Capítulo 12

2179 Words
Marco Antonio iba tras ella y al verla así tan intranquila, se preocupó. No le gustaba verla así. No era feliz, si ella no lo era. —¿Estás bien amor? . Preguntó Marco Antonio sentándose a orilla de la cama, muy cerca de ella. Tomo su mano y la acarició con dulzura. María Elena seguía mirando al techo y antes de responderle, pensó mil veces, por miedo a contar más de lo que debía —La verdad, no. No me esperaba que se presentara. Respondió reprimiendo las ganas de llorar. —Creo que deberías hablar con él. Dijo él consiguiendo al fin que lo mirara. María Elena lo miró extrañada, como si lo que había dicho era algo que no tenía que hacer, algo que en realidad no quería hacer. ¿Cómo podría hablar tranquilamente con el hombre que la abandonó, que la dejó tirada en los peores momentos de su vida y con un bebé? No, simplemente, no estaba en sus planes. Se sentó en la cama, quedando justo a su lado, echó la cabeza en su pecho y Marco Antonio, pasó su brazo izquierdo por encima de sus hombros, pegándola a él mucho más, queriendo sentir todo lo que ella estaba sintiendo en ese momento. Queriendo entender lo que pasaba por su mente. Queriendo saber . ¿Qué pasó en ese turbio pasado que no la dejaba ser feliz como se merecía de una vez ?. —Sabes que estoy aquí. ¿Verdad?. Solo con esas palabras, consiguió que María Elena se desahogara y, tenía claro, que el pasado, pasado era, pero que había momentos en que volvía y lo mejor era enfrentarse a él con fuerza. Solo así conseguirá deshacerse de todo el miedo que sentía. Miedo a perder al amor de su vida cuando se enterase. —Gracias . Susurró ella. —Quiero saber que pasó. Quiero que confíes en que nada me hará cambiar mis sentimientos hacía a ti. Declaró para darle más fuerzas—. Con todo lo que nos ha pasado. ¿Tú crees que un secreto de tu pasado hará que te deje? Estás loca si piensas eso. —Es una historia muy larga Toño. Suspiró vencida. —Tengo todo el tiempo del mundo. Estaba nerviosa y él lo notó, al ver como se retorcía los dedos de las manos. Agarró sus manos, y se las llevó a sus labios para que parase o se haría lastimaria . Le sonrió y le robó un pequeño beso. —Rolando y mi hermano… —Comenzó a narrar mirando al suelo—Vendían sustancias estufacientes y yo les ayudaba y… Bueno. —Suspiro Estaba siendo muy difícil para ella—. Yo consumía. —Se calló de pronto, pues el nudo que tenía en la garganta no la dejaba seguir. Marco Antonio no podía hacer más que abrazarla y hacerle ver que lo peor ya había pasado y que ya, después de esa confesión, ya nada podría ser peor que eso. No la iba a dejar como le afirmó y mucho menos por algo que pasó hace tantos años. —Mis padres lo pasaron muy mal. —Hablar de sus padres, especialmente de su padre, hizo que lágrimas cayeran por sus mejillas, llenando todo de un dolor insoportable. —Cálmate amor. No sigas si no quieres, ya sé más de lo que quería saber. Expresó Marco Antonio secando sus mejillas y ella negó. —Tengo que seguir. Necesito sacar todo esto que me ahoga. Respondió—. Mi vida era eso, mi adicción se convirtió en mi mundo y llegué a robar e incluso a conseguir dinero fácil para poder consumir —decía entre sollozos —. Todo por su culpa. Cuando me quedé embarazada, estaba mal, muy mal y casi pierdo a Frank. Se lo dije a Rolando y me dijo que no era suyo, que podría ser de cualquiera y después de eso, no volví a verlo. Hasta ahora —recalcó esto último entre dientes—. Los médicos me dijeron que mi vida y la de Frank, corría peligro y por eso me metí en un centro de desintoxicación y hasta hoy. —Seguía llorando, abrazada al hombre que amaba con todas sus fuerzas. Se había quitado un gran peso de encima, pero aún tenía el miedo metido en el cuerpo. No podía dejar de comerse la cabeza, pensando si Marco Antonio la dejaría después de confesarle la verdad. Le dijo que no, que jamás la dejaría y menos por algo que pasó hace años. —¿Sabes? Estoy muy orgulloso de ti. Dijo Marco Antonio —¿Por qué? Todo lo que hice en mi vida, fue cometer errores que, lo único que han conseguido es hacerle daño a todos los que me rodean. Expresó con tristeza. —No seas tan dura contigo amor. Yo estoy orgulloso de ver en la mujer que te has convertido. Una mujer luchadora y que consiguió salir de lo peor de su vida por su hijo, por verlo crecer, verlo convertirse en un hombre . Dijo él mirándola fijamente—. Si pensabas que después de saberlo te iba a dejar, lo único que has conseguido es hacer que te ame aún más. La emoción que sintió al oírle decir eso, fue como un soplo de aire fresco, algo que nunca iba a olvidar, algo que había conseguido hacerle ver lo mejor de ella e incluso lo mejor de su pasado. Sí, fue adicta, fue liberal e hizo de todo, pero la llegada de su hijo, de ese niño que consiguió sacarla de ese infierno, consiguió darse cuenta del error que estaba cometiendo. Casi muere, casi hunde su vida en la miseria y resurgió como un ave fénix de entre sus cenizas. Después de todo, no podría odiar con tanta fuerza a Rolando. Sus miradas estaban conectadas, al igual que lo estaban sus corazones. Poco a poco, se iban acercando, hasta por fin rozar sus labios con hambre, con deseo. Un deseo incontrolable. Entonces, el teléfono móvil de María Elena comenzó a sonar, avisándola de la llegada de w******p. Se separó de él con desgana y lo cogió. Era de Mariana, así que directamente abrió la aplicación para leer su mensaje. —Hola amiga. ¿Cómo estás ? —Hola, te iba a escribir ahorita, quiero que vengan a cenar a mi casa, está noche. —Esta bien. ¿Cómo ñ a qué hora amiga ? —Como a las ocho —Perfecto, Mari allá estaremos y gracias por la invitación. Después de hablar con su amiga, dejó el teléfono móvil de nuevo en la mesilla de noche. Marco Antonio volvió a abrazarla, respirando su olor, ese olor con el que, cuando no estaba con ella, soñaba cuando no la tenía cerca. —Entonces ¿Vienen? . María Elena asintió sin separarse. —A las ocho. —Perfecto. Ella levantó una ceja extrañada—. No me mires así. Solo es que tenemos mucho rato para estar juntos. Explicó apretándola a él. —Me gusta la idea, pero hay que mirar qué hacemos de cenar. Replicó María Elena divertida. —Está bien. Respondió resignado. Antes de ir a la cocina para preparar la cena, fueron a la habitación de su hija y una vez comprobaron que estaba plácidamente dormida, se fueron con tranquilidad. Susana era una niña muy inquieta y podría durar horas y horas corriendo, cosa que cansaba mucho a sus padres. Ya en la cocina, se pusieron manos a la obra y casa uno hacía una cosa. De cena prepararon un Cau Cau de pollo y un Arroz Tapao. Al menos así, lo harían más rápido, ya que eran las siete y en una hora sus amigos estarían tocando el timbre de la puerta de una manera alocada. El tiempo cuando estaban juntos, pasaba tan de prisa que apenas se daban cuenta. En este momento, podría decir que eran felices, aunque hubiesen cosas que no dejaba de pensar y tener la mente tranquila como quisieran. A las ocho y cuarto, el timbre comenzó a sonar. María Elena dejó lo que estaba haciendo a la vez que mandaba a Marco Antonio a esconderse, pues querían darles una sorpresa a sus amigos. En cuanto Marco Antonio desapareció, ella se acercó a la puerta y tras un suspiro abrió, dejando entrar a Mariana y a Julio César con una sonrisa. —Hola, amiga. ¿Cómo estás ?. Dijo Mariana abrazándola. —Hola. ¿Ymi ahijado?. Se extrañó al no ver que lo trajeron. —Se quedó con Rolando—Se quedó callada—. Dice que quiere pasar tiempo con su sobrino. María Elena se sorprendió al saber eso, pues Rolando tenía el instinto paternal más muerto que él mar muerto. De igual manera, no quería pensar en él y en todo lo que aún le dolía recordar el pasado, porque, aunque sea pasado, fue el comienzo de su vida y nunca podría olvidarlo. — Julio César, se me había olvidado que hay alguien en la cocina que quiere verte. —¿ A mi ?. Preguntó arrugado la cara. María Elena se carcajeaba. No podía esconder la felicidad que sentía en este momento, lo que su corazón le decía con cada latido. —¿A quién has secuestrado? .Se burló su amigo. —Oye, no digas eso de María Elena, no es una secuestradora. Dijo Marco Antonio, saliendo de la cocina. Mariana y Julio César los miraron sorprendidos, pues jamás habrían imaginado esa sorpresa. Miraban a María Elena y Marco Antonio, como si fuera un partido de tenis, mientras sus labios se curvaban en unas sonrisas que demostraban la alegría que le daba verlos juntos y mucho más después de cómo estaban sucediendo las cosas. —No me digas que… Ambos asintieron respondiendo a la Mariana —. ¡Sí! Ya sabía yo que volverías con él. Gritó pegando saltos de emoción. Entraron al salón y se sentaron en el sofá, tenían mucho de qué hablar y cuando se disponían a hacerlo, el llanto de su pequeña los sorprendió. María Elena fue a levantarse, pero Marco Antonio no la dejó, alegando de que él iría a ver a su hija. —Vaya papá, nos salió, estás hecho un verdadero papá.¿ Quién te ha visto y quién te ve?. Se carcajearon. —Déjalo, se adoran mutuamente. La niña desde que él está, ya ni me llama. Solo es papi y más papi. ¿Y yo qué?. Expresó divertida, pero esa diversión se fue cuando sono su teléfono móvil, recibiendo un w******p, miro la pantalla y el número era desconocido, lo abrió y decía: — " No sabes lo cerca que estoy de ti. Te voy a hacer pagar todo lo que me has hecho. Vas a llorar lágrimas de sangre, no sabes de lo que soy capaz. María Elena, date por muerta. " Mientras tanto Marco Antonio entró en la habitación para cargar a su princesa que se había despertado. La tenía completamente enamorado, no sabía que ser padre fuera lo mejor que le pasaría en la vida, aparte de conocer a su amor. Era una sensación extraña, pero lo más bonito que María Elena pudo regalarle, su hija. No la vio nacer y se perdió muchas cosas importantes y ahora que estaba con ella, no se perdería nada de su vida. La adoraba. —Hola mi princesa. ¿Ya te despertaste? —Papi, teno hambre. Respondió con su media lengua, es una glotona. —Vamos, te preparé lo que más te guste. Ella sonrió. La cargo, a la vez que el sonido del teléfono móvil lo interrumpió, molesto pues estaba seguro de que era Jannet y no quería hablar con ella ahora y mucho menos de lo que le dijo, algo que no creía por supuesto. Comprobó el número y al ver que era uno que no conocía, lo descolgó, podría ser algo importante. —Alo, ¿ Digame ? —El Señor Marco Antonio Rodríguez. ¿Es usted? —Sí. ¿Quién habla? —Le llamamos de la comisaría. Marco Antonio se tensó al instante. ¿Qué querrían ahora? Jamás lo habían llamado para nada y no entendía siquiera que tuviesen su número. ¿De dónde lo habrían sacado? Entonces lo entendió, pero no, no podía ser lo que estaba pensando. —¿Pasó algo?. Preguntó preocupado. —Sí, llamamos por el Señor el ex marido de la Srta. Durán. __¿Qué pasaba con él? No quería pensar nada malo, algo que pudiese estropear la vida de María Elena, la felicidad que ahora él estaba dispuesto a darle a toda costa. La policía le explicó lo que estaba pasando y Marco Antonio no podía creerlo, no podía ser verdad lo que estaba pasando y lo que podía pasar. __ Juan se escapó de la cárcel. __¿Cómo? No lo sabían y todo era muy extraño. Solo podían decirle que alguien lo ayudó y que tenían que tener los ojos bien abiertos por si ese hombre se le ocurría ir a ver a María Elena, algo que no dudaban que pudiese pasar.
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