Parte 1: Capítulo 3

2771 Words
Al salir de la mansión, los agentes de seguridad le ofrecieron una mirada de tristeza. «La vamos a extrañar, Ana san», soltó el mismo joven que al ingresar a donde fue su hogar le manifestó su sentir por lo que ocurría con su familia. Ana respondió las palabras del joven con una sonrisa y sin esperarlo, vio como esos hombres se posicionaban enfrente de ella y le ofrecían una reverencia de 90° grados, una de profundo respeto. Ella les agradeció el gesto y les pidió que se cuidaran, así como a sus familias. El que era el chofer le ofreció llevarla a donde ella hubiera pensado ir, pero Ana se negó alegando que ella ya no era la señora de esa mansión y, por lo tanto, ya no debía hacer uso del vehículo designado al transporte de la familia. Para dejar más en claro la situación, levantó su mano izquierda y le mostró al chofer la marca en su anular izquierdo que habían dejado el anillo y la alianza que acababa de devolver a quien un día le juró amor y le prometió cuidar de ella y protegerla hasta los últimos días de su vida. El resto de hombres también se percataron de ese detalle y solo pudieron sentir pena al ver partir a esa bonita señora extranjera que siempre demostró tener un buen corazón al tratarlos bien, como seres humanos que ella consideraba y apreciaba por la peligrosa y sacrificada labor que hacían por ella y su familia. A uno de los custodios se le ocurrió pedir un taxi para Ana. Ella agradeció el gesto y fue acompañada por el joven hasta el portón principal. Ahí el agente de seguridad que la atendió primero lucía tan apenado como los que dejó atrás. Este hombre le ofreció una reverencia de 90° grados sin decir ni una palabra y ella agradeció el gesto con un ligero asentimiento de cabeza. Al llegar el taxi Ana se subió en silencio, mientras que el taxista y el custodio guardaban las pocas pertenencias de la señora en la maletera del vehículo. Tras encender el motor y salir de esa zona residencial exclusiva, el taxista le preguntó a Ana a dónde la llevaría. Ella no tenía idea de a dónde ir para refugiarse en ese momento en que sentía una gran necesidad de dejarse caer y llorar por el roto corazón que, si aún latía, era porque a sus treinta y ocho años era una mujer aún joven, fuerte, con buena salud, aunque Ichiro la acababa de tildar de vieja. Buscando hoteles en su celular decidió ir a uno cinco estrellas cuyo propietario era compatriota suyo y sabía que ahí iba a ser recibida y atendida con suma discreción, ya que no quería que se sepa que había sido echada de la Mansión Furukawa. Otro rasgo de la personalidad de Ana era que nunca aprendió a lidiar con el qué dirán, por eso le preocupaba mucho que se entere el círculo social alrededor de Los Furukawa lo que habían hecho con ella. En ese momento no podía simplemente irse y dejarlo todo -como alguna vez hizo cuando le rompieron el corazón y ese hecho se tornó en un escándalo- porque no tenía ni la menor idea de qué sería de su vida, qué haría para mantenerse y sobrevivir, ya que desde que se casó con Ichiro, Ana dejó de trabajar. Después de indicar el lugar a dónde quería ir, llamó a la única persona con la que podría encontrar consuelo y consejo, aunque sea a través de una fría y distante conversación telefónica. -Amada Ana, pensé que aún estabas en Mendoza –contestó Tiziano sorprendido al ver el prefijo telefónico de j***n. -Me vi obligada a regresar antes, pero creo que mejor no debí venir –las tres últimas palabras las soltó con la voz quebrada. Tiziano inmediatamente dedujo que algo malo le había sucedido a su amiga. Él estaba al tanto del pedido de Ichiro de mantenerse alejados por un tiempo mientras este aclaraba sus sentimientos, así que supuso que por ahí decantaba la tristeza de su querida amiga. -¿Qué te hizo ese tipo cara de gato roñoso? –a Tiziano nunca le cayó bien Ichiro porque sabía cosas de este que Ana nunca quiso oír. -Me pidió el divorcio –dijo Ana con la voz en calma-. Claro que primero me expuso sus motivos, los cuales radicaban en mi falta de experiencia en el sexo y que estoy próxima a cumplir cuarenta –a Ana le empezaba a causar gracia que esos sean las razones para acabar con un matrimonio de dieciocho años. -Pero si es por eso, él es el culpable de que no seas buena en la cama. Cuando te conoció te halló virgen, inmaculada y completa –Ana sonrió por lo gracioso que le sonó la descripción que dio su amigo, más por la voz tan formal que utilizó-, así que él debió enseñarte bien para que satisficieras sus necesidades y más oscuros deseos. Él es el imbécil incapaz. Y por el otro lado, ese qué se cree, ¿un crío de pecho? Es diez, no seis, no siete, diez años mayor que tú, ¿y te califica de “vieja”? Ese infeliz es un grandísimo hijo de p… -Tiziano iba a terminar el insulto, pero Ana lo interrumpió. -Pero lo que me dijo y pidió no es el problema. No voy a negar que me duele, pero no es lo que me tiene así de triste –Ana empezó a llorar sosteniendo su celular y escuchando a Tiziano pedirle que se calme-. Regresé a la Mansión Furukawa para hablar con mi hijo, ya que me habían llegado rumores de que estaba saliendo con una mujer veinticuatro años mayor que él –la quijada de Tiziano cayó al suelo de la impresión de que ese muchachito de apenas dieciocho años estuviera relacionándose con una mujer que resultó ser mayor que su madre-, pero cuando le pedí que por mí, por su madre, se aleje de esa mujer que no le va a hacer ningún bien, me dijo que yo no era nadie para pedirle eso, que no era su madre y me echó de la mansión. Tiziano, mi hijo me ha negado como su madre, ¡tengo el corazón roto en mil pedazos! –el mejor amigo de Ana no podía creer que ese dulce niño se haya convertido en la misma basura que su padre. «Bueno, el dicho “de tal palo, tal astilla” se cumple aquí si es que el tierno Taro resultó ser una porquería de ser humano como su progenitor», pensó para sí Tiziano sin saber cómo calmar el llanto de Ana. Él conocía sobre el triste pasado familiar de su amiga y cómo la ilusión de construir la propia llegó a ella cuando se casó con Ichiro y crio a Taro. El amor por ese joven no era solo porque lo había cuidado desde que era un bebé de apenas seis semanas de nacido, sino porque sería el único hijo que tendría por la negativa de quien fuera por dieciocho años su esposo de no tener más vástagos. Ana había puesto en Taro todo su amor maternal, pero este se encargó en un par de minutos en destruir la relación que habían forjado basándose en el amor que supuestamente entre ellos existía. -Anita, no llores, por favor –rogaba Tiziano, a quien se le rompía el corazón al saber que la pobre estaba destrozada y encima sola en esa ciudad tan grande y fría, aunque estuvieran en temporada veraniega-. Está bien, no tengo de otra. Voy a tu encuentro, amada Anita. Le voy a pedir ahorita mismo a Kevin que me consiga como sea un jet privado para estar ahí contigo. Si vas a pasártela llorando, no será sola, lloraré contigo, yo, tu amiguis incondicional. Tras cortas la llamada, el taxi llegó al destino indicado por Ana y se dispuso a bajar de este para ingresar al hotel de Leonardo Berlusconi. Para fortuna de Ana, Berlusconi se encontraba en el vestíbulo junto a su asistente, a quien le indicaba las renovaciones que se harían al diseño arquitectónico de esa área. Cuando la vio, el magnate argentino dejó a un lado todo lo que estaba haciendo para acercarse a saludarla. -Anita, este va a ser un grandioso día a partir de este minuto en el que puedo gozar de contemplar tu belleza –Leonardo Berlusconi era un casanova que nunca se casó porque no concebía la idea de tener en su cama a una sola mujer hasta que la muerte los separe, pero vivía deslumbrado por la belleza, no solo física, sino también de alma, de Ana. -Gracias por tus palabras, Leonardo. Necesito tu ayuda, amigo –Berlusconi sabía muy bien que si Ana estaba ahí y le pedía ayuda era porque en verdad la necesitaba, ya que él, al igual que Tiziano, sabía algunos secretos oscuros y turbios de Ichiro Furukawa, por lo que sospechaba que Ana estaba pasando por un mal momento, más cuando notó que había estado llorando. -Por supuesto, Anita. Primero te llevaré a tu suite. Y no te preocupes por registrarte, que no es necesario –y la llevó hacia el elevador para ir al último piso y mostrarle la que sería su habitación. -Leonardo, por ahora no tengo cómo pagar mi estancia en tu hotel, pero mi amigo Tiziano está en camino y él me prestará el dinero necesario para cubrir mis gastos desde hoy hasta la fecha que me retire de tu hotel –Ana se sentía muy apenada, pero Leonardo Berlusconi, por más coqueto y enamorador que se mostraba con ella, siempre le había inspirado confianza. -Por favor, Anita, lo que acabas de decir me ofende. Para ti, todo en este hotel está disponible, a tu servicio. Todos tus gastos corren por cuenta de la casa. Estate tranquila, solo descansa, relájate y reponte para que esos lindos ojos tuyos no luzcan melancólicos –y las puertas del elevador se abrieron, dando paso a la suite presidencial. Berlusconi tomó la maleta con una mano y con la otra la cintura de Ana y la llevó a ingresar a la habitación más exclusiva de todo el hotel de cinco estrellas. Ana iba a protestar porque le parecía un exceso que la hospedara en la mejor suite, pero Berlusconi la detuvo-. Ni te atrevas a decirme que me estoy excediendo. Las mujeres con tu belleza solo se merecen esto. Ponte cómoda y no dudes en pedir lo que necesites para que tu estadía con nosotros sea de primera. Ahora te dejo porque necesito ver unos temas que tengo pendientes. Cuídate, preciosa –y dejando un beso en el dorso de la mano de Ana, Berlusconi abandonó la suite. Dieciocho horas después de haber terminado la llamada con Tiziano, su gran amigo cruzaba la puerta de ingreso del hotel de Leonardo Berlusconi. Ana sonreía al escuchar a la señorita de recepción informarle por el teléfono de la habitación sobre la llegada de Tiziano Lombardo y que este se encontraba en camino hacia la suite. Ana corrió hacia la puerta del elevador y se lanzó a los brazos de su amigo cuando este se plantó sobre el suelo de la habitación. -Anita, sigues tan ligera como en tus años mozos, cuando todos me envidiaban porque podía cargarte así –y recordando una coreografía del pasado en donde debía colocar una de sus manos cerca de la ingle de Ana, Tiziano elevó a su amiga y dio giros hasta llegar a la cama, donde la hizo descender con delicadeza. La perfecta postura de Ana, quien recordó la coreografía aprendida diecinueve años atrás, hizo que Tiziano se emocionara y empezara a aplaudir exaltado-. Perfecta y bella, ¡para mí siempre serás la prima ballerina más joven del Ballet de Moscú! -Lo dices porque me amas, ¡soy tu mejor amiga! –soltó Ana abrazando nuevamente a su recién llegado mejor amigo. -La única, amor, la única. Juré no tener amigas cuando la exasistente de mi Kevin hizo hasta lo imposible por hacer que despierte en él la atracción por las mujeres para poder quitármelo, ¡tremenda zorra desvergonzada! –Ana pellizcó las mejillas de su amigo para que borre el gesto de fastidio al recordar el incidente con la exempleada de su esposo. -Kevin te ama, Tiziano, y no hay poder humano o divino que logre separarlos porque hasta después de la muerte, él seguirá amándote y tú a él –Tiziano abrazó a su amiga, apretándola tanto que la pobre Ana tuvo que rogar para que la suelte, ya que la estaba dejando sin aire. -Gracias, querida Ana, por hacerme recordar lo fiel que es mi marido. Aunque eran un poco más de las 3 am, ambos no podían dormir por efecto del jet lag, así que Ana aprovechó en contarle a Tiziano lo sucedido y este a ponerse al día sobre las novedades en la vida de su amiga. Tras acabar una caja de pañuelos de papel, Ana se sentía más tranquila. Tiziano acariciaba los cabellos de la exbailarina mientras esta yacía sobre su regazo. En silencio, porque los llantos habían acabado, cada uno reflexionaba sobre la experiencia vivida y narrada con lujos de detalles. En eso, el celular de Tiziano sonó, era la alerta del ingreso de una llamada, la de Kevin O’brien, el esposo del mejor amigo de Ana. -Hola amor. Perdóname por no haberte lla… -Tiziano fue interrumpido cuando iniciaba la conversación con su esposo-. ¿Es una broma? –Ana puso atención al notar el cambio en el tono de la voz de su mejor amigo. Al mirar el rostro de Tiziano, este tenía un aura que era mezcla de tristeza y de miedo-. ¿Tú ya lo sabías desde antes?... ¿Cómo que a ti también te lo ocultó?... ¡Dios, no puede ser! –el llanto de Tiziano alertó a Ana, quien dejó la comodidad de la cama para andar detrás de su amigo quien lloraba sin dejar de caminar por toda la suite-. Entiendo, Kevin. Voy para allá. Voy a llevar a Ana conmigo… ¡No me digas que es una locura! Estoy completamente seguro que ella aceptará, conozco el buen corazón de mi amiga. No digas que ella va conmigo, que sea una sorpresa. Un beso, mi cielo. Te amo. Bye. -Tizi, ¿qué fue todo esto? ¿Algo malo ha sucedido? –Tiziano volteó bruscamente al salir de sus pensamientos cuando escuchó la voz de Ana. -Ani, preciosa Anita, Kevin acaba de darme una mala noticia –las lágrimas seguían recorriendo las mejillas de Tiziano y Ana se preocupó al ver a su amigo tan sentido. -¿Puedes compartirlo conmigo? Quizás que alguien te escuche y te consuele te haga sentir mejor –la dulzura de Ana con la que ofrecía ayuda para calmar la tristeza de Tiziano lo animó a ser directo con ella. -Ana, Mikhail está muriendo. La junta médica del hospital en el que estaba recibiendo tratamiento para el cáncer de pulmón que lo afecta le ha desahuciado –Ana empezó a negar moviendo la cabeza, retrocedía para alejarse de Tiziano, quien intentaba tomarla de las manos. Llevaba años sin escuchar ese nombre-. Le dan solo seis meses de vida. Ana, tú no eres una mujer rencorosa. Te conozco y sé que nunca llegaste a olvidarte de él –ella cerró los ojos y movía más violentamente la cabeza negando-. Ana, él nunca se casó, no tuvo ni tiene amante ni hijos. Mikhail se quedó solo, soñando con algún día volverte a ver –Ana abrió los ojos de golpe, dejó de negar y caminó hacia su amigo. -Repite lo que acabas de decir –le pidió con la voz entrecortada y apunto de derramar las lágrimas que se agolpaban en sus ojos. -Mikhail nunca se casó, nunca tuvo hijos, no tiene ni tuvo una amante, novia o compañera. Se quedó solo, esperando el día en que volvieras a su lado. Ana, por piedad, acompáñame a Moscú a pasar con él sus últimos días. Después que abandonaras tu carrera y partieras hacia j***n, la amistad con Mikhail se acentuó por Kevin, quien resultó ser el representante legal de sus negocios en Estados Unidos. ¿Qué dices, Ana? ¿Vamos a visitar a Mikhail? –llorando en silencio, Ana solo pudo afirmar moviendo la cabeza. Con esa respuesta Tiziano se comunicó con el piloto del jet privado que lo había llevado a Tokio para que se prepare, ya que necesitaban partir lo antes posible hacia Moscú.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD