Despierto desorientada, y con el cuerpo dolorido. Todo me da vueltas y siento nauseas. ¿Qué pasó? Recuerdo el dolor, todo se volvió n***o y… Recuerdo escuchar pisadas. ¿Dónde estoy?
Me levanto asustada, el dolor en mi cabeza se hace más agudo, y hago arcadas por las náuseas.
—No vayas a vomitar mi cama —la voz gruesa de un Alessander somnoliento resuena en la habitación.
La luz apagada no me deja verlo, pero escucho su respiración acompasada. Siento las suaves sábanas bajo mi cuerpo, y el calor me relaja, haciendo que me acueste nuevamente tranquila, sintiendo que estoy a salvo.
Él se remueve volteando su cuerpo, y su mano toma la mía acariciándola un poco, sobre mi estómago cubierto por las mantas. ¿Puede verme?
—¿Estás mejor? —cierro los ojos, su voz parece un arrullo calmante de to
