Capítulo 1

1806 Words
— ¡Mi enemigo es el tiempo! Eso fue lo que gritó su última paciente antes de salir de su consultorio, aun con 10 minutos de sobra. Lo anoto en su libreta, soltó un ligero suspiro, cerró la libreta al ver que ella no volvería. No era la primera vez que Andrea gritaba la misma frase y se iba. Y tiene razón, el enemigo de todo el mundo es el tiempo. Aunque, sabe que Andrea siempre termina diciendo eso en cada sesión. La hora en su reloj marcaba las 20:14, era hora de irse. El toque de queda es a las 21:00 y no quiere estar a esa hora fuera de su casa. Ciertamente vivía en Castlebrook, un pueblo, que se vio afectado ante la guerra cibernética que tuvo el país, afectando su estado, su región y claro, el pueblo. Todo lo que un día conoció se vino abajo. No más libertad. No más derechos humanos. No más democracia. No más r************* , cines, ni nada por el estilo. Aunque en Castlebrook se hizo un acuerdo, serían regidos por la milicia. Si no te metes con ellos, ellos no se meterán contigo. Un trato justo ¿verdad? Él jamás se ha metido con nadie, su vida se enfoca en sus pacientes, su hermana y poder conciliar el sueño al menos 4 horas seguidas. Lo último que puede pensar es en interferir en el camino de sus nuevos dictadores. ¿Qué le pasó al resto del país? Un misterio que se descubre saliendo de Castlebrook. Se acomoda en su motocicleta listo para irse, el movimiento entres los militares apenas comienza. Se pone sus lentes y enciende su motocicleta, alejándose del lugar. Después de 15 minutos de camino, por fin llega a su casa, deja su motocicleta en la cochera y entra en su hogar. El reloj en la pared de su cocina marca las 20:53 llegó justo a tiempo. El acuerdo al que Castlebrook llegó, fue un toque de queda. Justo a las 21:00 horas, cualquier persona ajena a un militar que salga tras esa hora, simplemente desaparecería. Al principio pocos creían eso, él nunca creyó esas cosas. ¿Desaparecer a la persona? Es una locura, no puedes simplemente desaparecer a alguien porque sí. Pues ellos sí, tienen el poder de hacerlo. Lo descubrió al poco tiempo que inició la nueva dictadura. Desde entonces se mantiene al margen. Prepara algo de cenar, cuando empieza a escuchar los camiones que pasan en las calles, avisando del toque de queda y que si encuentran a alguien fuera del toque de queda tendrá serias represalias. Pone los ojos en blanco y continúa en lo suyo. Después de escuchar eso todos los días, todos los meses, todos los años, tras el paso del tiempo llega a fastidiar, pero aun con las advertencias, sigue desapareciendo gente que sale tras el toque de queda. Es donde su rutina comienza. Llega a casa, prepara algo de cenar y el tiempo se pasa jodidamente rápido. Solo hasta que llega la hora de dormir, donde el tiempo parece jugarle una mala racha y se pasa extremadamente lento. Ha tratado de todo para poder conciliar el sueño, ha tomado las fuertes drogas que le recomienda a sus pacientes que tomen para poder dormir en la noche. A él no le funcionan. Y cuando llega a funcionar, duerme 5 horas, que son muy buenas pues puede hacer su trabajo sin querer arrancarse el cabello de la frustración. Pero después de al menos 3 horas que haya dormido, se cansa de ver el techo y se levanta. Prende la tetera, se va a su mesa, saca su libreta de notas y comienza a leerlas cada una. “Odio verme en el espejo” esa frase siempre la ha escrito desde que el señor Carson fue con él, llevan 2 años de terapia y aunque ya acepta verse en el espejo. Sigue diciendo lo mismo. “Hablar con un loquero no me ayudara, lo único que ayudara es que atrapen a quien me robó la casa” la señora Fernández, la robaron hace 7 meses y desde entonces cree que la acechan. Ella dice que no han atrapado al culpable, cuando ya fue así. Tiene que mandarle somníferos para que esté más relajada y no tenga una crisis más fuerte. Ellos son personas que conoce desde que es niño, que viven en Castlebrook. Como suelen decir, en un pueblo todos saben quién es quién. A diferencia de ella… “Mi enemigo es el tiempo” Andrea siempre termina así sus sesiones, ella al contrario del resto de sus pacientes, no es del pueblo. Lo poco que ella le ha dicho es que tuvo un novio que abusó de ella en muchas maneras y tuvo que salir huyendo de ahí, cuando llegó a Castlebrook descubrió que había un buen psicólogo que todos recomendaban, no dudo en empezar a tratar sus traumas y pesadillas. Y su épica manera de irse, es diciendo “mi enemigo es el tiempo” cuando ella dice eso, sabe que la sesión terminó. O al menos eso descubrió en su penúltima sesión. El chillido de la tetera hace que salga de su mente, se levanta busca su té favorito y lo prepara. Al volver a su mesa, se dio cuenta de que no resolvería nada con sus ojos cargados de sueño. Dejó todo en su lugar y fue a su ventana para ver qué movimiento había. Su calle parecía estar vacía, no era el único despierto pues en la casa de sus vecinos podía ver una luz encendida y sombras pasar. Muy pocos son los que duermen hoy en día. No había ningún auto militar, podía salir y lanzar piedras a la calle y volver a entrar a casa. Nadie se daría cuenta. Pero justo en ese momento pasa un dron sobrevolando la calle. Suelta una risa y sacude la cabeza. Parece que vigilan mis pensamientos. Pensó mientras daba un sorbo a su té relajante que en algún momento una de sus vecinas se lo dio para poder dormir. Decidido volver a la cama, tal vez no dormiría, pero descansaría su cuerpo de estar tanto tiempo de pie y sentado. […] No tenía ni una cita para el día de hoy, así que decidió darse un merecido descanso. Tal vez haga algo de despensa y comida para que le dure el resto de la semana y arreglar un poco la casa. Tomó su chamarra, subió a su motocicleta y se fue a un minisuper que había en el centro, justo a unas calles de su consultorio. — Buenos días Dante. — Buenos días señor Jackson – sonrió - ¿Qué tal su mañana? – preguntó mientras tomaba un carrito de su preferencia. —Como siempre, tranquila – le sonrió amablemente - ¿Cómo estás tú? —Estoy bien, trabajo por aquí y por allá. —Eso es estupendo, que tengas empleo ya es suficiente. Dante le dio la espalda comenzando a tomar rumbo por los pasillos. Compraba lo suficiente para poder ir solo una o dos veces al mes, a veces no le daba tiempo con tantas cosas que su mente cargaba. Llegó al pasillo de lácteos, vio una leche de chocolate que era la favorita de su hermana, tomó dos, una para él y otra para llevarla cuando la visitara. Se detuvo, miró su lista de compras y revisó que todo estuviera en su carrito, agrego como extra algunas papas, dulces, nachos y cosas por el estilo. Cuida su alimentación, hace ejercicio, pero a veces quiere descuidar su alimentación solo un poco. A final de cuentas, es el fin de mundo ¿no? Volvió a la caja donde estaba el señor Jackson, cuando comenzó a escuchar una conversación ajena, pero que le llamó la atención. —¿Luisa Fernández? ¿Cómo es posible? —Dicen que se escapó a la media noche, los militares la tomaron sin hacer mucho ruido y se la llevaron. —Esa pobre chica ya no regresara a casa. —¿Podrán hacer una excepción? Luisa tiene 14 años, es pequeña y estúpida. Tal vez si hablan con ellos podrán darle una única oportunidad. —Por favor Jackson ¿cuándo has escuchado que alguien regrese después de ser capturado por ellos? —¿Qué fue lo que pasó? – preguntó Dante, sabía sobre quién estaban hablando y quería saber más. —Luisa salió de su casa a media noche, parece que sería una quedada de amigos, pero no dejaron salir a ninguno de ellos – comenzó a relatar la señora Mills, digamos que las más “informativa” del pueblo – No llego ni a la siguiente calle cuando ellos la capturaron, sus padres están destrozados, han ido a pelear para que la devuelvan – suspiro – Pobre Luisa, terminó su vida justo cuando comenzaba – Dante tenso la mandíbula, la señora Mills lo miro y ligeramente apretó su brazo – Lo siento Dante, no quería decirlo así, sabemos que Luisa no es como Sara. —Descuide, señora Mills – forzó una sonrisa y terminó de poner sus cosas en la caja. —Aquí tienes Dante, cuídate hijo – le sonrió el señor Jackson. —Gracias señor Jackson, tengan un bonito día. Ya no pudo escuchar qué más pasó, pero seguramente el señor Jackson reprendió a la señora Mills por su comentario fuera de lugar. Dante subió a su moto y se quedó pensando en Luisa. La conoció cuando su madre dijo que estaba embarazada, sin mencionar que su madre es su paciente. Luisa no era en nada parecida a Sara, cuando Sara tenía la edad de Luisa ya estaba tomando terapia, no pasó mucho tiempo cuando la internó en el Manicomio. Pero, aun así, pensar en que la pobre Luisa decidió salir después del toque de queda, de pronto ver cómo te quitan a tu hija y jamás podrás verla de nuevo. Todo por un absurdo trato de mierda. Como si ellos jamás hubieran sido jóvenes que cometen errores estúpidos, pero ahora todo es diferente. Nada es como antes. Pone en marcha su motocicleta para ir a casa, cuando pasa por uno de los puentes que lleva al sendero del bosque, se detiene y ve a la señora Fernández suplicar de rodillas que al menos se dejen despedir de ella. Los militares se mantienen firmes y ninguno dará su brazo a torcer. No es la primera madre desconsolada que ruega por ver a su hijo o hija una vez más. Siente lastima por la señora Fernández, ojalá poder hacer algo que estuviera en sus manos. Luisa era buena chica, no merecía nada de eso. Lo que más le molesta, es que Luisa era la única amiga que Sara aún tenía fuera del Manicomio. Su esperanza de salir y reunirse con ella, se había esfumado muy rápido. Nadie merecía algo así.
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