El clima empeoró, una fuerte tormenta se desató y no parecía que fuera a mejorar el clima, al menos no ese día.
Dante estaba en la sala de espera, escurriendo en agua, su pie se movía impaciente, tenía la mirada perdida y estaba nervioso. Sentía muchas cosas, incluso aún sentía la adrenalina de todo lo que pasó.
— Nat – se levantó y se acercó a ella.
— He guardado la moto en mi chochera, te traje ropa limpia y ya avisé a su familia. Venían detrás de mí, tranquilo – le sonrió.
— Gracias.
— Ve a cambiarte o te vas a enfermarte.
Dante estaba a punto de irse a un baño a cambiarse de ropa cuando vio a la señora Fernández junto con su esposo y a más personas que no pintaban nada ahí.
— ¡Dante! ¿Qué pasó? ¿Encontraste a Luisa?
— Si, la encontré – la miró – Estaba fumando cuando fui a la orilla del río y vi algo. No sabía que era ella hasta que llegué a ella – su respiración se agitó – Luisa, es ella, no tengo duda.
— ¿Dónde está?
— Los médicos se la llevaron para hacerle pruebas y ver como esta, cuando yo la encontré estaba inconsciente, pero respiraba. La traje tan rápido como pude.
— ¿Qué hacías en la orilla del río? – dijo una de las personas que la acompañaban.
— Estaba en casa de Natalia, saben que su casa está cerca del río – respondió a la defensiva.
— Dante, cariño cálmate – dijo Natalia – Cámbiate de ropa y ya respondas más dudas de los reporteros del pueblo – los miro con cierto desprecio.
Dante no dijo más y se fue a cambiar su ropa húmeda. Tomó una liga que tenía en su pantalón y se amarró su cabello, se echó agua fría en la cara y trató de comprender qué sucedía.
Hace una semana él estaba seguro de que desapareció, pero de pronto ella aparece de la nada y viva.
Algo no encajaba en todo eso.
Cuando salió del baño, vio a Nat hablando con la señora Fernández, tratando de calmarla un poco. Cuando ella lo vio, detuvo la conversación y se acercó a él.
— ¿Cómo va todo?
— Está un poco tenso, las demás señoras se fueron porque solo se necesitaba a la familia y a quien la encontró ósea tú – lo miró - ¿Cómo estás? No te he podido decir nada desde que desperté – acarició su mejilla y le sonrió.
— Creo aún más en que vivimos en una falla del espacio tiempo – sonrió divertido – Hace una semana estaba seguro de que ella había desaparecido del todo y ahora, no se ya ni que pensar o qué creer.
— Si todo es muy confuso – se acercó a él – Incluso es aún más raro que los militares no estén aquí – susurro – Es como si la hubieran dejado allí, querían que la encontraran.
— ¿Y si querían que yo la encontrara? – susurro mirándola – Me he sentido vigilado por ellos desde el día que desaparecieron.
— Quisiera decir que estás loco, pero si te tenían vigilado tal vez sabían que estabas conmigo y por eso la dejaron ahí.
— No se Nat, estoy demasiado confundido ahora.
— Ven – se acercó y lo abrazó – Todo se explicará, estoy segura de ello – acaricio su espalda – Te deje un café en mi silla, voy a dejar esto y a traer algo ¿sí?
— No tengo hambre.
— No hablo de comida – lo miro – Debo meter alcohol de alguna manera así que veré que traer – le sonrió – Ahora vengo – le dio un beso en la mejilla y se fue con su ropa húmeda.
Dante se sentó y tomó el café dándole un sorbo, al sentirlo frío decidió dejarlo en el piso y esperar a que Nat regresara.
Su mente aún sigue procesando que Luisa apareció, la única persona de todas las que han desaparecido tras el toque de queda. Estaba muy seguro que jamás volvería a verla, él leyó y vio reportes de personas que desaparecen y jamás volvían. Además, como dijo la señora Roger, si se llevaron hasta el expediente dental de ella es para desaparecerla del pueblo.
No te llevas todo expediente de ella solo para regresarla a las dos semanas.
El hecho de que no hubiera militares también lo ponían un poco nervioso, ellos estuvieron sobre todos cuando ella desapareció y ahora no hay nadie ahí. Eso se le hace muy extraño.
Lo único que ahora podía hacer era esperar, esperar noticias sobre Luisa.
Pocos minutos después llegó Nat con un café que era mayormente vodka, pero eso ayudó a que ambos tranquilizaran sus nervios.
Las horas pasaron, la tormenta pareció calmarse un poco lo que provocó que más personas fueran a ver a la familia Fernández y supieran que pasó. Cuando escuchaban que fue Dante quien la encontró, lo volteaban a ver y lo juzgaban.
No entendía porque lo juzgaban, lo único que hizo fue salir a fumar y encontrarla medio muerta. Hizo caso omiso a esas miradas, lo único que quería saber era el bienestar de Luisa y saber qué demonios pasó.
Justo a las 18:00 el Doctor a cargo salió para informar sobre Luisa.
— Ella se encuentra bien, no está deshidratada, está muy bien alimentada. No tiene golpes, ningún daño, no presenta algún abuso s****l, ella está realmente bien y sana – menciono el doctor como si ni él creyera lo que dice - No sé qué más decirle señores Fernández, pero ella está muy bien.
— ¿Podemos verla?
— Si, de hecho despertó hace solo unos minutos – carraspeo un poco incomodo por lo que diría – Pero pidió ver al Doctor Murdock.
— ¿Qué?
Dante casi se gira en dirección opuesta, ya tenía suficiente con que lo juzgaran por haberla encontrado, ahora ella quería verlo a él.
— No iré – dijo Dante – No me corresponde verla, deben ir sus padres.
— Si, pero ella pidió específicamente verte a ti Dante – dijo el Doctor – Incluso fue lo primero que dijo.
— ¿Enserio?
— Si, sea lo que sea tienes que ir.
Dante no sabía qué hacer, miró a los padres de Luisa quienes lo miraban horrible y miró a Nat que parecía no comprender nada, como si le estuvieran hablando en latín.
— Está bien – suspiro – Vamos.
Dante siguió al Doctor, pasando de largo tanto a los señores Fernández como a las personas que llegaron después.
Castlebrook el pueblo donde por salvar a una chica te van a juzgar y casi asesinar con la mirada.
Cuando llegaron a la habitación, entró primero el Doctor a cargo y después Dante.
— Hola Luisa, aquí está Dante – sonrió el Doctor – Los dejaré a solas – les sonrió a ambos – Estaré afuera por si me necesitas – le susurro a Dante.
— Gracias – susurro. La puerta de la habitación se cerró, miró a Luisa y sin duda parecía ser ella misma, lo único que le incomodaba era la extraña sonrisa que tenía ¿quién sonríe de esa manera después de ser raptada por militares que la querían desaparecer? – Hola Luisa ¿cómo te sientes?
— Muy bien Doctor Murdock, diría que hace frío, pero la calefacción del hospital es buena.
Dante se mordió la lengua, conoce muy bien a Luisa y sabe que ella no hablaría así. Pero no dijo nada, quiere indagar más en el asunto.
— ¿Dónde estuviste? Todos nos preocupamos por ti – comenzó a acercarse poco a poco.
— Creo que sabes donde estuve – lo miro y por primera vez desde que entró, ella borró su sonrisa – Tu mente trabajó mucho encajando piezas.
— ¿Disculpa? – dijo bastante sorprendido.
— Sabes de lo que hablo Dante – dijo mirándolo fijamente.
— ¿Cómo sabes eso? – tenso la mandíbula.
— No sé cómo presentarme ante ti – volvió a sonreír de la misma manera que antes – Cuando vi que Luisa te importo, vi la manera de llegar a ti.
¿Qué demonios era eso? ¿Una broma? Miro a Luisa, era claramente ella, pero parecía que hablaba con otra persona. Como si alguien más hablara a través de ella.
— ¿Quién eres? ¿Qué le hiciste a Luisa?
— Doctor Murdock ¿aún no sabe quién soy? Por favor, sospecho de mí solo porque me reí un par de veces con la dulce de Luisa.
— Es imposible que seas ella.
— ¿Quién más? – soltó una risa – Bueno digamos que tampoco soy ella, ni tampoco Luisa Fernández. Pero tú me has llamado mucho la atención, desde un principio me has llamado la atención.
— ¿Qué dices? Estás loca.
— Creí que esa palabra no te gustaba – se mordió el labio y volvió a sonreír – Te creí más listo ¿sabes? Pronto sabrás quien soy, creo que después de muchos años estar jugando es hora de que sepas la verdad.
— ¿Qué verdad?
— Para que sepas esas verdad, deberás conocer al Diablo en persona – le sonrió - Nos vemos pronto Doctor Murdock.
Luisa cerró los ojos, los signos vitales colapsaron y marcaban que ella estaba muriendo.
La respiración de Dante se entrecortaba, salió de ahí como pudo, todo le daba vueltas, su vista se volvió borrosa tuvo que sostenerse de una pared para no caerse.
¿Qué jodidos acaba de suceder?
— ¿Dante? Dante reacciona – Nat le daba palmadas en la cara para que reaccionara – Dante ¿Qué ocurre?
— No quiero estar aquí, vámonos – la tomó de la mano y la sacó de prisa del hospital.
La lluvia les mojó cuando salieron del hospital, Natalia abrió el auto y entraron antes de mojarse más.
Dante no podía hablar, no sabe qué pasó ahí dentro. Nat lo miraba, estaba preocupada, lo veía pálido, su pecho subía y bajaba, se mordía las uñas y estaba temblando, pero no sabía si era de frío o de nervios.
Cuando llegaron a la casa de Dante, él bajo aun en shock y entró a su casa, busco el whisky que tenía guardado y le dio un trago directo de la botella. Soltó un amargo gruñido, le quemó la garganta, pero le dio otro trago más.
Nat solo se sentó y lo miró, él no le decía nada y parecía que nada haría que él hablara, al menos en ese momento. Así que dejo que ahogara el mal sabor de boca y las emociones que tenía con el alcohol.
Dante se acabó la botella entre trago y trago, pero no se sentía mal. No como otras veces que ya se siente mareado y de cierta manera se siente mejor, esta vez se siente igual o peor.
Hundió la cabeza entre sus manos y cerró los ojos esperando que todo fuera un mal sueño y que despertara en la cama con Nat de nuevo.
Pero eso no ocurrió.
A las 5:00 de la mañana despertó, había quedado inconsciente de tanto alcohol que bebió. Se levantó y fue a su habitación, vio a Nat profundamente dormida así que salió y se acercó a la ventana, quería saber qué fue lo que pasó ahí.
¿Quién era ella? Está seguro de que no fue Luisa con la que hablo, pero tampoco cree que sea Andrea con quien haya hablado.
Miro por la ventana, esperando ver algún camión militar cerca suyo, pero en cambio vio a alguien caminar en la calle solitaria. Si no estuviera loco diría que esa persona era Luisa. Su corazón casi se detiene al ver que ella volteo y confirmaba que era Luisa, se hizo para atrás y se escondió. Pasaron unos minutos cuando volvió a mirar por la ventana y no vio a nadie.
Se estaba volviendo loco.