Los días pasaron y la desaparición de Luisa se añadió a la lista de personas que jamás volvería a ver. Después de la primera semana, sus citas volvieron con normalidad, algunos le llegaban a preguntar sobre qué pensaba del hecho de que Luisa haya desaparecido, él no sabía que responder a esa pregunta.
— Gracias por todo Doctor Murdock – sonrió con amabilidad la señora Miller.
— Es un placer, la espero en su siguiente cita señora Miller.
— Claro – lo miro – Doctor ¿Qué siente que su hermana ahora sea la única chica menor de 18 años en Castlebrook? Debe ser difícil, no me lo imagino.
— Lo sobrellevo señora Miller, ahora si me disculpa tengo otra consulta – se retiró volviendo a su oficina.
No quería pensar en ello, había mantenido su mente ocupada para no pensar en Luisa o en que su hermana es la única chica de 17 años ahora. Pero estaba claro que no evitaría esa realidad toda su vida.
Sacó su botella de whisky y se sirvió un trago, últimamente los malos hábitos que llegaba a prohibir, se volvieron parte de él.
Piensa en Marcus, un amigo que fue con él un tiempo. Recuerda que su hermana había muerto en el parto de su sobrino y que ambos murieron, tuvo que tomar terapia por un tiempo. Marcus le decía que el alcohol, el tabaco y un poco de polvo blanco hacían el dolor, la vida y todo lo que veía diariamente más llevadero. Se volvían sus mejores amigas. No te juzgan y te ayudan con tu dolor interno.
En su momento trató de ayudarlo, pero jamás pudo dejar nada y tampoco pudo superar el hecho de que se quedó solo en el pueblo, sin familia, así que tomó la vía fácil. Aún recuerda muy bien que poco antes de su sobredosis, Marcus le dijo que lo admiraba, él se quedó solo a muy temprana edad y seguía en el camino firme, tratando de ayudar a otros con sus problemas.
Si se concentra en él mismo, nunca hubiera llegado a donde está. Tal vez sería compañero de su hermana si no es que se hubiera suicidado. Primero su madre se corta el cuello frente a su hermana, su padre se consume en el alcohol, volcando su coche en el lago un día que estaba muy ebrio. Interna a su hermana en un manicomio.
Y él, se queda solo.
No tiene ni un perro que le ladre.
Guardo la botella de whisky, aún estaba trabajando y no podía estar ebrio. Aunque jamás llega a ese nivel, la única vez que se emborrachó tanto fue el día que los militares lo acorralaron en su casa.
Su paranoia de ser vigilado se esfumó, sigue viendo muchos militares, pero ya no le presta atención.
— Doctor Murdock.
— ¿Qué ocurre Beth?
— La señorita Conway volvió a posponer su cita.
— ¿Otra vez? – la miro – Es la tercera vez.
— Dijo que sería la última vez.
— Está bien – asintió – Gracias.
Ella le sonrió y se fue.
La tercera vez desde que Luisa desapareció. Extraño. Pero no quiere sacar conclusiones erróneas, al menos aun no.
No conoce del todo a Andrea así que no puede sospechar nada. Aunque ha de admitir, que estos últimos días ha estado pensando mucho en ella y no es ético de su parte pensar tanto en una paciente suya.
Termina el resto de su trago, se levanta y camina hacia su ventana. El cielo está nublado y hace algo de frío, pasa el vago pensamiento de llamar a su ex, Natalia, pero duda en si le responderá.
Necesita sacar toda la frustración, tristeza, enojo y cualquier mal sentimiento que retiene dentro suyo. No puede matar a alguien, su conciencia no se lo permite. Pero el sexo nadie se lo prohíbe.
Toma su chamarra, avisa que saldrá unas horas y se va del consultorio para ir a casa de Natalia.
Al llegar a casa de su ex, toca un par de veces la puerta y espera a que ella salga. Tiene casi dos meses que no se ven ni tienen contacto, así que espera que no le azote la puerta en la cara.
— Eres lo último que esperaba en mi día – dijo Natalia al abrir la puerta - ¿Qué quieres Dante?
— Hola Nat ¿Cómo estás? Yo estoy muy bien gracias por preguntar – sonrió divertido.
— Lo sarcástico no te va ¿Qué pasa Dante? – suspiro cruzándose de brazos.
— Te quería ver, te extraño.
— Y yo extraño cuando salían películas en el cine, pero no podemos tener todo lo que extrañamos.
— Nat por favor, dame una oportunidad – suspiro – Fui un idiota y Sara necesitaba de mi en ese tiempo.
Necesita manipular bien la mente de su chica para poder obtener lo que está buscando, lo que ansía. El sexo.
— Jamás te impedí estar con Sara y lo sabes, pero tú no querías otra mujer de la cual encargarte.
— Claro que no – se acercó – Sabes que eso no es cierto, me gustas aun Nat, dame otra oportunidad.
— ¿Qué me hará creer que esta vez no te irás? – levantó una ceja mirándolo.
— Porque eres la única con la que siempre regreso – le sonrió – Y porque eres más que mi mejor amiga.
Nat sonrió y se acercó a Dante para abrazarlo y dejarlo entrar a casa.
Y en efecto, Natalia y él habían sido amigos desde que eran niños, solo se llevan unos cuantos meses. De amigos se volvieron mejores amigos, pero fue hasta hace un par de años que comenzaron a ser “pareja” porque jamás estuvo claro que eran ellos dos.
Natalia siempre caía con Dante, no solo porque le gustaba de verdad sino porque Dante sabía que decir para que ella lo aceptara de nuevo. Aunque solo la estuviera utilizando para un fin. El sexo.
Después de una charla vaga entre ellos dos, hubo una gran descarga de emociones de parte de ambos, arreglándolo en un muy buen sexo.
Había pasado mucho tiempo desde que tuvo sexo y el masturbarse a media noche no ayudaba mucho que el estar con una mujer. Con Natalia el sexo era casi monotono, por eso la dejó la última vez, no había sabor picante en su relación y al ser el fin del mundo, no es que haya mujeres con las que tener sexo sin que esten loca. Natalia al menos es una loca que sabe controlar y manipular, pero no hay muchas opciones.
— ¿Hace cuanto que fumas? – dijo Nat volviendo a la cama con una cerveza.
— Desde que no estamos juntos – le sonrió – Supongo que tuve que reemplazarte con algo – los dos rieron – Además todo lo que ha pasado no ayuda mucho.
— Si, supe lo de Luisa, estaba en shock cuando lo supe. La vimos nacer, la vimos crecer y de pronto se esfuma como si nada – suspiro y le dio un gran trago a su cerveza – Jamás comprenderé en qué falla del tiempo vivimos.
— ¿Falla del tiempo? – pregunto divertido.
— Si, esto es una falla del tiempo. Alguien viajó al pasado y rompió algo que no debía y nos cagó el futuro – los dos rieron.
— Tal vez tiene razón – sonrió mirándola - ¿Qué piensas del tiempo Nat?
— ¿Del tiempo? No lo sé, el tiempo y las realidades son un misterio que el ser humano jamás llegará a comprender – lo miro – Somos un sueño en un sueño Dante, no todo lo que ves, es real.
— Supongo que tienes razón – suspiro – Toda esta mierda es un sueño.
— Un sueño que nos tocó vivir – susurro.
— Cuéntame tu teoría de la falla del tiempo – dijo Dante con una sonrisa.
— No te burles Dante – sonrió divertida – La falla momentánea del espacio tiempo que llegamos a tener es cuando hay un deja vu, cuando por segundos todo se detiene, tienes un pequeño desfase en el tiempo.
— Interesante.
— Verdad que sí, me gusta pensar que en un momento tendré un desfase en el tiempo y que me llevará a otra realidad que no sea esta de mierda.
— Ojalá tener un desfase así o simplemente ser raptado por aliens y que me lleven a su planeta verde.
El resto de su tarde se la pasaron entre risas, recordando los buenos momentos y dormir juntos. Nadie podía arruinar ese pequeño momento entre ellos.
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Volver a despertar junto a alguien que conoce cada versión tuya y aun así ama cada parte de ti, es algo maravilloso que en ese tiempo no se ve tan fácilmente.
Ciertamente solo la uso para conseguir su satisfacción s****l, pero estar con ella era olvidar todo lo malo que tenía.
Lentamente salió de la cama sin despertarla, fue a la cocina y preparó un poco de café para poder empezar bien su día. La casa de Nat tenía vista al río de Castlebrook, tenía cierto silencio y paz. Por eso le gustaba estar ahí.
Su casa estaba un poco más al centro del pueblo, su consultorio lo tenía un poco cerca y tenía bastantes cosas a su alcance. Lo único que quedaba lejos tanto de su casa como la de Nat, era el hospital psiquiátrico o el manicomio.
— Extraño leer el periódico – dijo Nat sacándolo de su mente – Si antes no recordaba el día en que vivía, ahora menos.
— Es 7 de marzo del 2024 – le sonrió – Y son las 9:15 de la mañana.
— Gracias despertador – le dio un beso en la mejilla y se sirvió un poco de café – No hay mucho que desayunar aquí, tengo que ir de compras.
— Podemos ir, si quieres – la miró con una sonrisa.
— ¿Seguro? ¿No tienes citas hoy? – dio un sorbo a su café.
— Las puedo pasar de día, hoy no quiero trabajar – suspiro – Quiero pasar el día con lo único normal en mi vida – se acercó y le dio un beso en la cabeza.
— Está bien – sonrió con un leve sonrojo en las mejillas – Me daré una ducha y vamos.
— Perfecto.
Tuvo que avisar a Beth que cambiará todo por hoy, mañana tendría sus citas con normalidad. Quiere un solo día normal.
No ha recibido noticias de su hermana, así que supone que todo está bien y va con normalidad, al menos normal para ellos. La visitará más tarde, posiblemente lleve a Nat, le va a gustar saber que estaban juntos de nuevo. Bueno no tiene en claro si ya volvieron o solo fue sexo. Siempre ha sido confuso para él esas cosas.
Subiéndose en la moto fueron al centro del pueblo, donde había un poco más de movimiento. Las personas que los vieron juntos en la motocicleta les sorprendió y a algunos no, ellos terminaban y volvían, era cuestión de tiempo para que volvieran de nuevo.
Dante fue quien tomó la iniciativa tomando de la mano a Nat, entraron al minisuper donde los saludaron amigablemente, tomaron un carrito y comenzaron a hacer las compras.
— ¿Tú ya hiciste tus compras del mes?
— Si, hace unos días – dijo mientras tomaba una barra de chocolate y la ponía en el carrito – Para ser más exacto el día que Luisa desapareció.
Nat no dijo nada solo le sonrió, algunas veces no sabía que agregar a sus conversaciones y fue cuando recordó por qué terminaban tantas veces. Pero no quiso arruinar nada, ese día la pasaría con ella a como diera lugar.
— Oye qué te parece si cocinamos y jugamos un poco o vamos al río antes del toque de queda.
— No suena tan mal – suspiro – Pero depende ¿Quién cocinará? La última vez que hicimos algo juntos, quemamos las cortinas de tu casa – los dos rieron divertidos, recordando ese día.
— Cierto, tuve que comprar tela para hacer otro par de cortinas, somos peligrosos en la cocina Dante.
— Nat – la tomó de su muñeca y los dos se miraron – Somos peligrosos en cualquier lugar – le sonrió – No tomes ese aceite, mejor compra este. Es más sano y está hecho aquí.
— Gracias – sonrió Nat cambiando de aceite.
El señor Jackson les dijo que se alegraba de verlos juntos de nuevo, a lo que ambos solo respondieron con una sonrisa, no saben muy bien si ya regresaron. Acomodaron las bolsas en la motocicleta, Dante espero a Nat que estaba mirando un vestido en el aparador de la tienda de ropa cuando la vio a ella.
Andrea.
Caminaba del otro lado de la calle, tenía su cabello amarrado y traía un vestido n***o que marcaban su buen cuerpo, no lo negaba, era sexy la chica que ha invadido su cabeza hace días.
— Tengo que ver a alguien Nat, espérame aquí.
— Está bien – respondió sin mirarlo, estaba atenta al vestido que estaba en el aparador, tal vez se lo llevaría o tal vez no.
Dante cruzó la calle corriendo y trató de alcanzarla, justo antes de dar la vuelta en una esquina la detuvo.
— ¡Andrea! – ella frenó en seco y se giró para ver quien le llamó.
— Doctor Murdock – lo miró, confundida.
— Solo dime Dante, no estamos en terapia – le sonrió – No has ido a tus sesiones ¿estas bien?
— Si, he estado remodelando un poco mi casa que me ha consumido mucho tiempo – se excusó rápidamente, pero Dante notaba que era una mentira, titubeaba y parecía nerviosa – Pero le aseguro que la siguiente semana estaré con usted.
— Si tranquila, solo quería saber cómo estabas, me preocupaste – dijo amablemente, tratando de sonar profesional y no hacerle pensar otra cosa – Y con todo lo ocurrido, el que cancelaras tantas veces me preocupo.
— Si lo siento, también me ha preocupado todo esto, pero realmente no tengo el tiempo para estar dándole vueltas a algo que no me incumbe.
Dante arrugó la frente, pasó sus dedos por su cabello peinándose y la miró, necesitaba sacarle alguna respuesta sobre Luisa.
— Supe de buena fuente que usted y Luisa Fernández se llevaban muy bien – la miró, quería indagar más sobre el tema.
— Solo compartimos algunas palabras, nos gustaba el arte eso era lo que nos unía de cierta manera.
— El arte, vaya, no creí que a Luisa le gustara el arte.
— Nadie conoce a la perfección a alguien, Doctor.
— En eso te doy la razón Andrea – relamió sus labios y trató de evitar mirarla de cuerpo completo, pero le estaba resultando imposible,
— Mire sé que he cancelado muchas citas, pero le prometo estar el martes a la misma hora estaré ahí, no pasará de ese día sin que no me vea.
— ¿Y si no vas? – sonrió de lado y se dio el placer de mirar como ese vestido le quedaba perfectamente a su cuerpo.
— Se que le gusta el whisky – sonrió coqueta – Ya lo compensaré con una botella.
— Es un trato, nos vemos el martes.
— Por supuesto, nos vemos el martes Doctor.
Dante le sonrió y se fue en cuanto ella desapareció de su vista.
¿Acaba de coquetear con una paciente suya?
Se mordió las mejillas y volvió a donde estaba con Nat. Solo esperaba que nadie hubiera escuchado esa conversación o comenzaran a hablar de más.
— ¿Quién era ella?
— Una paciente, ha faltado a muchas citas y quería saber por qué – le sonrió - ¿Te gustó el vestido? – dijo para cambiar de tema.
— Si, es lindo – suspiro – Pero está claro que jamás tendré donde estrenarlo, no entiendo porque aún hay tiendas de ropa si ya nadie estrena nada – lo miro – Estas son las fallas del espacio tiempo de las que te hablo.
— Debo admitir que tienes razón – sonrió mirándola – Anda, vamos a mi casa, debo cambiarme de ropa y nos vamos.
Dante llegó a su casa, se cambió de ropa dejó todo en su lugar y se aseguró de cerrar puertas y ventanas, lo último que quiere es encontrar militares dentro de su casa bebiéndose todo su whisky.
Su día normal iba bastante bien, incluso encontró a Andrea lo cual no esperaba, pero sin duda verla le alegró más el día.
[…]
— Chicos me alegra que estén juntos de nuevo.
— Gracias Sara – sonrió Nat – ¿Cómo te has sentido estos días?
— Bastante bien, he tratado de comenzar a escribir cosas que vienen a mi cabeza.
— Oye eso está increíble Sara – dijo Dante – Una escritora en la familia da el toque.
— Por favor, no soy escritora solo tengo un piquetito de curiosidad.
— Por algo se empieza Sara – los dos le sonrieron – Oigan iré a sacar algo de la máquina y les traeré algo.
— Claro – sonrió Dante.
— Tenías que volver con la misma – dijo Sara – Desde que tengo uso de razón ustedes terminan y regresan, no lo entiendo.
— Cosas de adultos niña – le revolvió el cabello.
— No soy una niña, sé que solo estás con ella para satisfacer las necesidades primitivas del hombre – los dos rieron divertidos – Te consta, tanto como a mí y a ella nos consta.
— Es cariño y amor humano – sonrió de lado – No sé, tal vez si me quede con ella.
— Te creería, pero la única manera de amarrarte a ti es casándote – suspiro – He pasado tanto tiempo entre médicos que sé que todos tienen la fantasía de acostarse con una paciente.
— ¿Alguien te ha hecho algo Sara?
— Claro que no, pero lo veo con las demás. Incluso con las enfermeras – suspiro – Y mi querido hermano, eres un psicólogo que no se ha casado aún y no me vengas con cuentos de que es porque no encuentras a la indicada, porque está ahí sacando unas papas de la máquina.
La fugaz imagen de Andrea en ese vestido que resaltaba su perfecto cuerpo llego a su mente.
— Puede que tengas razón.
— La tengo.
— Les traje unas papas – dijo Nat al volver a la mesa.
— Gracias Nat.
Dante le sonrió y abrió las papas, su hermana tenía un punto y era cierto. Él jamás ha querido acostarse con una de sus pacientes, pero si esa paciente es Andrea con ese vestido, se replantearía esa idea.
Su hermana podía tener malos momentos, brotes psicóticos y cosas por el estilo, pero cuando estaba bien, cuando estaba en sus cinco sentidos podía decir cosas que lo dejaban con la boca abierta.
Volvieron a casa de Nat antes del toque de queda, cenaron algo y hablaron poco, no eran buenos hablando sobre temas concretos.
Su mejor manera de comunicarse era en el sexo, recorriendo sus cuerpos desnudos y satisfaciendo su placer s****l, teniendo algunos orgasmos y olvidándose del mundo en sí.
El reloj marcaba las 4:30 de la mañana, Dante no podía dormir, miró a Nat quien estaba profundamente dormida sobre su brazo. Lo negaría más tarde, pero la quería de verdad y no solo por el buen sexo, de verdad tenía una conexión con ella que con cualquier otra no había tenido. Fue su mejor amiga de toda la vida, ella sabe todo de él y es por eso que la quiere.
Tomó la suave sábana y cubrió su cuerpo semidesnudo, por sus pezones vio que comenzaba a tener frío, así que la cubrió y la acercó a su cuerpo para darle calor. Soltó un ligero suspiro y trato de dormir un poco.
Cuando volvió a despertar, ya eran las 6:30 de la mañana, Nat le daba la espalda, se levantó con sumo cuidado y se puso su ropa. Salió de la casa para poder fumar un poco, la fría brisa del viento dio en su cara, le costó trabajo poder mantener la llama encendida para su cigarro, pero al final lo logró.
Miró a su alrededor, estaba bastante tranquilo, aunque el clima no favorecía mucho pareciera que comenzaría a llover muy pronto.
Comenzó a caminar lentamente, quería llegar al río y estar un momento ahí. Recuerda que su madre le llegó a contar leyendas de que una mujer se acercó a la orilla demasiado y se resbaló, no sabía nadar así que se ahogó y el agua se llevó su cuerpo. Siempre le decía eso para asustarlo ya que le gustaba ponerse a la orilla del río y mirar el agua correr.
Cuando se estaba acercando vio algo o más bien a alguien. La sangre se le helo, estaba pensando en una mujer muerta y justo ve algo así. Con cautela se acercó a la orilla para ver si se trataba de una persona o de algún animal.
Al ver quien era se quedó en shock, desearía haber encontrado a la mujer ahogada de la leyenda, pero en realidad encontró a Luisa.