Para cuando los Luthor se levantaron de sus camas y pudieron ir a ser curiosos con respecto a la reconciliación de sus padres los mismos ya habían abandonado la carpa para ir a visitar al médico de Luthor.
El joven doctor le explicó con paciencia y detalle a la señora Luthor que estaba pasando con su esposo y que era lo siguiente por hacer.
Los señores Luthor salieron de la oficina del médico bastante callado y ausentes, no les habían dicho maravillas, pero no estaba todo perdido.
En cuanto Adam abrió la puerta de su casa escuchó la risa de su hija Ada, Jane caminó en dirección a la cocina y fue en busca de la pequeña, miró a su madre, a su padrastro y a sus dos hijas.
—¡Mamá!, mira quién me vino a visitar.
—No es posible, abuelo ha venido.
—Sí y trajo a la abuela.
—Papá, ¿por qué no te mueves? —preguntó Adam a Allan.
—El abuelo y Serena juegan a no respirar, entonces no se pueden mover o hablar, ni nada. —Explicó Ada.
Adam se ubicó detrás de Serena quién parecía convencida de ganar como conocía bien a su padre se dio cuenta de que el más anciano de los Luthor no dejaría que su nieta ganara si no era justo. Adam hizo monerías para que perdiera, pero no parecía siquiera desconcentrado por lo que usó su táctica infalible:
—Tienen una huerga.
—¡¡Juerga, Adam!! —Era una palabra que su padre odiaba que Adam utilizara, la empleaba mal y la pronunciaba mal, con acento, aquello le sacaba de su órbita.
—¡Sí, ganaste Serena! —Dijo Adam y la sacudió.
La niña pequeña comenzó a reír y su padre le dio varios besos en las mejillas, para variar se limpió las mejillas y le explicó que no le gustaban los besos, pero sí los aplausos por lo que se dedicaron a aplaudir como focas.
—Es trampa… pero bueno. Escorcha, abuelo —Dijo y Jane negó la cabeza antes de saludar a su suegro.
Allan sacó los confites de su bolsillo y le dio uno a cada niña, también saludó a su hijastra y con una cuchara golpeó a su hijo en las nalgas, además, les dijo a las niñas como no ser tramposas como Adam. Sabía que ya era tarde para darle el discurso a Serena, ella era una digna hija del tramposo de su padre.
—¿Qué hacen aquí?
—Solo queríamos saber si iba bien, esto… de que estén juntos —Dijo Jade y Adam asintió.
—Jane, querida necesitamos hablar —La mujer le dio un asentimiento y le acompañó para que pudieran hablar en privado.
—Serena y Ada, están listas para salir.
—No puedo hoy, vino mi abuelito —dijo Ada quien jugueteó con sus dedos sobre sus labios.
—Sí, pero me lo prometiste.
—Dije un día.
—Bueno, yo si estoy…—Jade miró a Serena y la misma volvió a tomar asiento. —Acompañando a mi abuela, por eso, no estoy aburrida.
—Para nada —Le secundó Ada quien fue a abrazar a su abuela.
—Ey, ¿chicos quieren venir conmigo?
—No sé, pensábamos ir a la playa.
—¿A qué?
—Hay chicas en trajes de baño —Dijo Jade y Adam asintió.
—Hola, Adam —saludó Cindy quién había crecido bastante, era completamente distinta a lo que Adam recordaba, ahora llevaba frenos y lucía unas hermosas ondas en el cabello. —Zack muévete.
Adam preguntó a Jade por ese par y dijo que eran muy amigos, pero sabían que eran primos, los dos asintieron y les vieron salir.
—Kyle ¿irías conmigo a pescar? —El joven siguió mirando su teléfono. —¡Eh, hijo!
—Estoy en algo, sí, nos vemos luego —dijo y salió de la casa sin siquiera mirar a su padre.
—Fingen por Jane, pero no me soportan.
—¿Te lo han dicho?
—Patrick, Kyle y Adrian, —Respondió y Jade asintió. — Drake, Karl y Zack son más reservados.
—Y las traviesas. —Dijo mirando a las chicas que intentaban amasar la pasta de la pizza.
—Creen que soy una especie de payaso con el que juegan.
Jade miró al esposo de su hija. Agotado por el trato que él se había ganado, pero no parecía culpable. No sabía si apoyarle o acuchillarle porque a pesar de su inculpabilidad parecía seguir creyendo que Jane era el sol de su universo y sus hijos los planetas que brillaban alrededor de aquel sol.
—¡¡Abuela!!
—Serena, no me grites —Dijo Jade en tono de amenaza y la pequeña asintió.
—Abuela, mi hermano me compró un ombliguero e iré a estrenarla, además me pondré los anteojos de mi mamá y me iré.
—Tú no puedes andar sola, y te castigarán si usas esos anteojos. —Salió corriendo y Adam rodó los ojos.
—Espero tener vida suficiente para que Jane no la mate.
—Sí, porque tendrás que matar a unos cuantos.
Adam fue a buscar a su hija pequeña y desobediente, le dejó ponerse una blusa de tipo ombliguero y le prometió llevarle a comprarse unos anteojos solo para ella.
—Jade, me llevaré a Serena. Ada ¿estás segura de que quieres quedarte?
—Sí, estoy amasando.
—Bueno, te traeré algo. —Dijo y besó la mejilla de su hija quien se despidió de él y de su hermana.
Adam subió al auto con la niña, se aseguró de que llevara su cinturón abrochado y puso la emisora que ella dijo, le escuchó canturrear durante diez minutos y luego fueron al pueblo más cercano jugando a las veinte preguntas.
—¿Te gusta cómo canto?
—Muy bonito. ¿Cuál es tu helado favorito?
—Vainilla, solo, sin ninguna textura. —Como a su madre. —¿El tuyo?
—No suelo comer helado.
—¿Por qué?
—No sé, no me resulta tan agradable, pero como el de vainilla porque a Jane le gusta.
En cuanto llegaron al centro comercial fueron a los juegos, Serena parecía encantada con ganar muchas tiras solo para ellos dos, porque según ella los premios estaban buenísimos, pulseras luminosas, y una cosa que parecía mocos, lo que pretendían ganar.
Los dos caminaron hacia el cine y se encontraron con uno de los mayores Luthor y su novia.
—¡Patrick! —Dijo Serena y corrió hacia su hermano mayor quien le alzó e hizo cosquillas.
—Hola —dijo Adam y la joven saludó con su mano.
—Voy a ver una película con Adam.
—¿Quién te dejó usar ese ombliguero?—El rostro de la niña cambió.
—Patrick, no se lo digas a mi mamá. —Le señaló con el dedo. —Y tú tampoco Daniela, porque si no me caerás más mal.
—Serena no es de buena educación decir que alguien te cae mal.
—Bien, me desagradará.
—Pensé que lo habíamos superado con las pulseras —La niña se quitó el cabello del rostro y miró ceñuda a su cuñada.
—No soy Ada —dijo y su hermano la puso en el suelo. —Bueno. Adam, ¿veremos la película o qué?
—Adiós muchachos. —Dijo y siguió a la pequeña quien correteaba.
Después de una película animada le llevó a buscar anteojos, y se tomó más tiempo que Jane, por lo que compró seis para cada niña, y unos para su esposa.
Los dos volvieron a la casa y fueron en dirección a la sala.
—Llegó mi sobrina consentida.
—¡Tío Dereck!
Adam observó a su esposa sentada justo al lado de su mayor competencia, a su hija sentada sobre su pierna y a la otra pequeña corriendo para abrazarle, parecían aquellos cuatro más una familia que ellos, todos están hablando y riendo con el cómico y agradable Dereck Betancurt.