Parte 1: Capítulo 5.1

1793 Words
A las 7 am de Tokio partió el jet privado que llevaba a Tiziano y a Ana hacia Moscú. La exbailarina era un manojo de nervios, por lo que no podía controlar sus emociones. Su mejor amigo reconocía que ella no había olvidado al magnate ruso, y eso le alegró, ya que siempre le entristeció el que esos dos no tuvieran una oportunidad para ser felices. Luego recordó el motivo que lo llevara a j***n a encontrarse con su mejor amiga y pensó que quizás esa era la ocasión que por tantos años estuvo esperando para que esos dos amantes, que por malos entendidos y la intervención de terceros terminaron alejados físicamente porque en pensamiento seguían atados el uno al otro, volvieran a unirse. Ana lloraba en silencio por la noticia que horas atrás recibió. Todos esos años creyó que Mikhail se casó e hizo su vida al lado de la hermosa italiana con quien alguna vez lo encontró en una situación que no quería recordar, pero no fue así, él se quedó solo, esperándola, por si alguna vez ella decidía regresar, cosa que no se dio, hasta ese momento en que la muerte le pisaba los talones al ruso. Tiziano vio el demacrado rostro de su amiga, y por más hermosa que fuera al natural, nadie lo es con ojeras, ojos rojos y mocos saliendo abundantemente por la nariz. Poniéndose manos a la obra, Tiziano llevó a Ana al baño de la habitación que había en ese lujoso avión y le ayudó a asear su cara, limpiando todo rastro de lágrimas, mocos y maquillaje corrido. Con el rostro fresco lo primero que hizo fue aliviar la roja mirada de su amiga con algunas gotas oftálmicas para aliviar la inflamación ocular por tanto llorar, luego aplicó unas compresas frías de manzanilla para desinflamar los párpados y ojeras que lucían hinchados por el esfuerzo al lamentar la noticia recibida. Una hora después empezó a maquillarla para tapar todo rastro de las horas de llanto que arrastraba desde que fuera echada de la Mansión Furukawa. Ella debía lucir lo hermosa que era ante Mikhail, más cuando se volvían a ver después de dieciocho años alejados. Tiziano buscó algo más sexy y llamativo entre las ropas de Ana y encontró un bonito vestido verde esmeralda que se entallaba a la perfección a ese esbelto cuerpo de bailarina clásica que muy bien conservaba su amiga, el cual complementó con unos stilettos dorados. «Tranquilízate y concéntrate para que tu mirada se torne verdosa. Recuerdo que a Mikhail le encantaba ver ese tono verde en tus ojos porque le recordaba la mirada de su madre, y ahora que el pobre está viviendo sus últimos días tienes que darle lo que le hace feliz, así que a trabajar para que esos lindos ojos tuyos no sean miel, no sean ámbar, sean verdes», las palabras de su mejor amigo buscaban animarla, pero mencionar que ya no le quedaba mucho tiempo en este mundo a Mikhail hizo que Ana quisiera llorar. Al darse cuenta Tiziano de su error, empezó a hablar de otros temas para dispersar la mente de su amiga, y al recordar que hablar de sexo la sonrojaba y avergonzaba con facilidad, empezó a mencionar que entre lo que le debe dar a Mikhail para hacerlo feliz podría considerar un abrazo, un beso o quizás una noche de pasión. Ana casi se ahoga con el sorbo de agua que justo en ese momento intentó tragar, pero que se le fue hacia los pulmones por distraerse al escuchar la insinuación de su mejor amigo. -Solo a ti se te puede ocurrir que un desahuciado va a estar pensando en tener sexo –reprochó Ana al imaginarse a Mikhail postrado a una cama con dolores producto de la enfermedad. -Yo lo pensaría. Si solo me quedan días para expirar y dejar este mundo, quisiera pasar mis últimos días con Kevin encima de mí –Ana rodó los ojos al creer que el comentario de su mejor amigo no se acercaba a la realidad y era demasiado banal-. En serio, Ana, esos momentos son cuando una persona más quiere tener cerca a quien ama. -Cerca, no encima ni adentro. Además, no sabemos cuán maltratado puede estar el cuerpo de Mikhail después de todos los tratamientos que imagino ha recibido. No sé cómo es en el caso de un paciente de cáncer de pulmón, pero en el caso de mami Rossi con el cáncer de hígado, ella terminó muy afectada físicamente, cansada y delgada. Solo recordar sus últimos momentos me hacen sentirme muy mal, por ella, que hace poco se fue, y por Mikhail, a quien no quiero imaginar que pueda estar así de acabado –una lágrima rodó por la mejilla de Ana mientras la voz se le entrecortaba al hablar. Angélica Rossi, la directora del centro de acogida donde vivió, fue como una madre para Ana, de ahí que la llamara “mami Rossi”. Recordarla en sus últimos momentos de vida y relacionar esas memorias con Mikhail causaron que Ana volviera a llenarse de una profunda tristeza. -Anita –Tiziano la rodeó con sus brazos mientras pronunciaba con cariño su nombre-, recuerda que Mikhail es fuerte, como un enorme oso. Te aseguro que cuando lleguemos a Moscú y veamos a ese hombre, vamos a encontrar a un bello espécimen del sexo masculino sin mayores marcas de estar padeciendo una enfermedad, ¿apostamos? -No, con esas cosas no se juega, Tizi –reprochó Ana, pero sonriéndole a su mejor amigo, a la vez que deseaba que lo mencionado por este sea la realidad que la esperaba en Moscú. Después de más de diez horas de vuelo y cerca del mediodía en Moscú, aterrizaba el jet privado. Kevin O’brien, el esposo de Tiziano, había enviado al chofer con un auto blindado para que recojan a los recién llegados. El abogado estadounidense se había convertido en uno de los amigos más cercanos de Mikhail, por lo que le alegraba saber que Ana había aceptado viajar y encontrarse con el magnate ruso. El avión en el cual viajara Tiziano desde Nueva York a Tokio y luego lo hiciera hacia Moscú no era más que de propiedad de Mikhail Belyayev, pero Kevin lo tenía encargado a su uso al estar viajando constantemente para recabar toda la información que necesitaban para la redacción del testamento del ruso, ya que la enfermedad hizo que Mikhail se preocupara por ese tema y el ser declarado desahuciado que lo apremiara. El recorrido desde el aeropuerto hacia la Mansión Belyayev le trajo recuerdos a Ana de los días viviendo en Moscú, de aquellos en donde fue tan feliz bailando y al lado del único hombre a quien en verdad amó. Si bien es cierto que se fue decepcionada, triste y algo molesta de esa fría ciudad, ahora que sabía que Mikhail nunca se casó y se quedó esperando por ella, llegó a reflexionar que lo que vio esa tarde en la oficina del magnate ruso pudo tener un contexto muy diferente al que se imaginó, y quizás lo juzgó de una manera que no se merecía. Tiziano observaba a su mejor amiga perdida en sus pensamientos, y aprovechó el silencio que los rodeaba para pedirle a Dios –sí, Tiziano creía en el Todopoderoso, y mucho- que intervenga para que el encuentro entre sus dos amigos sea fructífero, que puedan retomar lo que dejaron, ahora ya sin terceros que interrumpan su felicidad. El vehículo cruzó la fuerte reja de hierro fundido y Ana reconoció los jardines frontales de la Mansión Belyayev. Nada había cambiado, por lo que volver a ver ese paisaje era como si hubiera retrocedido en el tiempo. Una lágrima rodó por la mejilla de la exbailarina y Tiziano la atrapó con su pañuelo. Ella no se había percatado que durante todo el recorrido su mejor amigo estuvo atento a su comportamiento porque no sabía cómo podría reaccionar al regresar a ese lugar donde alguna vez fue muy feliz y quería estar listo para auxiliarla en lo que fuera necesario. Ana le sonrió y Tiziano supo que ella entendió que él estaba ahí para ayudarla, por si el reencuentro no resultaba ser bueno y agradable para ella. Cuando el automóvil se detuvo enfrente de la puerta principal de ingreso de la mansión, dos hombres que formaban parte de la seguridad de la propiedad se acercaron al vehículo, abrieron la puerta e invitaron a los visitantes a ingresar a la mansión. Tiziano ayudaba a Ana a salir del auto blindado mientras los hombres de seguridad se hacían de las maletas de ambos. El ama de llaves, que era la misma mujer que tenía a cargo al personal de servicio de esa residencia hace dieciocho años atrás, reconoció a Ana y olvidándose que era una mujer rusa de carácter fuerte, abrazó a la exbailarina y lloró emocionada porque supo que si regresaba era para hacer feliz a su señor durante los últimos días de vida que le quedaban. -Gracias por regresar, querida Señorita Ana –dijo la anciana ama de llaves de la Mansión Belyayev. -Señora Anastasia, ¿aún sigue encargada de las labores domésticas de esta gran casa? –Ana acariciaba los cabellos completamente blancos de la anciana a quien recordaba con cariño, ya que ella siempre fue buena con la exbailarina. -Jamás dejaré a mi Señor Mikhail. Este trabajo me lo encargaron los señores Yuri, Alek, Nikolay y Dmitry, y cumpliré mi palabra de estar siempre al servicio del joven Mikhail, aunque ya sea un hombre de cincuenta años y yo una anciana de setenta y cinco. -Por su lealtad, será recompensada, querida Señora Anastasia –Ana se esforzó por no llorar. La escena le causaba gran tristeza, ya que los años habían acumulado en la ama de llaves tanta ternura que no pudo entregar porque no hubo niños a quienes dársela, y la exbailarina sabía lo mucho que a la ama de llaves le ilusionaba aportar en la crianza de una nueva generación de la Familia Belyayev-. ¿Estará disponible Mikhail para recibir visitas? –preguntó Ana para olvidarse de las ganas de llorar. -Para usted siempre estará disponible, querida Señorita Ana –dijo la anciana secándose las lágrimas con sus manos mientras retrocedía unos pasos para deshacer el abrazo con Ana. -No quiero que le diga que he llegado, quiero darle una sorpresa –la anciana sonrió emocionada al imaginar la alegría que experimentaría su Señor Mikhail al volver a ver al amor de su vida. -Sí, Señora Anastasia, démosle una sorpresa a nuestro querido Mikhail. Venga usted conmigo –y Tiziano hizo que la anciana se apoyara en su brazo-, lléveme ante Mikhail como si hubiera llegado solo, Ana ingresará después, cuando él esté distraído.
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