Padre Gael Moya
Unos toques en la puerta me hacen reaccionar.
— Señor Gael, su madre pide que baje a cenar – se escucha una voz chillona del otro lado.
Me paso las manos por la cara para despabilarme y poder contestar sin perder la paciencia. Ya no la soporto solo por ser tan inoportuna.
— Dile que ya bajo – respondo sin ánimo y ni siquiera abrir la puerta. – Solo me ducho y bajo.
— Bueno, Señor – es todo lo que se escucha del otro lado y después todo es silencio.
Devuelvo la mirada al balcón y ya nadie se encuentra allí. Debieron irse cuando yo estaba atendiendo a esa empleada.
Suspiro frustrado sin entender muy bien por que.
En la ducha me siento sumamente extraño. Mí cuerpo está diferente y siento unas ganas enormes de tocarme como nunca antes se me había ocurrido, ni siquiera
