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999 Words
Allí está, parado frente a mí, he rogado tantas veces que él vuelva, que me busque pero sé que es imposible. Murió aquel fatídico día, y yo ahora me encuentro frente a su hermano gemelo, aquel que la humanidad teme desesperadamente y que para mi pesar es su viva imágen; Lucifer.  Sus ojos verdes me escudriñan de manera casi asaltante, siento algo de nerviosismo ya que después de todo tengo en mi alcoba al mismísimo Diablo. —Tiempo sin vernos pequeña Anael— su voz siseante me pone los pelos de punta. —Lo mismo digo Lucifer— camino hasta quedar frente a él. —Me haces frente, interesante, definitivamente te sienta tu nueva naturaleza— sonríe de lado. —¿Qué te trae por aquí?— pregunto un poco más relajada. —¿Acaso no te has enterado?— levanta una ceja divertido. Lo observo unos minutos, no entiendo a qué se refiere pero sus palabras son las mismas que Barock dijo, observo la ventana por el rabillo del ojo, me percato de que hay poca visibilidad. Extrañada me acercó aún más, neblina cae lentamente desde el cielo, las personas corren y se refugian en lo primero que encuentran y mi sexto sentido se activa, sucede algo.  La puerta de mi cuarto se abre precipitadamente cuando mi tía entra alterada, me observa y en sus ojos veo desesperación, observa unos segundos a Lucifer y luego a mí. —Debes irte Anael— me entrega una mochila con algunas de mis pertenencias. —¿Qué ocurre tía?— susurro asustada. —Vienen por tí — sentencia Lucifer a mi lado. Bajo las escaleras corriendo, siento mi ahora extraño corazón palpitar a más no poder y mis manos sudar por los nervios, la adrenalina corre con locura por mi venas y mi vista se agudiza, no tengo ni que preguntar pues sé de antemano que mis ojos brillan como dos orbes doradas. Salgo de casa, Marie corre a la par mía y Patrick nos sigue de cerca junto a Elena; Lucifer desapareció en cuanto dejé mi casa y no tengo la menor idea de dónde está. —¡¿Quiénes son?! ¡¿Qué quieren de mí?!— grito para que pueda oírme mi tutora. —No lo sabemos, pero no es normal lo que está sucediendo — grita Patrick mientras empuña una espada. En cuanto mi primo se pone en posición de ataque puedo ver como una espada arremete contra él, la imponente figura de un soldado angelical me saca de mis cabales, con enormes alas blancas y una armadura ostentosa logra hacer retroceder a Patrick mientras Elena se lanza en defensa de él. El ángel me observa seriamente, no le temo ya que no soy un mortal común y corriente, le sostengo la mirada y él se lanza contra mi. Antes de que pueda siquiera tocarme siento como me apartan con brusquedad del camino del soldado, observo a mi salvador y me encuentro con Barock sonriendo con arrogancia. —Llegué justo a tiempo ama— me deja en el suelo nuevamente. —Tú, asquerosa criatura, no intervengas en ésto. Tengo órdenes de destruir a esa híbrida— el ángel suena decidido y no puedo evitar tragar duro. —Amenadiel, hablemos como solíamos hacerlo, de una manera civilizada— Lucifer habla y sonríe con arrogancia típica de él. ¿De dónde salió? ¿Cómo llegó tan rápido? Tengo miedo, definitivamente ésto no es lo que quería para mis vacaciones. —Palabras justas pero fuera de lugar viniendo de ti, Lucifer— el ángel camina alrededor de nosotros. —¿Por qué quieres asesinarme? No he hecho nada malo — digo siguiéndolo con la mirada. —La sola idea de tu existencia ya es algo, piénsalo niña, no eres mortal, no eres ángel ni demonio, ¿Qué eres?— Amenadiel se detiene y me observa— Siento pena por ti. Sus últimas palabras me caen como balde de agua helada, me siento mal y la desesperación me invade. Quiero huir, irme lejos dónde nadie sepa quién soy ni qué soy, quiero volver a ser la misma de antes, quiero mi vida de vuelta.  El cielo ruge, escucho trompetas sonar y es estruendosa la manera en que lo hacen; algunos relámpagos iluminan el cielo gris y cubierto de niebla, Amenadiel parece recibir alguna especie de mensaje y sus alas se extienden a todo lo ancho del lugar. Nunca ví cosa igual. Da una última mirada al lugar y emprende el vuelo, en cuanto desaparece en el cielo la bruma blancuzca también comienza a esfumarse hasta ya no quedar nada y me encuentro en la difícil decisión de qué hacer a partir de ahora. Vuelvo a casa, preparo una maleta con lo necesario para irme un tiempo, no puedo quedarme y esperar a que otro soldado intente acabar con mi vida; Patrick no me acompañará, lo supe en cuanto ví su mano sujetar la de Elena. No puedo pedirle nada, sólo irme lejos y sola, quizás la compañía de Barock y Lucifer no sea tan mala después de todo. —¿Huirás?— pregunta Lucifer mirándome serio. Luce apuesto, imponente, sus alas ya no están pero el ambiente está cargado de su oscura escencia y es imposible no perderse en el verde de sus ojos. Es tan distinto a Kaia, mi ángel llenaba el lugar con una escencia neutra y muchas veces amorosa; y la peculiaridad de sus ojos– uno azul y otro verde– me hipnotizaba cuando sonreía y brillaba con prepotencia. —Deja de hacer eso— murmura. —¿Hacer qué?— pregunto. —Compararnos, yo no soy Kaiael, deja de intentar verlo a través de mi— masculla algo molesto. —Lo lamento, no puedo evitarlo, son iguales... Bueno eran. — que incómodo. El demonio frente a mí suspira resignado y desvía la mirada, estoy segura de que él también lo echa de menos, Kaia era su otra mitad, su equilibrio y a pesar del cruel destino que ambos tenían nunca dejaron que eso los enfrentara.  ¿Por qué Dios dejó que el Príncipe del Abismo castigara al Príncipe del Infierno? ¿Ese era su plan desde un principio? ¿Qué ha planeado para mí? Ni siquiera sé si es correcto enviarle mis plegarias, una parte de mí es oscura, prohibida, demoníaca. Necesito hablar con Merth y Zadkiel, necesito ayuda, necesito... Poner en práctica lo que he aprendido, si pude invocar a Barock sin siquiera quererlo, entonces puedo traer a dos ángeles.  
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