Padre Gael Moya
Preso de un impulso, voy acercándome hasta que mi nariz roza delicadamente la punta de su pezón, mientras ella continúa restregando mi entrepierna con la suya, una y otra vez, poniendo en sentencia final a mi autocontrol.
"Solo un poquito" – voy diciendo en pensamientos mientras trazo rutas invisibles por cada busto, aspirando su aroma a vainilla, deleitandome con cada centímetro de tersa piel que me ofrece, deseando poder succionar todo de ellos, lamerlos, mordisquearlos, aferrarme a ellos como un niño recién nacido se aferra a los pechos de su madre.
Muerdo mis labios con fuerza. Tengo hambre de ellos, un hambre más allá de lo palpable, es opresivo, es feroz, un hambre que me devora por dentro.
Mí respiración es dolorosa ahora. La necesito. La deseo. Tanto que mí cab
