04. El regalo

1992 Words
✧─═ Megan ═─✧ Al entrar a casa me sometí a un exhaustivo interrogatorio por parte de mi padre mientras almorzábamos, ya que no le cabe en la cabeza que Mike: el mejor amigo de mi hermano y el mismo chico por el que moría cuando era adolescente; me haya invitado a desayunar y mucho menos, que haya conseguido cambiar mi vuelo para el veintisiete. Realmente estaba molesto, lo que hacía a mi madre sonreír y regañarlo a la vez. —No puedo entender ese nuevo “interés” que tiene en ti —bufa, con el ceño fruncido, por lo que me pongo de pie y me siento en su regazo. —No lo veas de esa forma, papito. Mike es un buen hombre y quizás, tu hija pueda ayudarle a pasar las penas —bromeo, sacándole la lengua, por lo que vuelve a resoplar—. Madre, ¡apúrate! —exclamo, intentando arrancar de la fatal mirada que me da mi padre, mientras refunfuña y reclama solo. Había convencido a mi madre para que me acompañe al centro comercial, porque me sentía en deuda con Mike y como lo vería mañana, tenía que comprarle algo en agradecimiento por el pasaje aéreo, era lo mínimo que podía hacer. Lo único que lamentaba, es que todo esto fue de último minuto y el centro comercial debe estar atestado de gente y no quiero imaginar lo caótico que debe ser ir justamente hoy. —¿Ya pensaste que le comprarás? —pregunta mamá, bajando las escaleras. Niego, poniéndome de pie y dejándole un beso a mi padre en la frente. —Te amo, papito —Me despido y bufa. Mamá se acerca con rapidez y le da un beso en los labios, para tomar su bolsa, las llaves y salir tras de mí. —¿Y? —cuestiona, al subirse al auto y ponerlo en marcha. —¡No tengo la más mínima idea! —bufo y tomo mi móvil—. Le preguntare a Ray si tiene alguna idea —Escribo rápidamente un mensaje. “¿Qué se le puede regalar a Mike, que sea especial?” Su respuesta no tarda en llegar, cosa que agradezco. “Creo que me deberás un gran favor al decirte esto… :P Mike es amante de los autos, ya lo sabes. Podrías regalarle un auto de colección ;)” —Gracias, hermanito. Me has hecho el día. Te amo —Le envío un mensaje de voz. Mamá me mira de soslayo y sonríe. —No sé si alguna vez te lo he dicho, hija, pero amo la relación que tienes con tu hermano. —Es gracias a ustedes, mamita —Le guiño un ojo, justo cuando entramos al estacionamiento. Decir que el centro comercial es un caos, es poco, pero tras darnos un par de vueltas, dimos con el lugar perfecto donde encontré exactamente lo que buscaba. Me decidí por un Porsche novecientos cincuenta y nueve del año ochenta y cinco de color n***o, ya que me pareció hermoso y elegante; viene en una caja transparente y anclado a la base de color negra, con la información y el tamaño de la escala. —¿Crees que le guste? —pregunto a mamá, que está entretenida mirando algunos adornos. Se acerca a mí y lo ve, sonriendo ampliamente. —Te aseguro que le va a encantar, preciosa —Me pellizca el mentón y me guiña un ojo, para volver a mirar otras cosas. Después de que mamá eligiera algunos adornos y decoraciones, le pido al dependiente que envuelva el regalo para Mike y le agrego una pequeña tarjeta con un mensaje práctico y al hueso “Te dejo mi dirección en Miami, para que cuando nos veamos, me cobres el favor. Gracias por todo”. —Esta fue la peor idea del mundo, mamita —resoplo, mientras veo que llevamos casi una hora atoradas en un trancón. —Relájate, es típico de estas fechas —dice tranquila—. Además, ganaste dos días más con nosotros y este tiempo juntas —Nos señala—, no se volverá a repetir. —Mamá, ¿cómo dices eso? —La regaño y se ríe. —Carpe Diem, hija. —Sí, mamita, tienes razón. Carpe Diem. Después de dos horas en un trancón infernal, donde no avanzábamos nada, pero en el que aprovechamos de conversar como solíamos hacerlo siempre, llegamos a casa muy cansadas, así que decidí ir a recostarme un rato, ya que fue gracias a Mike que me levanté temprano y no desaprovecharía el descansar lo máximo posible, porque se vendrían meses duros de trabajo al regresar, sobre todo, después que el señor Morgan tome el control de la empresa. Por la noche, nos dedicamos a ver películas, comiendo palomitas de maíz, tapados con unas mantas y muy juntos los tres, consintiéndonos como solíamos hacerlo cuando Ray y yo éramos pequeños, aunque por supuesto, faltaba mi hermano. (…) Al fin llega la víspera de Navidad. No faltaron cosas por hacer en casa, ya que ayudé a mi madre con su famoso pavo relleno, porque Susan haría los acompañamientos, además de una deliciosa sopa como entrada. Yo me entretuve haciendo galletas de jengibre para los niños y embotellando el delicioso ponche de huevo que mi madre hace desde tiempos inmemoriales, siguiendo la receta familiar. Papá, se encargó de acomodar los regalos en el auto, dejándonos el espacio perfecto para guardar la comida. Cuando termino de guardar las galletas, subo a mi habitación para tomar un baño y comenzar a arreglarme como la situación lo amerita, sobre todo porque Mike estará como invitado, lo que me pone muy ansiosa. Me pongo una blusa de mangas largas, hasta media cintura en color n***o con bordados blancos, un pantalón de tiro alto n***o con caída recta, una chaqueta del mismo color y elijo unos botines a juego, con taco fino. Me maquillo dándole énfasis a mis ojos, con colores oscuros y finalizo con un labial rojo. Bajo con los regalos que le tenía a mi familia, encontrándome con mi padre que me queda mirando con el ceño fruncido, al verme bajar. —¿No te gusta, papito? —cuestiono, mirándolo con una ceja alzada y refunfuña algo que no logro oír. —No le hagas caso a tu padre, preciosa. Te ves hermosa como siempre —dice mamá, pasando por el lado y dándome una sonrisa. Cuando nos subimos al auto, mamá va contándome algunas cosas sobre el vecindario y sus amigas. Mi padre, me mira de vez en cuando a través del espejo y no dice una sola palabra, lo que me parece raro, ya que nunca lo había visto así. Al llegar, mi madre toma alguna de las bolsas y se apresura en tocar el timbre de la casa de mi hermano, quien no le tarda en abrir. —No quiero que te hagan daño, Megan —dice mi padre, llamando mi atención. Dejo las cosas que había tomado y me quedo mirándolo—. Sé que Mike es un buen chico, es casi como un hijo para nosotros, pero ahora mismo, está dolido y tú eres una mujer por la que hay que dar la pelea, hija, no eres un premio de consuelo —Me acerco y lo abrazo. —Te prometo que no dejaré que nadie me haga daño, papito —susurro, mientras le mantengo el abrazo. Aprieto los labios cuando recuerdo a Kyle y lo que sucedió en la fiesta de la empresa. —Ahora vamos, que la noche recién comienza — Le doy un beso en la mejilla, tomo nuevamente las bolsas que había agarrado antes y camino hacia la casa, encontrándome con Ray, que viene a mi encuentro, saludándome con un efusivo abrazo. (…) Estamos sentados en la sala, conversando y picoteando de las delicias que preparó Susan para antes de la cena y bebiendo del ponche que preparó mamá, mientras los niños juegan con nosotros y papá conversa animado con Ray. Cuando suena el timbre, intento no mostrarme ansiosa o desesperada por la llegada de Mike, ya que no quería a mi padre con mala cara durante la cena, sobre todo, después de lo que me dijo y en parte, tiene razón, pero mi padre sigue viéndome como una niña y no lo soy. Mantengo la conversación con Susan y mamá, que están entusiasmadas mientras les comento sobre la fiesta de Navidad de la empresa, ya que me piden que les enseñe fotografías, les cuente detalles de la decoración, las preparaciones y les comente sobre los vestidos de mis compañeras. —Buenas noches a todos —saluda Mike, deteniéndose en mí un poco más que en los demás, por lo que le sonrío coqueta, mientras nos ponemos de pie para saludar. Después de los saludos, las mujeres nos vamos a la cocina y es cuando Susan y mamá me atacan con preguntas y risitas, por la reacción de Mike al verme. —Discúlpeme, Eleonor, pero a Mike le han sentado muy bien los años —bromea, dándome un pequeño apretón en el hombro—. Vieras lo que me costó convencer a Ray para que intercediera contigo, Meg —dice entre risas. —Ya se me hacía raro que mi hermanito me ayudara —respondo—. Papá está muy reticente —Mamá se ríe y asiente. —No soy ciega y sé que Mike es un muchacho muy guapo, además, lo conozco desde siempre y sé que es un buen hombre —Agrega mamá—. Tu hermano y tu padre, siempre han sido muy celosos contigo —explica y bufo. —Pero ahora ambos están solteros, no veo por qué eso estaría mal —dice Susan—. ¿O hay alguien en Miami y no nos estás contando, Meg? —Niego de inmediato, mientras mi mente me traiciona, haciéndome pensar nuevamente en Kyle—. Entonces, no le veo el problema —Sonríe. —Ya veremos qué pasa, tampoco es que ande con el vestido de novia en la bolsa —Ambas se ríen. Comenzamos a llevar las ensaladas, el pavo y los acompañamientos a la mesa, para ponernos a cenar. La cena transcurre entre conversaciones, recuerdos y anécdotas de cuando éramos más pequeños, lo que nos hace reír en varias ocasiones. Por supuesto, las miradas entre Mike y yo, son muy evidentes, ya que se ha sentado frente a mí. Mamá y Susan se han encargado de preguntarle cosas más personales, logrando incomodarlo en algunas ocasiones, pero que me han sido de utilidad, ya que ahora entiendo que fue por Lindsay que no tuvieron hijos. —Pobre Mike, no lo atosiguen con tantas preguntas —Las regaño, por lo que me hace un asentimiento, como agradecimiento. Me pongo a recoger los platos y llevarlos a la cocina, sorprendiéndome cuando Mike me ayuda, siguiéndome los pasos. —Gracias por eso —dice, al dejar los trastes en el lavadero. —No es nada, a veces se pasan —respondo entre risas—. A mí también me tocó un interrogatorio cuando recién llegué —confieso. —Lástima que me lo perdí… Tendré que recurrir directamente a la fuente, si quiero enterarme de alguna cosa, ¿verdad? —cuestiona y le sonrío, siguiéndole el juego. —¿Hay algo que quisieras saber? —pregunto coqueta. Da un paso más hacia mí y me mira de forma intensa con esos ojos marrón que tantas veces me robaron el aliento. Mis piernas se sienten como gelatina. —¿Hay alguien a quien deba enfrentarme, para saber si tenemos una oportunidad? —pregunta e involuntariamente jadeo al escucharlo decir eso, mientras me sigue mirando con la misma intensidad. Mi mente nuevamente viaja a los recuerdos con Kyle, que, por muy patán que haya sido, me sigue removiendo algo en el estómago. Le tuerzo una sonrisa coqueta y paso por su lado, no sin antes decir, —Cuando abras tu regalo, lo sabrás.
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