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945 Words
—¡Quiero saber la verdad!— exijo a ambos ángeles. No me fué dificultoso traerlos a mi habitación, ni siquiera tuve que realizar alguna especie de invocación, ritual u oración para ello. Con sólo nombrarlos ellos aparecieron frente a mí y me hace pensar que siempre están cuidando de mí, incluso más de lo que deberían. Sé que son buenos amigos pero en éstos momentos no puedo hacer otra cosa más que gritarles y pedirles explicaciones, ¿Por qué no fueron ellos los primeros en advertirme? De no haber sido por Lucifer probablemente yo no estaría aquí en estos momentos. Zadkiel y Merth me observan con cautela, supongo que intentando usar las palabras adecuadas para explicarme qué es lo que está pasando realmente, ¿Por qué de repente el Cielo intenta asesinarme? ¿Acaso no gané el derecho de vivir mi vida sin contratiempos? ¿No les fué suficiente arrebatarme a mi hermano y a mi querido Kaia? Definitivamente no estoy dispuesta a dejarme cazar cual animal, no voy a darles la espalda, si quieren pelea pues la tendrán. —Escucha es algo complicado— comienza Merth. —Los Principados recibieron órdenes de eliminarte ya que no eres un ser común y corriente— habla Zadkiel— Sabes que eres diferente, eres parte demonio. —Y parte ángel— mascullo furiosa—¡Soy una de ustedes y están traicionandome! —¡Pero también eres un ser que debemos destruir! — Merth habla—Ponte en nuestro lugar, ¿Cómo proteger a alguien que al mismo tiempo es nuestro enemigo? —Me conoces Merth, jamás les haría daño— suspiro. —Lo sabemos, pero no todos lo ven así— añade Zadkiel. —Para los superiores eres una criatura peligrosa y antinatural— Merth intenta decirlo de una manera menos chocante. La habitación rebosa de silencio, mi mente intenta comprender lo que está ocurriendo, de todas las criaturas del mundo tuve que convertirme en un híbrido, gracias padre. Siempre voy a echárselo en cara, aunque ahora ni siquiera lo vea. —Yo libre nunca voy a ser— susurro. De pronto la estructura de la casa se estremece, puedo sentir como cada parte de la construcción se mueve y se agrieta desde dentro. Observo a todos lados asombrada, los ángeles que me acompañan extienden sus alas y me hacen una señal para que los siga. Bajamos las escaleras de la casa con sumo cuidado, Barock se encuentra apoyado contra la pared y pensativo, en cuanto olfatea mi escencia voltea a verme y espera a que diga algo. Ruidos en todo el techo, rasguños, el batir de alas e incluso murmullos en una extraña lengua, quizás una que ya no exista y si tengo que adivinar creo que Arameo. ¿Cómo lo sé? No tengo idea, es una de las tantas cosas que se incorporaron de manera natural cuando dejé de ser humana, cuando dejé de ser yo. De pronto las ventanas estallan, los vidrios de las mismas vuelan por doquier y Zadkiel me protege envolviéndome con sus enormes y blancas alas, afuera una fuerte ventisca ataca la ciudad y sabemos que es de orígen paranormal. —Debemos irnos, son demasiados— advierte Merth. —Concuerdo con el pollo— habla Barock. Ese apodo me saca una sonrisa, solía utilizarlo Kaia para referirse a Merth o a Rafael, concéntrate Anael, no es momento de melancólicos recuerdos. —Anael, toma el auto del garaje y vete lo más rápido que puedas — Zadkiel me observa— Nosotros les haremos frente y te daremos tiempo. —¿Auto? No tenemos auto— niego confundida. —Ahora lo tienes— responde Zadkiel. Asiento decidida y me encamino a la puerta que conduce al garage, un Camaro n***o se encuentra listo para llevarme a cualquier parte, no tengo idea de dónde ha salido el vehículo y no me detengo a meditarlo, subo y espero a que mis amigos salgan de la casa. Respiro profundo y en cuanto siento el choque de espadas aprieto el acelerador y emprendo la huida. Estoy más que segura que ésto va a traerles serios problemas a Zadkiel pero sobretodo a Merth quién ya ha sido sancionado y perdió el rango de arcángel.  La carretera oscura me recibe de inmediato, siento como el corazón me golpetea como un tambor y sin descanso, el terror de ser atrapada me invade y constantemente observo hacia atrás en la búsqueda de un ser sobrenatural que intente cortar mi cabeza. Algo golpea el auto desde un lado y me lanza hacia la banquina, intento mantener el control del automóvil pero nuevamente soy golpeada haciendo que las ruedas del auto rayen con dureza el asfalto, observo hacia todos lados cuando logro frenar pero nada aparece en mi campo de visión. El cielo tiene un temeroso color rojo y violáceo a la vez, las cargadas nubes me dan miedo y los relámpagos que iluminan la oscuridad de la noche hacen que las ramas de los árboles me den uno que otro susto de muerte, el aroma en el aire es uno bastante extraño, no puedo reconocerlo pero estoy segura de que alguna vez en mi vida lo he sentido. Y sucede. Algo, o mejor dicho alguien, cae del cielo de manera estrepitosa y asombrosamente fuerte, el pavimento bajo sus pies se rompe, como si hubiera sido hecho de papel. La gran caída provoca grietas en toda la calle y el ser delante de mí se incorpora quedando de pie, sus impresionantes alas plateadas se extienden a gusto y puedo notar que son aún más grandes que las de un arcángel como Rafael o Miguel, cada pluma de plata termina en una hermosa punta color azul. Ese porte, esa armadura, la sensación de mi pecho que me advierte la verdad, y sus ojos... Sus hermosos ojos, esos peculiares ojos, azul y verde. Kaia. Frente a mí se encuentra el Príncipe del Abismo en toda su gloria y esplendor, más imponente que nunca, más atractivo que nunca y con la expresión más inescrutable que he visto en mi vida.
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