Parte 1: Capítulo 4

4159 Words
Mikhail Belyayev era un magnate ruso cuya vida cambió tras la muerte de sus padres. Él era hijo de Boris Belyayev, “el zar de la mafia”, la cabeza de una muy bien planificada organización delictiva cuyos nexos y pactos con otros grupos hicieron que fuera muy rico y poderoso, al nivel que el solo pronunciar su nombre infundía de terror a sus enemigos. Los Belyayev llevaban varias generaciones metidos en ilícitos negocios, unos más pecaminosos que otros, pero todos rindiendo grandes dividendos que los hicieron uno de los grupos familiares más poderosos de Rusia. A Boris solo le importaba hacer crecer su poder e imperio, ya que así se aseguraba ser intocable por aquellos que se atrevieran a ir en contra de él, bien por querer tener lo que Los Belyayev habían logrado o bien por venganza, ya que en el proceso de obtener lo que querían corrió mucha sangre, hasta aquella que era de inocentes. A la edad de treinta años Boris decidió que ya era hora de conocer a una mujer con la cual pudiera tener hijos y así continuar con el legado de su familia. Aunque había muchas hermosas e inteligentes féminas de donde elegir, Boris no se animaba por ninguna. Él mismo no sabía lo que estaba buscando entre esas mujeres en quienes no hallaba lo que necesitaba. Era como ir a ciegas intentando encontrar lo que le faltaba, hasta que llegó a su vida Marie Ivanova. Alexey Ivanov era un multimillonario dueño de minas de diamantes y de una cadena de joyerías que estaba siendo amenazado por pequeños grupos de extorsionadores que se habían organizado para presionar al hombre de negocios en busca de recibir un pago mensual con tal de no verse afectados los locales de sus tiendas y sus empleados con el vandalismo que los malhechores prometían ejercer en contra de ellos. Al haber quedado viudo hace algunos años atrás, Ivanov solo contaba como único familiar directo a su hija Marie, ya que en el mismo accidente en que perdió a su esposa también se le fue arrebatado su hijo mayor Stefan, su nuera y su pequeño nieto. Más deprimido que cansado, Ivanov estaba a punto de ceder a favor de los extorsionadores, pero fue aconsejado por su mejor amigo y abogado a que buscara aliarse con alguien que pudiera cuidar de sus negocios y de su hija porque debía pensar en el futuro de Marie, ya que él no era el único que había perdido a sus seres queridos en ese accidente. Así fue que Ivanov hizo de tripas corazón y se obligó a buscar un socio poderoso que pudiera ser a la vez el pretendiente de su hija. La labor no se le hizo fácil, ya que él nunca quiso obligar a ninguno de sus vástagos a casarse con alguien por conveniencia, pero la situación lo superaba y no le quedaba de otra. Todo empeoró cuando se dio cuenta que entre los herederos de familias con negocios respetables no iba a encontrar a aquella persona que proteja sus negocios y a su hija, pero al saber que no le quedaba de otra, continuó con la labor de hallar al indicado. Como cosa del destino, en una mañana en la que se encontraba realizando una inspección de sus tiendas, llega a la ubicada en pleno centro de la ciudad de Moscú y se topa con Boris Belyayev. Ivanov lo reconoció porque Los Belyayev no podían pasar desapercibidos con ese cabello tan rubio que llegaba a ser blanco y los ojos violáceos, mutación genética que a cualquiera se le antojaba exótica. A Ivanov no le caían bien los hombres como Boris Belyayev, ya que creía que un hombre dedicado a esos negocios pecaminosos solo podía ser un dechado de perdición y vicios, pero se equivocaba. Al ser Boris avisado que el caballero mayor que acababa de ingresar a la tienda era el dueño de la cadena de joyerías, decidió acercarse y saludarlo respetuosamente. Ahí, en ese primer contacto, Ivanov pudo ver en la mirada de Boris un aura de bondad que no se esperaba en un hombre de su calaña. El descubrimiento que halló en ese momento y le tomó por sorpresa hizo que demorara unos segundos en responder el saludo, el cual no pudo concluir porque una ráfaga de balas obligó a los presentes en la tienda a tenderse sobre el suelo para evitar ser alcanzados por algún proyectil que les causara heridas graves o hasta la muerte. Acostumbrado a estas situaciones peligrosas, Boris protegió con su cuerpo a Ivanov y dio la orden a su gente apostada en diferentes puntos de la calle a que contraatacaran y capturaran a los propiciadores de ese cobarde ataque. Antes de que llegara la policía o cualquier otro representante de la ley, Belyayev le pidió a Ivanov utilizar el área de la trastienda para obligar a los pocos atacantes que sobrevivieron a revelar información que le sirviera para ajusticiarlos en nombre de Los Ivanov. El varón mayor aceptó y pudo oír la sarta de golpes que les propinaron a los malhechores, ya que no se atrevió a presenciar el salvaje interrogatorio al que sometieron a aquellos que escaparon de morir por las armas de los hombres de Belyayev, pero todo daba a saber que morirían por los golpes de estos. Tras caer el silencio, Boris Belyayev sale de la trastienda y se dirige hacia Ivanov. El caballero mayor reconoció en la mirada del mafioso la oscuridad que se apodera del hombre cuando ha ido en contra de la Ley de Dios y ha matado, pero cuando empezó a hablarle pudo notar nuevamente el brillo de la bondad: ese Belyayev no era completamente malo, había esperanza para él. Boris le comunicó a Ivanov que esos hombres pertenecían al grupo que lo estaba extorsionando. El dueño de la cadena de joyerías y minas de diamantes le dio mayores alcances sobre la situación que le estaba preocupando en los últimos meses. Boris no emitió ningún comentario sobre la información recibida, así que Ivanov interpretó que lo relatado no era de interés de Belyayev, por lo que cambió de tema, invitándolo a cenar a su mansión como agradecimiento por salvarle la vida. Belyayev llegó puntual a la cita pactada con Ivanov. Por cuestiones de negocios, el anfitrión aún no había llegado a casa. Cuando las puertas se abrieron para recibir a Boris y sus hombres, la ama de llaves le dio la bienvenida y le acompañaba a pasar hacia la sala de visitas, ya que el señor ya estaba en camino, pero un taconeo apurado sumado a una suave y femenina voz llamando «papá» llevó a que su mirada se enfocara en la escalera a unos metros de él. Marie se había enterado de lo sucedido por la mañana y como no pudo comunicarse todo el día con su padre, la joven estaba al pendiente de su llegada. Al escuchar que la puerta principal se abría, la joven de apenas recién cumplidos dieciocho años pensó que se trataba de su padre, por lo que bajó rápidamente para darle el alcance. Boris se topó con la imagen femenina más sublime que había visto en toda su vida, y eso que había contemplado a muchas hermosas mujeres de diferentes etnias a lo largo de sus treinta años, pero Marie se le antojó especial, ya que pudo notar la pureza del alma de la joven sin siquiera haber intercambiado un par de palabras con ella. Marie detuvo su andar a mitad de camino de la escalera, ya que la intensidad con que Boris la miraba hizo que la joven se avergonzara y no pudiera continuar acercándose a la puerta de ingreso, en donde aún permanecía el mafioso. En eso se escuchó la voz de Ivanov saludando a Belyayev, quien por educación apartó la mirada de la joven para saludar con respeto al hombre que le invitó a cenar. Al ver a Marie parada en medio de la escalera, Ivanov invitó a su hija a bajar. La joven empezó a correr hacia su padre y se abrazó a su cintura, ya que Alexey Ivanov era un hombre muy alto, pero su hija no lo era tanto. Con mirada tímida Marie se atrevía a enfocar sus ojos sobre Belyayev, quien hacía lo mismo, pero ahora con un dejo de desinterés que entristeció a la joven al pensar que algo en ella lo desencantó, puesto que antes que llegara su padre parecía que gustaba de verla. En realidad, Boris estaba escondiendo sus verdaderos sentimientos para que los ajenos a ellos dos no se dieran cuenta de sus intenciones, ya que ser la mujer que ha capturado la atención del zar de la mafia rusa podría ser a veces no tan beneficioso que digamos. Ivanov los presentó, y con mucha educación Boris saludó a Marie y ofreció una venia ante ella. La joven le sonrió con timidez y respondió el saludo. La experiencia de vida de Ivanov hizo que se diera cuenta que entre ellos dos había nacido el interés, y tras lo sucedido en horas de la mañana, cuando pudo comprobar que Boris Belyayev no tenía un alma completamente oscura, concluyó que había encontrado al hombre que se haría cargo de sus negocios y cuidaría de su hija cuando él falleciera. Durante la cena Boris estuvo atento a los movimientos de Marie y esta se la pasó mordiéndose el labio inferior al sentirse un poco incómoda por tener sobre ella la mirada del apuesto mafioso. Porque sí, a Marie le pareció que Boris era un hombre atractivo, ya que era tan alto como su padre, pero con un mejor cuerpo por estar en sus treinta. Además, esa mirada violeta le llamaba mucho la atención, ya que era la primera vez que veía ojos como los de él, que combinados con ese peculiar cabello blanco lo hacía único, exótico. Lo mismo pensaba Belyayev de la joven Ivanova, ya que no era común encontrar mujeres de ojos verdes en Rusia, en donde el azul en diferentes tonalidades es lo que abunda. Él se la pasó tratando de descifrar la manera de llegar a ella, sin saber que Ivanov minutos después le ofrecería el medio para estar cerca de ella y así conocerla. Boris Belyayev y Alexey Ivanov eran hombres de palabra, así que no tuvieron que firmar un contrato para que quede claro que el matrimonio entre Belyayev con la joven Ivanova respondería al interés del empresario joyero de tener alguien que se hiciera cargo de la protección de sus negocios y luego de la gestión de los mismos, cuando la edad del retiro llegue para él. Asimismo, Ivanov dejó en claro que le entregaría toda su fortuna con la condición de que cuidara y protegiera a su hija hasta el último día de vida de esta. «No te voy a pedir que la ames porque eso es algo que quizás no puedas prometer en estos momentos, pero sí te pido que siempre la respetes. Ella es un alma pura, lo mejor y más preciado que tengo, así que valórala porque sé que un día ella será de vital importancia para ti», dijo Ivanov casi pronosticando el futuro con sus últimas palabras. La boda Belyayev-Ivanova se realizó un mes después de que el mafioso y la joven se conocieran en esa cena de agradecimiento que el padre de ella ofreciera tras haber sido salvada su vida. Durante los seis primeros meses de matrimonio, Belyayev puso todo de sí para conquistar el amor de Ivanova. La joven era de temperamento suave y carácter dulce, lo que hizo que fuera más fácil conocerla y reconocer lo que la sorprendía, cautivaba y enamoraba. Pero el mafioso a veces demostraba rudeza, malhumor y desinterés, propios de la vida que había visto desde niño y que al ser un hombre ya tenía varios años experimentando. Sin embargo, los malos gestos, los gritos y la molestia que expresaba no eran ocasionado por estar descontento de tener a Marie en su vida, sino porque no quería que ella se diera cuenta de la verdadera procedencia de su dinero. Aconsejado por su ahora suegro, Belyayev decidió ser sincero con su joven esposa y contarle la verdad de la riqueza de su familia al cuarto mes de casados. Al principio la joven se sorprendió al reconocer que estaba casada con un mafioso, un hombre peligroso cuya riqueza provenía de negocios desarrollados sin un ápice de moral, fuera de la ley, quizás hasta haciendo daño a muchos inocentes, pero en esos pocos meses de matrimonio, Marie ya se había enamorado de Boris, y por más que su cerebro le decía que se aleje de él, le hizo caso a su corazón que le pedía que no se apartara de él jamás. Tras decir la verdad, Belyayev se deshizo de la pesada carga que llevaba sobre sus hombros y ya no tuvo mal carácter ni exabruptos delante de su joven esposa, por lo que pudo dedicarse por completo a enamorarla, algo que no se había dado cuenta que ya había logrado por estar pendiente de sostener la mentira sobre la procedencia de su fortuna. Así fue como al sexto mes de matrimonio, Boris y Marie Belyayev consumaron su matrimonio, descubriendo que además de sentir atracción física y admiración por la belleza de sus almas, el deseo y la pasión eran fácil de despertar entre ellos, y que tenían una gran afinidad en lo s****l, por lo que se complementaban bien en todo aspecto de la vida matrimonial. Poco tiempo pasó para que llegara la noticia del embarazo de Marie y para que naciera Mikhail: un hermoso bebé de cabellos blancos y ojos violetas como los de su padre y todos sus ancestros Belyayev. El amor creció en ese hogar y Mikhail pudo tener una mejor vida que la que experimentó su padre, por lo que desconocía de la crueldad del negocio ilegal de Los Belyayev. A la madre no le gustaba que el hijo creciera en la ignorancia, pero el padre, desde que vio a ese pequeño reflejo suyo entre los brazos de su amada, alimentándose de los pechos en los que a él le encantaba quedarse dormido, quiso una mejor vida para su hijo, por lo que había planeado dejar los negocios que lo ataban con la mafia y dedicarse solo a los heredados por Alexey Ivanov. Todo hubiera salido perfecto y Boris Belyayev hubiera sido libre de la única vida que conocía hasta que encontró a una joven Marie Ivanova, pero ese no era su destino. Giovanni Caruso era el mafioso italiano con mayor presencia en su país. Desde varias generaciones atrás, Los Caruso añoraban volver a tener en Italia el control del negocio de abastecimiento de estupefacientes y armas que Los Belyayev controlaban. Bajo el manto del engaño, la familia italiana proveniente de Palermo se presentaba como amiga de los zares de la mafia rusa, pero en realidad estaban esperando el momento para dar la estocada y quedarse con todo. El deseo de dejar atrás los negocios ilegales fue el momento que Giovanni Caruso aprovechó para concretar el plan que su familia llevaba décadas tramando. La hermosa vida familiar que llevaba con su amada Marie y su hijo Mikhail hizo que Boris bajara la guardia y no viera la traición de Los Caruso como la de pequeños grupos de la mafia rusa que querían emerger como grandes facciones contrarias a la organización que lideraban Los Belyayev. Cuando Mikhail tenía doce años, Marie y Boris planearon un viaje para visitar a Alexey Ivanov, quien se había mudado provisionalmente a los Estados Unidos por una intervención quirúrgica que le harían para corregir una falla cardiaca. Ambos viajarían en el jet privado de la familia, pero Mikhail no iría con ellos, ya que tenía un compromiso deportivo con su escuela, por lo que el jovencito viajaría una semana después acompañado por la ama de llaves. Mikhail había ido al aeropuerto a despedir a sus padres. El avión despegó, pero a los dos minutos estalló en plena elevación. Mikhail vio arder el transporte en donde iban sus amados padres, de quienes no quedó rastro alguno por la magnitud de la explosión. Los hombres de Los Belyayev solo atinaron a alejar del lugar del atentado al aún muy joven Mikhail para protegerlo, así que se dirigieron al bunker que tenían en los almacenes al sur de la ciudad. Mikhail podía escuchar el tiroteo que había iniciado varias horas atrás entre los hombres que apoyaban a su padre y aquellos que acababan de lograr el objetivo de matarlo. Él lloraba la muerte de sus padres, ya que con el transcurrir de las horas se había dado cuenta que nunca más volvería a ver los hermosos ojos de su madre ni a sentir sus caricias mientras lo arrullaba. Tampoco escucharía la voz de su padre relatándole aventuras que él pensaba que eran parte de la imaginación de su progenitor, pero que en realidad eran anécdotas de la vida peligrosa que había experimentado en su juventud. Se sentía temeroso al no saber qué ocurriría con él más allá de salir vivo de esa situación que lo tenía encerrado en la habitación más segura, ubicada en lo más profundo de ese bunker. Después de unos minutos se percató que el intenso ruido que le hizo apretar sus orejas lo más fuerte posible con sus manos para enmudecer el sonido de la batalla que se había iniciado entre esos dos grupos, había desaparecido. Alguno de los dos bandos había ganado y esperaba que sea el de los que apoyaban a su padre, ya que temía que, si los contrarios a él habían vencido, estos se ensañarían contra él al ser un Belyayev. La tenue luz que iluminaba el exterior de la habitación dejó ver unas sombras, luego la puerta gruñiría al ser abierta, dejando ver la silueta de un gigantesco hombre que sostenía una ametralladora en uno de sus brazos, mientras que con el otro empujaba la pesada puerta de hierro. Las figuras de otros tres hombres aparecieron detrás de la primera, y las cuatro empezaron a avanzar hacia él. Aún no lograba ver sus caras, pero pudo sentir alivio cuando notó otras cuatro siluetas más pequeñas y delicadas detrás de las cuatro primeras que eran enormes. Una de las sombras del segundo grupo se adelantó a las primeras y rozó la luz de la noche que ingresaba por una pequeña ventana colocada como un punto de ventilación. Mikhail pudo ver unos ojos, azules como el cielo, llenos de tristeza y una sonrisa que le pedía que confiara. Era una mujer, a la cual reconoció como Ivana Baranova. Yuri Baranov, Alek Belov, Nikolay Veselov y Dmitry Smirnov, los cuatro líderes que respaldaban a Boris y se les conocía como Los Cuatro Puntos Cardinales del Imperio Belyayev, habían llegado para ayudar al hijo de quien fuera más que un líder de la mafia: el amigo, el hermano mayor Belyayev. Los Belyayev ayudaron en diferentes lugares, épocas y circunstancias a los Baranov, Belov, Veselov y Smirnov, sacándolos de la miseria en la que se encontraban, la cual no solo era económica, sino que en algunos casos la falta de dinero se mezcló con la depresión y los vicios. Ese lazo, que superó el agradecimiento para convertirse en amistad, pasó de generación en generación, por lo que Boris, al ser mayor por unos años, era como un hermano modelo para Yuri, Alek, Nikolay y Dmitry. La noticia del ataque que sufrió Boris junto a Marie y que provocara la muerte de ambos los alertó e hizo que dejaran todo lo que estuvieran haciendo para ir a socorrer a Mikhail, a quien querían como a un sobrino. Sus esposas, Ivana Baranova, Olenka Belova, Masha Veselova y Katrina Smirnova no dudaron en treparse a los helicópteros o jets en los que sus esposos irían para salvar a quien ya consideraban su nuevo líder, ya que al ser un niño las cuatro mujeres acertaron en la idea de que en ese momento necesitaría el consuelo y el apoyo de una madre. Mikhail se aferró al cuello de Ivana y rompió en llanto. Mientras abrazaba a esa mujer a quien la quería como si de su tía se tratara, llamaba a sus padres, pidiéndoles que no lo dejen solo. Las otras tres mujeres lloraban en silencio y a los cuatro enormes y fuertes hombres se les partía el alma al ver a ese niño, que por tantos años vivió feliz, ahogándose en la más amarga tristeza. Yuri, el más alto y fuerte de los cuatro hombres, cargó en sus brazos a Mikhail. Ivana, su esposa, colocó una manta sobre el aún niño. Las otras tres parejas se acercaron a él para limpiar sus lágrimas y dejar besos en su frente. Es verdad que no es costumbre rusa demostrar afecto, pero en ese momento era necesario abrigar el corazón de Mikhail, más cuando fue testigo del atentado que acabó con la vida de sus padres y luego fue perseguido por experimentados sicarios que buscaban acabar con su vida como lo hicieron con las de sus progenitores. Los Cuatro Puntos Cardinales se hicieron cargo de acabar con los grupos renegados y tomaron el control del Imperio Belyayev mientras Mikhail era instruido para que sea el nuevo líder de la organización. Lo sacaron de Moscú y lo llevaron a la ciudad de Jabárovsk, en donde Los Veselov residían y desde donde se encargaban de toda el ala este del país. Ahí creció al lado de Pavel y de Lena, los hijos de Nikolay y Masha, quienes lo trataron como un hermano, conservando el cariño que sus padres, los padres de estos y así varias generaciones atrás experimentaron al igual que ellos. Para Mikhail fue chocante enterarse del verdadero negocio de su padre. Al principio generó sentimientos de desprecio y repulsión por Boris, ya que lo culpaba de la muerte de su madre y la suya propia, pero el resentimiento no le duró mucho cuando también se le reveló el plan que había creado para abandonar esa vida ilícita, para que él no tuviera que heredar los negocios ilegales de su familia paterna. Mikhail reconoció que en su padre había una semilla de bondad que nunca se marchitó por más que anduviera de la mano con la maldad y la oscuridad, y entendió que esa luz en él también la pudo ver su madre, por lo que se enamoró perdidamente del líder Belyayev. Dejando a un lado los sentimientos de decepción, Mikhail buscó conocer a fondo todo lo que incluía el Imperio Belyayev, descubriendo la red de venta de drogas y las fábricas de armas y municiones de diverso calibre cuyo mercado eran las otras mafias que se desarrollaban en diferentes lugares del planeta. A Mikhail le alegró saber que su padre nunca traficó con personas, ya que ello habría ido en contra de todo lo que su madre le había enseñado sobre el respeto por la libertad del prójimo. Nikolay le comentó que a Los Belyayev y a las familias de Los Cuatro Puntos Cardinales nunca les gustó la idea de secuestrar personas, alejándolas de sus hogares, para ser vendidas u obligarlas a trabajar realizando actos en contra de su voluntad, como la prostitución, o para tomar de ellas sus órganos vitales, ya que el mercado n***o de este tipo crecía cada día más y más ante la demanda de material para trasplantes. «Solo comerciamos con productos que no tienen consciencia ni voluntad, como las drogas y las armas. No te voy a negar que hacemos mucho daño con ellas, pero no obligamos a nadie a consumir ni a usarlas, así que todo queda en la libertad de quien las compra», señaló Nikolay, con lo que le quedó en claro a Mikhail que algunos mafiosos también saben de moral. Al cumplir la mayoría de edad, Mikhail recibe de Los Cuatro Puntos Cardinales el liderazgo del Imperio Belyayev y es reconocido como el nuevo “Zar de la mafia rusa” por todos los grupos que operan en ese país, así como por aquellos de otros países en donde Los Belyayev tenían negocios. Los líderes de cada grupo, cartel o clan mafioso del mundo se acercaron a presentar sus saludos y a renovar el lazo comercial y de respeto con Los Belyayev. Ahí fue que, al observar a los diferentes líderes de las organizaciones delictivas más grandes del planeta, Mikhail entendió por qué su padre no quería que él se inmiscuyera en ese mundo: esos hombres traficaban con tierras, con personas, con las consciencias de los políticos y hacían daño al pueblo más allá de venderles la porquería de la droga o el terror del armamento, y no había en sus miradas ninguna marca o señal de arrepentimiento. Tras ese día de recibir a tanto delincuente de alto rango, decidió hacer realidad el plan de su padre y dejar atrás los negocios de la mafia y la historia oscura de Los Belyayev.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD