CAPÍTULO QUINCE Encadenada, Catalina soñaba, y su sueño le sonaba. Aston estaba a sus pies y, en ella, la gente moría. Chillaban mientras unos hombres con túnicas color ocre avanzaban por las calles, matando y saqueando sin ninguna sensación de control o remordimiento. Masacraban a la gente y no había nada que nadie pudiera hacer. Ahora ella corría a través de las calles, escapando de los soldados que se acercaban. Catalina se giró y en su mano había una espada. Atacó con ella, sintiendo que se deslizaba en la carne con la misma facilidad que en el agua. Se giró y corrió de nuevo, hacia la sombra, siempre en movimiento. Ahora corría a través del bosque, pero de algún modo ese bosque se encontraba dentro de las paredes del hogar que siempre se le aparecía en sueños. En las paredes crecía