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994 Words
Salgo lentamente del auto sin despegar mis ojos de él, por su parte el ángel me observa cauteloso y con cuidado como si no quisiera perderse ningún movimiento mío. Cierro la puerta del auto, mis ojos comienzan a sentir el picor producto de las lágrimas que se agolpan en ellos, no puedo creerlo, está con vida. Intento acercarme unos pasos pero él retrocede con desconfianza y tengo la seguridad de que me atacará en cualquier momento, ¿Qué sucede? ¿Por qué me observa como si fuera una paria? ¿No me reconoce?  Antes de poder decir algo siento como una mano se posa en mi hombro derecho, volteo sobresaltada y Lucifer es quién me observa serio. —No te le acerques— susurra él. —¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué ocurre?— las preguntas salen solas de mi boca. —Kaia es diferente ahora— el gemelo maligno lo observa. —Lucifer, no tenía idea de que este tema te interesaría— habla Kaiael. —Tiempo sin vernos hermano, ¿Así es como me recibes?— Lucifer sonríe —Ella es de los míos en parte. —En todo caso también de los míos— responde. —Pero quieres destruirla— acota su hermano. Ambos gemelos elevan una ceja sosteniéndose la mirada, desafiándose. Por mi parte no puedo digerir lo que acabo de escuchar, ¿Matarme? Por Dios, Kaia vino a aniquilarme, y yo como estúpida caí redonda en su truco. Pero, ¿Por qué el ser que se esforzó en salvarle hace unos años quiere asesinarme ahora?  Kaia camina hacia nosotros, se encuentra frente a frente conmigo y no hay ni siquiera un atisbo de sentimientos. —No vine a matarla, por ahora. Necesitamos hablar — se dirige a su hermano— Llévala al cementerio municipal, allí no podrán hacerle daño. Sus alas se extienden y en un ágil movimiento se alza en vuelo y desaparece entre las nubes grises, me quedo allí de pie, observando en la dirección que se fué. No puede ser cierto, no puedo creerlo. Soñé muchas veces que él volvía pero nunca imaginé que cuando lo haría sentiría ese rechazo hacia mí y que, de alguna manera me querría muerta. El camino al cementerio es tranquilo, conduzco el auto y en verdad no sé ni cómo lo hago en realidad, en mi mente hay tantas cosas pero sobretodo, dolor. Me duele que no sienta nada por mi ya, ¿Qué sucedió? ¿Qué fué lo que cambio? Además de mí claro, ¿Será eso? ¿El cambio? Escucho el batir de alas a mi alrededor y me detengo, salgo del auto y observo el cielo, veo a Zadkiel descendiendo y la entrada del cementerio al otro lado de la calle. —¿Qué haces aquí?— pregunto cuando se acerca. —No puedes estar aquí Anael, vuelve a tu hogar, ya no hay peligro— habla el pelinegro. —¡No puedo volver! ¡He visto a Kaia, está vivo!— mascullo sobresaltada. —Lo sé— musita serio— Es por eso que debes alejarte de él. —Él no me haría daño. — niego— Además, ¿Sabias que estaba con vida? El silencio reina, mis manos se convierten en puños y siento mi respiración desigual por el enojo, ¡Lo sabía! ¡Y no me dijo nada al respecto! Paso por su lado e ignoro todo lo que dice, al otro lado de la entrada del lugar puedo ver a Kaia recargado contra un árbol viejo, esperándome. Respiro profundamente y atravieso la entrada, Zadkiel me ha seguido hasta allí pero algo evita que continúe, tal vez sea que en terreno sagrado y de descanso eterno sólo algunos ángeles y guardianes pueden pisar, es algo así como una forma de cuidar el descanso eterno de las almas.  Kaia procede a adelantarse y lo sigo de cerca, mi corazón golpetea con tanta fuerza que tengo la sensación de que se va a salir de mi pecho, las lápidas a mi alrededor me dan escalofríos y siento la presencia de más de una persona aquí, probablemente sean espíritus de los que ya han fallecido pero de igual manera me ponen la piel de gallina. —Aquí podremos hablar — Kaia se dirige a mí. Lo observo espectante, con miedo y ansiedad. —¿Qué fué lo que sucedió exactamente cuando el Abismo colapsó?— pregunta serio. —Yo, no lo sé, me sacaste de allí antes de que eso sucediera— respondo. —¿Te saqué?— pregunta revolviendo sus cabellos rubios. —¿No lo recuerdas? ¡Me salvaste!— espeto acercándome. —Recuerdo todo menos lo que ocurrió el día en que morí— suspira. —Kaia, si recuerdas todo, ¿Por qué te comportas así conmigo?— pregunto y me observa asombrado. —No siento nada por tí niña— responde súbitamente— Anael, sólo eres una criatura más para mí, ni siquiera logro comprender porque llegué a sentir afecto hacia tí. Sus palabras chocan en mi mente, se clavan como puñales en mi pecho y siento la desgarradora necesidad de llorar, las lágrimas acuden a mí e intento mantenerlas en su lugar pero no me obedecen. Él sigue sin inmutarse, como si lo que acabara de decir realmente no fuera nada importante, como si yo no fuera alguien importante. — Tengo algunas cosas que hacer, te contactaré luego— voltea extendiendo sus alas. —¿Para matarme? ¿Para eso vas a venir nuevamente?— farfullo tratando de no llorar. —Eventualmente lo haré niña, tú no deberías existir—  me observa por sobre su hombro.— Antes necesito averiguar algunas cosas. Y así emprende el vuelo y desaparece. Me dejo caer de rodillas en la húmeda tierra, la lluvia se hace presente y siento las gotas mojar mi cuerpo y mi cabello, el llanto silencioso que me permito soltar se camufla con la fría llovizna, algunos lamentos escapan de mi boca y no puedo evitarlo, tampoco quiero. Esperé demasiado tiempo para volver a verlo pero no pensé que sería de ésta manera, tan dolorosa, tan cruel. ¿Por qué Kaia? ¿Qué te ocurrió? ¿Por qué me has olvidado de esa manera? ¿Qué ocurrió realmente ese día? ¿Será el precio por haber vuelto a nacer? Lo siento más como un castigo para mí que cómo para él, no lamenta el hecho de que ya no me quiere por lo contrario, le da igual. Me apoyo en una de las lápidas y llevo mis rodillas a mi pecho, la noche me abraza y las horas pasan, de alguna manera es el mejor lugar para llorar mis penas. 
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