casa, rompiendo todo a nuestro paso, enojando a mamá, haciendo reír a papá y dando más trabajo a las empleadas. Tampoco somos esos adolescentes extrovertidos y risueños que creíamos tener el mundo en nuestras manos, que nos sentíamos capaces de conseguir todo lo que nos proponíamos, que amabamos hacer deportes, que teniamos