Capítulo 5

2659 Words
Ambos pensaron lo mismo, sin darse cuenta de que, Alberto, Julio César y Mariana, los miraban asombrados. Alberto empezaba a molestarse, pero se quedaría callado hasta saber algo más sobre el “hermano de Julio César". Aunque estaba seguro de que él era ese hombre que tanto daño le hizo a María Elena. —Hola Marco Antonio, gracias. Lastima que no puedo decir lo mismo de tí, se te ve tan mal. Respondió imitando su mismo tono. —¿ Tu crees ? . Pregunto sorprendido. —Si, en verdad, la vida te a tratado un poco mal. Cómo dicen en Venezuela " te rodaron espichado". No podía estar tranquila estando en la misma habitación que su novio y su hija. Y encima, no, él no borraba esa sonrisa que sabía que la mataba. —No fue la vida quien me a tratado mal, si no la rabia de ver a la mujer que amo con otro hombre. Respondió dejando a todos con la boca abierta. Mariana, Julio César y Alberto, parecían un par de limpia parabrisas, moviendo la cabeza de un lado a otro. Cuando pensaron que María Elena se callaría, ante semejante comentario que iba claramente por ella, volvió a responderle: —Esa mujer ha sido inteligente de irse con otro hombre. Marco Antonio se calló, no era bueno seguir por ese lado, porque sabía que al final acabarían sacándose los ojos o lo que es peor, peleando con un novio celoso y no estaba dispuesto a dar el espectáculo. Como quería seguir hablando con ella, no le quedaba más que averiguar todo sobre la niña que lo tenía completamente fascinado. —Por cierto, y esta preciosidad ¿es tu hija? ¿Cómo se llama?. María Elena se puso nerviosa ante esa pregunta y él lo notó. Bueno, a decir verdad, todos lo notaron. —Se llama Susana. Respondió con la voz entre cortada. —Bonito nombre. ¿Cuántos años tiene? . Volvió al ataque . Marco Antonio, cada vez estaba más seguro de que la niña era su hija y si eso era así y ninguno le dijo nada, tendría una conversación con su mejor amigo casi hermano —Demasiadas preguntas en tan poco tiempo. Respondió mirando a Mariana pidiéndole ayuda. Necesitaba que su mejor amiga casi hermana la sacara de ese aprieto. Mariana comprendió y pidió que se sentaran, pues ya iban a servir la cena. Entonces antes de ir a la cocina para servir la comida, cogió a la niña y la llevó a la cuna con Anthony. Todos se sentaron y ellos seguían mirándose, era una batalla la que estaban librando los dos para no soltar cualquier cosa, sobre todo Marco Antonio, que lo único que quería hacer era llevársela lejos para hacerla suya. Julio César estaba a su lado y le pellizcó en la pierna para que dejara de mirarla así y dijera algo, ya que Alberto no apartaba la mirada de él y parecía muy molesto. Marco Antonio miró a su amigo y luego a María Elena —Siento tantas preguntas, es solo que me recuerda mucho a mi hermana . Se disculpó y a María Elena le cambió la expresión. — ¿Cuántos años tiene? . Insistía Marco Antonio en su empeño de conseguir la verdad. María Elena cada vez estaba más nerviosa y necesitaba salir de allí de inmediato para que no le preguntase más o acabaría enterándose, pero no podía hacerlo, porque si huía, él lo sabría de igual forma. " No, puedo hacer nada", pensó mientras respiraba hondo y ponía la mejor de las sonrisas, fingida claramente. No podía demostrarle a Marco Antonio lo nerviosa que estaba con la conversación y no dejaría que la usara de nuevo a su antojo. —Eso es imposible. Además, ella tiene dos años . Respondió segura de sí misma. —Está muy grande para dos años. ¿No crees? . Antes de que le respondiera llegó Mariana —Bueno, ya los pequeños están tranquilos, así que cenaremos. Julio, cariño. ¿Me ayudas? . Preguntó haciéndole señas para que se levantara y dejara a esos tres a solas. Marco Antonio dejó de preguntar sobre la niña, ya tendría tiempo para aclararlo con ella, a solas Ahora pondría toda su atención en el acompañante de la mujer que ama para así poder saber más de él y ver si se merecía tenerla, aunque realmente él no iba a dejar que la tuviera. Ya había pensado en la posibilidad de dejarla ser feliz con ese tipo, pero era sopechoso por unos segundos y se molestaba tanto que, tenía ganas incluso de matarlo. No podía imaginarla con él abrazandose o haciéndole el amor. Se estaba muriendo por dentro y si la noche no terminaba pronto, acabarían a golpes. —¿Y tú a qué te dedicas? ¿Alberto verdad? . Preguntó mirando de reojo a María Elena que ya estaba muy molesta y justamente por eso lo hacía, para sacar ese carácter de ella que tanto amaba y echaba de menos. A Marco Antonio siempre le gustó sacar a María Elena de sus casillas, era como un juego y después besarla hasta el cansancio para quitarle ese rabia. Echaba de menos todos los momentos vividos con ella y eso siempre perduraría en su memoria. Pero ahora lo que quería era nuevos momento, nuevos recuerdos. Una vida juntos. —Soy vigilante de seguridad. Tú no eres de aquí ¿verdad? —¿Tanto se me nota? Soy Peruano, pero viví muchos años en Nueva York. —¿Nueva York? Espera. ¿Tú eres su ex?. Preguntó Alberto al borde del colapso. Ya estaba soportando demasiado y encima saber, que el hombre que estaba ante ellos era el ex novio de María Elena y padre de su hija, no era muy cómodo que digamos. —Sí Alberto. Él es mi ex . Aclaró María Elena rodando los ojos —No puedo creerlo. Susurró. —Qué cena más incómoda vamos a tener. ¿No crees? . Preguntó Alberto mirando ahora a Marco Antonio que ya estaba calentito. Las cosas se estaban estropeando y esa no era su intención. Lo único que quería, era que María Elena se diera cuenta de que él era el único que podía hacerla feliz., pero consiguió todo lo contrario, así que, le respondería a la hermosa que tenía al lado de su mujer, de igual forma ya la había cagado ¿no? —No veo el porqué de la incomodidad. Dijo Marco Antonio mirándolo fijamente. —Yo, sí que veo el por qué. —¿Ah sí? ¡¿Y por qué?! . Curioseó levantando la voz a la vez que daba un manotazo en la mesa. En ese momento llegó Mariana y Julio César con los platos y se encontraron a Marco Antonio levantado, con ambas manos apoyadas en la mesa, mientras miraba a Alberto como si fuera un león enjaulado y él fuera su presa. —Muchachos, por favor, tengamos una cena tranquila. Dijo Mariana despacio, alargando cada palabra para así ser oída. Marco Antonio miró a Mariana y asintió, se sentó de nuevo y volvió a clavar su intensa mirada en María Elena que, cada vez estaba más roja de cabreo y eso a él le encantaba, porque cuanto más enfadada estaba, más hermosa la veía. Se sostuvieron la mirada, hasta que María Elena se levantó y se dirigió a él, pidiéndole que la acompañase a la cocina, bajo la atenta mirada incrédula de Alberto. Cuando llegaron a la cocina, ella cerró la puerta y él echó su espalda en la pared, esperando que ella hablase, pues lo único que hacía era mirarle sin decir nada. Estaba a punto de acercarse a ella y besar esos labios que tanto adoraba, pero no se atrevió y ella abrió la boca y la cerró unos instantes, como si estuviera sopesando que decirle, miró al suelo y luego levantó la mirada de nuevo y ahí sí, que la vio muy molesta. —¿Qué pretendes, Marco Antonio?. Preguntó tocándose la punta de la nariz con su dedo. —Vaya qué directa. Respondió. Él sabía que con María Elena no debía comportarse así, pues con eso lo único que conseguía era apartarla de su lado, pero era algo que no podía evitar, algo se apoderaba de él y le salía de adentro. —Déjate de estupideces, Marco Antonio que ya nos conocemos . Mencionó de forma tajante. Se estaba cansando de Marco Antonio y sus tonterías y solo lo había visto con esta dos veces. No entendía qué quería ahora. Él fue quien no la creyó, quien dejó que se marchara y ahora quería volver como si nada hubiera pasado entre ellos. María Elena se negaba a estar con él y recordar todos los días que entraba en su casa, con su hija aún dentro de su vientre, mirando a su alrededor y darse cuenta de que estaba sola. —Vuelve a Nueva York. Tú y yo ya no tenemos, ni tendremos nada y harás cambiar de opinión. Pidió reprimiendo las ganas de llorar—. Olvídate de mí, que yo ya te olvidé a ti —aseguró sintiéndose perdida, más que nunca. —¿Estás segura de eso? —Preguntó Marco Antonio acercándose a ella—. No, no lo estás. Sofía dio varios pasos atrás, hasta que su cuerpo quedó entre la isla y Marco Antonio, teniéndola tan cerca de ella. Sentía como su olor entraba en su interior, llenándolo todo al completo. —¿Cómo eres capaz siquiera de tenerme cerca y no besarme?. Susurró Marco Antonio en su oído erizándole la piel por completo—. Yo no puedo soportarlo — declaró y tomando sus mejillas con ambas manos y la besó. Bajó sus manos desde sus mejillas, pasando por su espalda, hasta llegar a su cintura. Marco Antonio pensó que María Elena lo rechazaría, pero cuál fue su sorpresa, cuando el beso fue profundizando y se volvió posesivo por parte de los dos. La besó con ansias de amarla, de hacerle el amor, de llevársela lejos , esperaba fuera en el salón y encerrarla con él por el resto de sus vidas. La desesperación que ambos sentían era mucho más fuerte que el odio que, según María Elena, decía que sentía por él. Marco Antonio no esperó más y la alzó para sentarla en la isla, mientras se agarraba de su camisa. De pronto María Elena hizo lo que tanto le gustaba, metió los dedos entre su pelo y tiró de él con desesperación, pegando aún más sus labios. Sus lenguas parecían desesperadas, haciéndose el amor como ellos querían y no podían en este momento. Se separó de ella unos instantes, pegó su frente a la de ella, mirándola a los ojos, intentando saber que pensaba, aunque no hacía falta ser un lince para saber que, a ella, le había gustado tanto como a él, volver a sentirse así, tan cerca, volver a sentir esa pasión que los rodeaba. —Te amo María Elena. Susurró con voz ahogada—. Perdóname, por favor. Dame otra oportunidad… Te prometo que todo será diferente, que no te defraudaré —suplicó reprimiendo las lágrimas—. Te haré feliz toda nuestra vida, día tras día. Ella lo miraba embelesada y Marco Antonio ya pensaba que le diría que sí, pero de pronto, la expresión de ella cambió, dejándole ver una muy diferente a la de antes de besarla. Había ¿decepción? María Elena comenzó a negar y separándolo de ella, se bajó de la isla y se dio la vuelta para secarse esas lágrimas que, no sabía que estaba derramando. Marco Antonio comenzó a respirar con dificultad, sintiéndola mucho más lejos de lo que ya estaban y dándose cuenta de que, la estaba perdiendo o ya la había perdido. Volvió a darse la vuelta y lo miró, alzando la cabeza con orgullo. —No vuelvas a besarme, por favor, nunca más. Dijo con rabia. —¿Por qué? Si me deseas tanto como yo a ti, si me amas como yo te amo a ti. Aseguró él intentando acercarse a ella de nuevo. —Marco Antonio… No lo hagas más difícil, esto no puede ser. Yo, yo me voy a casar. Lo siento. Se disculpó y comenzó a caminar hasta la puerta y él la cogió por la cintura, pegándola por la espalda en su pecho. María Elena ahogó un gemido, sintiendo como su pecho subía y bajaba rápidamente, sintiendo de nuevo sus manos en su cintura, aferrándola a él, a su cuerpo, de donde nunca debió salir, pero que él se encargó de echarla. —Adiós, Marco Antonio —No te vayas, me iré yo. Si te molesta mi presencia, me iré yo. Propuso aún pegado a ella—. No quiero estropearles la noche. —Se separó y la obligó a darse la vuelta y mirarla a los ojos—. Solo te diré una última cosa. —¿El qué? —Tenemos que hablar sobre tu hija. Y después de eso, salió de la cocina dejándola completamente descolocada. María Elena subió su mano a su pecho y después se secó las lágrimas con fuerza mientras sonaba su nariz. Todo había pasado tan rápido que, no sabía cómo aún podía contenerse en pie. Esperó unos minutos para poder tranquilizarse y así salir de la cocina y cuando se sintió más tranquila, salió y fue hasta el salón para buscar a Alberto y a su hija, para retirarse. Ya se le había quitado las ganas de cenar y mucho menos de hablar con nadie. Lo único que necesitaba era volver a su casa, encerrarse en su habitación y cobijarse bajo las sábanas para hundirse en su dolor. Miró a todos, buscándole, pero Marco Antonio ya se había ido. Mariana la miró y a ella, por mucho que intentara esconder sus ojos llorosos, no la engañaba, así que le hizo una señal con la mano para que la acompañase a su habitación. —¿Te ocurre algo cielo?. Le preguntó Alberto y ella negó antes de desaparecer por el pasillo. Entró en la habitación de Mariana y se sentaron en la cama, una al lado de la otra. Su amiga, cada vez que la veía así, se preocupaba demasiado por ella. Estuvieron en silencio por unos minutos. —¿Qué pasó en la cocina, María Elena?. Rompió el silencio Mariana. María Elena, tenía la mirada fija en sus zapatos, mientras se retorcía los dedos, nerviosa. Tenía mucha confianza con su mejor amiga, de hecho, ella sabía todo su pasado, toda su vida, pero le daba miedo que, al decirle lo que había pasado en la cocina y lo que había sentido, la cuestionara. Sopesó por unos segundos lo que tenía que hacer, hasta que lo dijo: —Me besó . Dijo de pronto—. Y me dijo que me ama… Y me pidió otra oportunidad… Y, y. —Hablaba muy deprisa, con los nervios a flor de piel—. No sé qué hacer. —¿Tú lo amas? —Preguntó Mariana. —Si, lo amo. — Entonces ¿Por qué no le das esa oportunidad que te pide?. María Elena levantó la mirada incrédula. —¿Desde cuándo estás de su parte? —No es eso María Elena. No me mal entiendas … Lo único que digo, es que, si tanto le amas y él te ama a ti, por qué alargar algo que ambos sabéis que pasará. Afirmó. No podía creer lo que estaba escuchando y comenzó a pensar que no había sido tan buena idea haberle confesado a Mariana sus sentimientos por Marco Antonio. Se suponía que ella debía estar de su lado, que le diría que era una mala persona que no la creyó y que dejó que se marchara… Pero no, su amiga iba y le decía lo que, en realidad ella quería escuchar. Se sentía patética, otra vez sintiéndose así y todo por su culpa.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD