Capítulo 11

2293 Words
Seguían aún en casa, poniéndose al día con su hermano, pues eran demasiadas cosas las que tenía que explicar. Frank se llevó a su hermana a su habitación, para así poder hablar mejor de todo. A María Elena no le gustaba que los niños estuvieran metidos en ninguna discusión familiar y mucho menos que se enterasen de cosas que no debían. —Frsnk es hijo de Rolando. ¿Verdad?. Preguntó Hernán una vez que los niños desaparecieron por el pasillo. —Si, es su hijo. Afirmó María Elena y él se tensó, estaba nervioso y su hermana lo notó. —¿Qué pasa? ¿Por qué te pusiste tan nervioso?. Preguntó ella sentándose a su lado. —Por nada… Tú como siempre tan curiosa. Sonrió. —No, yo como siempre tan observadora, no lo olvides Hernán y ahora dime. ¿Dónde estuviste todo este tiempo? —En la cárcel. María Elena se puso nerviosa, provocando que su semblante cambiara, poniéndose blanca. —¿En la cárcel?. Pero ¿Cómo? —Tu sabés que Rolando y yo teníamos nuestros negocios, ya sabes, ilegales. Cuando desaparecimos, fue porque nos enviaron a llevar cargamento de sustancias estufacientes a Venezuela y dieron un pitazo. Explicó. María Elena se levantó nerviosa, demasiado. No podía creer que su hermano hubiera estado todo este tiempo entre rejas, pero eso no era lo que la tenía así, sino el darse cuenta de que Rolando también estaba aquí, en Lima y no quería verlo, ni quería que viniera a ver a su hijo. No quería saber nada de ese mal hombre que la dejó tirada cuando más lo necesitaba. —¿Me están diciendo que Rolando. También está aquí?. Dijo moviendo la cabeza en forma de afirmación. —¿Por qué te pones así?. Él no para de decir que quiere conocer a su hijo. —Pues no se acercará a él, porque si no quiso saber de él cuando lo supo, no lo verá ahora ¡Me niego!. Gritó muy enojada. —Lo siento hermana, ya sé que Rolando se portó contigo como un desgraciado, pero no es el mismo. Es cierto que siempre lo fue, tanto que nunca me contó lo que pasó con papá, aun él sabiéndolo. —¿La muerte de papá? ¿Qué tiene que ver Rolando con la muerte de papá? —Tranquila, hermanita. Él no tiene nada que ver, pero sí sabe cómo y por que pasaron las cosas. Siguieron hablando por un buen rato y Marco Antonio cada vez veía a María Elena más nerviosa y molesta. Después de casi dos horas, su hermano se despidió de ella, pues iría a ver a su madre. Quedó en que la llamaría para seguir hablando. Estaban sentados en el sofá, María Elena tenía su cabeza echada en el pecho de Marco Antonio, y estaba preocupada, ya que él, estaba tenso, ella lo notó así. Levantó la mirada y lo vio concentrado, metido en sus pensamientos, como si algo le preocupase demasiado. —¿En qué piensas, Toño?. Preguntó preocupada, sacándolo de sus pensamientos. —En Rolando, en que no quiero que te pase nada ni a ti, ni a Frank. Expresó nervioso. —No pasará, no dejaré que se acerque y mucho menos que venga ahora a lastimarte como intentó hace doce años… —¿Por qué dices eso?. Frunció el ceño separándose de ella. —Marco Antonio hay cosas que no sabes de mí . Exclamó seria. —Te las contaré. Te lo prometo —¿Qué cosas? —Confía en mí, por favor. Son cosas delicadas de mi vida que tenía guardadas en lo más oscuro de mi memoria y que, con la llegada de Rolando, quieren salir. Sollozó apenada. Quería contarle todo, decirle lo que pasó antes de tener a Frank, en la vida que estaba metida, pero no se atrevía. ¿Y si la dejaba después de saberlo? No estaba preparada para perderlo otra vez. —¿Qué puede ser tan delicado amor?. Yo estoy contigo, no lo olvides. Afirmó abrazándola. — No volveré a dudar de ti, y si tú me dices que me lo contarás, no te presionaré. ¿De acuerdo?. Asintió ella escondiéndose entre sus brazos. —Te amo con toda mi alma. Le apretó mucho más a él, como si se fuera a escapar, como si hubiera algo que se la quisiera arrancar de entre sus brazos, de su vida. —Toño, me estás ahogando. Susuurró riendo. —Lo siento. Se disculpó — Es que no quiero que te vayas. Te amo demasiado y si te perdiera, me moriría. —Eso no volverá a pasar. Cayó a María Elena besándole de nuevo, para así borrar todo rastro de duda entre ellos. Mientras se prodigaban amor, besándose, abrazándose, sonó el teléfono móvil de Marco Antonio recibiendo un w******p. Se separó de ella de mala gana, pues no quería alejarse y, con desgana, sacó el teléfono de su pantalón, abrió la aplicación y leyó el mensaje, cosa que hizo que se molestará al saber quién era la persona que osaba de nuevo a molestarle. " Jannet: Tenemos que hablar ocurrió algo, por favor llámame." Jannet esa mujer que entró en su vida para complicársela aún más, dando por hecho que tendrían algo en un futuro. Le molestaba que le hablará, que lo llamará. Con solo escuchar su voz, se molestaba. Se dispuso a responderle, bajo la atenta mirada de María Elena que, sin ver quién era, se lo imaginaba al ver la cara de Marco Antonio Marco Antonio: " ¿Y ahora qué quieres? Por favor deja de molestarme. ". Jannet: " Marco Antonio… Estoy embarazada. Estoy esperando un hijo tuyo ". Abrió los ojos tanto, que se le saldrían de las órbitas. No podía creer que esa demente le estuviera si quiera hablando después de amenazarle y hacer lo que hizo. Marco Antonio: "No me fadtidies… Eso es imposible. Tú y yo hace más de tres meses que no estamos juntos, y, precisamente no fuiste muy fiel que digamos. Puede ser de cualquiera ". María Elena no dejaba de mirarle y Toño se estaba poniendo nervioso, ya que no quería que ella dudara de su palabra. Jannet se había propuesto molestarlo y si no la paraba, lo iba a conseguir. No podía permitirlo. Antes de que le respondiera de nuevo, le dijo que una vez naciera el bebé, se haría la prueba de paternidad. Y si era suyo, no le faltaría nada, pero estaba equivocada si pensaba que él iba a volver a con ella. Una vez le dijo eso, se desconectó. No podía creer que, ahora, cuando por fin había recuperado al amor de su vida, pasase esto. ¿Por qué cuando es feliz, todo se pone en su contra? Realmente, a Marco Antonio le daba igual, esta vez no iba a dejar que nadie lo separara de ella. —¿Pasó algo?. Preguntó María Elena desconcertada. —No, nada importante. No te preocupes. Respondió él intentando parecer calmado, aunque le estaba costando muchísimo. Con todo lo que había pasado, se fue toda la mañana y ya era la hora de almorzar, ayudó a María Elena a preparar algo rápido. Almorzaron en silencio. Ambos estaban pensativos, Marco Antonio por lo de Jannet, y María Elena, porque sabía que algo grave pasaba, pero no se atrevía a abordarle a preguntas. Confiaría en él y esperaría a que le contase cuando tuviera que hacerlo. Una hora después, y cuando ya todo estaba recogido, Marco Antonio se despidió de María Elena y de su hija. Se ofreció a llevar a Frank a casa de su abuela, ya que aún no lo habían llevado, y quedaron en verse más tarde. Cuando llegó a su casa, intentó preparar el contrato para la compra del hotel, pero no se podía concentrar. No podía dejar de pensar en la locura que, se le había metido a Jannet. ¿Y si María Elena lo dejaba?. Esa pregunta rondó su cabeza y negó rápidamente, intentando desecharla. ¿Qué pasará cuando ella se entere? ¿Confiará en él? Mari estaba intranquila, sabiendo que algo estaba pasando, pues de tonta no tenía un pelo. Intentó descansar esa tarde, tranquila, pero no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido. El engaño hacia Alberto, y la llegada de Rolando y su hermano y el misterioso mensaje que Marco Antonio había recibido. Por un momento se asustó, ya que prácticamente volvió a sentir la incertidumbre que padeció hace años y, no quería volver a sentirse así. Pensó en hablarle a Mariana para invitarla a cenar a su casa, pero antes de hacerlo, tocaron el timbre, se levantó y fue a abrir la puerta. Al hacerlo, su boca se abrió e intentó serenarse para no cometer una locura. —¿Rolando?. ¿Qué haces aquí?. Preguntó incrédula. —Maria Elena. ¿Cómo estás?. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Su respuesta fueron dos preguntas que no sentaron nada bien a María Elena. —Once años. ¿Qué haces aquí Rolando?. Repitió enojada —Yo… Vine a ver cómo estabas y… Suspiró—Quiero conocer a mi hijo. Dijo como si nada. María Elena abrió los ojos sorprendida, aunque en parte sabía que eso pasaría en cualquier momento. No quería y no se merecía conocer a ese niño que él abandonó sin siquiera conocerle, hijo que ella ha criado sola, que ha hecho todo lo posible para que no le falte nada. No podía pretender venir ahora y verlo. —Tú no vas a conocer a nadie. Tú no tienes ningún hijo, Rolando. —Tengo derecho. Aseguró acercándose a ella y ella negó sonriendo sarcásticamente, sin creerse lo que estaba escuchando. —¿Tú te estás oyendo? Tú no tienes derecho a nada, porque lo perdiste cuando nos dejaste tirados . Replicó dándole la espalda para entrar en su casa. María Elena. Si me dejaras explicarte. Dijo alzando la voz. —No tengo nada que escucharte. Escupió ella agotada. —Pues tendrás que hacerlo. Manifestó Rolando. Estaba harto de que siempre le tachen de algo que no era. Sí, la dejó tirada con su hijo, pero tenía una explicación y tenía que contársela. Quería conocer a su hijo, ese que tuvo que dejar, ese que tanto anheló conocer. No era malvado, no era un mal hombre. Solo, un hombre con un duro pasado. María Elena iba a entrar, iba a cerrar la puerta de su casa y si le dejaba, la de su vida, donde no dejaría entrar a nadie. — ¡Te dejé por culpa de tu padre! . Gritó y ella se paralizó. Se dio la vuelta y salió de la casa, se acercó a él y clavó su dedo índice en el pecho de Rolando. Su mirada se oscureció, llena de odio y rencor. ¿Cómo se le ocurría siquiera nombrar a su padre? —No vuelvas a hablar de mi padre. Te lo exijo. No creo en ti, jamás lo hice y no cambiaré ahora… Me destrozaste la vida y no te importó el hecho de que estuviera esperando un hijo tuyo, aun así, te largaste. Cada palabra que salía de su boca, le dolía en el alma a Rolando, pues él siempre la quiso, mucho más de lo que demostró. —Maria Elena éramos unos adolescentes. Susurró apenado. —Yo era una niña. Tú ya eras mayorcito. Declaró mirándole intensamente —Además, me enteré de algo. ¿Qué tienes que ver tú en la muerte de mi padre? —¿Me estás diciendo que yo tengo algo que ver con su muerte?. —Solo te pregunto, Rolando. Aunque si te pones así, será porque sabes mucho más de lo que cuentas. Se dio la vuelta para por fin encerrarse en su casa y dio gracias a Dios porque su hijo no estuviera —Vete Rolando y más te vale que no vuelvas. —Algún día te tragarás tus palabras . Aseguró y ella ya estaba cansada de escucharle. — ¡Déjame en paz de una vez! No quería saber nada, no quería enterarse de algo que, puede que le hiciera daño. Recordar su pasado, algo que enterró y que ahora se empeñaba en salir a la luz. Todo estaba convirtiéndose en un espejismo, algo en lo que reflejarse y verse con doce años menos, metida en aquel mundo consumiendo sustancias ilicitas, dándose cuenta de todos los errores que había cometido. —Te ha dicho que la dejes en paz. Dijo Marco Antonio detras él. Rolando se dio la vuelta y le miró con picardía —¿Y tú quién rayos eres?. Preguntó. —Su prometido. Soltó una carcajada que a María Elena le erizó la piel. Tantos recuerdos, tantas cosas que le daban miedo y una de ellas estaba frente a ella, exigiendo algo que no le correspondía, que no merecía. —¿Así que te vas a casar?. Peguntó Rolando mirándola a ella de nuevo —Y tú, ten cuidado, porque el hombre que esté con María Elena acaba en la cárcel… — ¡Vete ya de mi vista!. Grito María Elena no dejándole terminar—. Y no vuelvas. Espero no verte cerca de mi hijo. Sentenció firmemente. No podía seguir hablando con él, cada palabra era aún más dolorosa. Todo lo vivido, todo lo que sintió y ahora que por fin estaba consiguiendo su estabilidad emocional, venía Rolando para acabar con todo. —Eso ya lo veremos. Tú y yo tenemos que hablar de muchas cosas. Respondió y se dio la vuelta para irse por fin. María Elena sin esperar a Marco Antonio entró en su casa y se fue directo a su habitación, y, tumbándose boca arriba en la cama, suspiró como unas diez veces para intentar calmarse, aunque le estaba costando horrores.
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