Capítulo 4

2781 Words
La despedida, sin dudas, dolió más esta vez, alejarme nuevamente de mi familia sin saber cuándo sería nuestro próximo reencuentro era una sensación inexplicable. Mi abuelo quedó destrozado y solitario, ellos eran muy unidos, siempre eran el uno para el otro. Regresamos el sábado por la mañana, llegamos muy temprano, Máximo me dejó en mi departamento y lo primero que quería hacer era darme una ducha caliente y dormir, me sentía cansada, esos tres días en mi pueblo fueron agobiantes. Escuché el sonido de mi celular, me estaban llamando, era mi padre. —Olvidé avisarle que llegué —me quejé para mis adentros, esperaba un regaño—, ¿hola? —Mile, al fin respondes. —Lo siento, papá, me he quedado dormida. —¿Has llegado bien? —Sí, tranquilo —bostecé—, apenas llegué me acosté a dormir, estoy muy cansada. —Gracias por haber estado aquí —murmuró—, y gracias a tu amigo por haberte traído con nosotros. —Tenía que ir, papá —mis ojos se aguaron—, me hará mucha falta. —Y a todos aquí también, cariño. Hablé durante un rato más con mi padre y luego cortamos la llamada. Decidí que era momento de levantarme ya, eran las 14:16 pm, menuda dormida me había pegado. Busqué algo para comer en la heladera pero fue en vano, no tenía mucho más que un par de botellas de agua. Me preparé un té. Busqué mi ordenador para poder sentarme tranquila y ver mi correo, en estos días no había revisado nada. Comencé a mirar la bandeja de entrada, tenía varios mensajes de f*******:, de mi editora en Dreame, lo sé, dejé un poco olvidada la plataforma y estaban reclamándome. Le respondí el mensaje y seguí mirando. DUNKEN Un grito se escapó de mi boca, tenía un mensaje de la Editorial Dunken. Entré de inmediato a verlo, los nervios se apoderaron de mi cuerpo al instante. De: Editorial DUNKEN editorialdunkenarg@gmail.com Enviado: miércoles, 27 de septiembre de 2023. Para: Milena Ruíz mileazulruiz@hotmail.com Asunto: Solicitud de empleo. Buenos días, estimada Milena. Desde la secretaría de Editorial Dunken le informamos que debe presentarse el lunes 02/10/2023 a las 9:00 am. para completar el formulario correspondiente que se le asignará para su empleo. Saludos cordiales, DUNKEN. —¿Qué? ¿¡QUÉ!? —grité, emocionada, no entendía nada, miré la fecha, ¡mierda! Llamé a Máximo de inmediato, no respondía. Intenté de nuevo varias veces hasta que por fin respondió, sin dudas estaba en el quinto sueño, su voz de dormido se podía apreciar. —Hola… —Te necesito, DE INMEDIATO —le grité antes de que él pudiera decir alguna palabra más. —¿Qué sucede? ¿Estás bien? —¡Es Dunken! Cortó la llamada y se alistó para venir, preparé mates y lo esperé, estaba ansiosa, demasiado ansiosa. Pasó poco más de media hora, escuché el timbre sonar, me apresuré a abrir la puerta y ahí estaba él, Máximo, con una sonrisa de oreja a oreja. —¡Entra! —dije haciéndome a un lado. Nos sentamos en la mesa, tenía el ordenador ahí, le mostré el mail y se emocionó a la par mía. —¡Te dije que lo lograrías! Se levantó y me abrazó fuertemente. —No tenía esperanzas, la verdad. Lágrimas de emoción rodaban por mis mejillas, se sentía tan bien estar entre os brazos de Máximo. —Gracias —susurré en su oído. Sus manos se posaron en mis mejillas, me miraba tiernamente. Comencé a ponerme nerviosa. —Te quiero —susurró, sus ojos brillaban. —También… Te quiero. Me alejé un poco, comencé a cebar el mate para tomar junto a él mientras no dejábamos de hablar de Dunken, tenía que prepararme bien para el lunes, quería dar buena impresión. —¿Estaré a la altura para pertenecer ahí? —Claro que lo estás, eres hermosa y tienes mucha habilidad en la escritura. Lo miré con ternura, la verdad que era un gran amigo, pero sólo eso, un amigo. Mientras charlábamos y nos organizábamos con unos trabajos prácticos pendientes de la Universidad, tomábamos mate. —Nos hemos atrasado un montón —suspiré, me gustaba estar al día. —Tranquila, tenemos tiempo, tenemos toda la semana… podemos —él siempre encontraba el lado positivo a todo, yo no. —No quiero reprobar… Terminamos de tomar mate y nos acomodamos para comenzar el trabajo práctico de historia de la literatura, teníamos que hacer una investigación sobre algún escritor y porqué lo elegíamos. Lo bueno que era un trabajo grupal y decidimos hacerlo juntos. —¿A quién elegimos? —No lo sé, además, no conozco a nadie personalmente. Pensamos, pensamos y repensamos. No se nos ocurría nadie, ni mucho menos para poder entrevistarlo, que era lo que nosotros queríamos, ya que sumaba muchos puntos. —¡Ya sé! —gritó, me asusté. —Intenta de no infartarme. —Créeme que te infartarás —reía malicioso—, Javier Castillo. —¿¡Qué!? —abrí mis ojos grandes— ¡ni loca! —¡Es la oportunidad! —No, no y ¡no! —Mile, por favor, si estarás en contacto con él. —¿Y qué? ¿Esa es la impresión que quieres que le dé? Quería conseguir el trabajo, si apenas comenzaba iba con preguntas y a molestar, no iban a tomarme. —Hazlo tú —le dije. —Pero si no tengo contacto. —Ve a la Editorial y pide una cita con él, entrevístalo. —Ay, Milena. Le puse cara de lástima y accedió. —Pero podrías acompañarme. —Tú has la entrevista, yo hago el trabajo escrito. Quedamos de acuerdo, aunque me daba un poco de desconfianza el saber que Máximo iba a estar con el señor Castillo. Ya estaba anocheciendo, mi amigo se fue a su casa, en la noche él trabajaba en una discoteca cómo bartender. —Nos vemos mañana entonces —me dijo, se acercó a mí para despedirme. —Hasta mañana, cuídate —besé su mejilla, me abrazó. Era una sensación rara a veces el estar cerca de él, no sabía cómo comportarme. Cerré la puerta, me alisté y bajé al negocio que estaba en la esquina de mi departamento, compré algo para prepararme de cenar, se me antojaba comer pizzas de cebolla, así que eso compré. Regresé, entré y cerré con llave. Miré la hora, eran las 20:15, me dispuse a cocinar y seguí mirando mi ordenador. —¡Qué mierda me voy a poner para el lunes! —dije para mí misma. No dejaba de pensar en eso, cómo pude haber conseguido algo así si aún no tenía mi título en mano, ni nada por el estilo. Mientras dejé la pizza en el horno fui a la habitación para ver que ropa tenía disponible y discreta para utilizar. Saqué prácticamente todo del armario y lo tiré sobre la cama, ¿dónde iba a dormir luego? Revisé, revisé todo, encontré un jean nuevo, lo único que encontré fue eso. ¡Mierda! Lo dejé aparte, busqué alguna remera o una camisa, la verdad que no tenía muchas opciones porque yo no era de salir, no tenía ropa para vestir elegante. Regresé a la cocina, mi cena estaba lista, sin darme cuenta se había pasado la hora, cené y me acomodé plácidamente en mi pequeño sillón con el ordenador, iba a quedarme escribiendo para Dreame, porque eso no quería abandonarlo por nada en el mundo. Me acosté sobre la ropa que estaba en mi cama, era muy tarde y no quería ponerme a ordenar. Me dormí cerca de las 3:30 am, me entusiasmé escribiendo. Desperté por el ruido de la aspiradora de la casa de mi vecina, ella amaba limpiar los domingos, miré la hora en mi celular, eran las 9:30 am. Tenía sueño aún, pero tenía cosas que hacer, no podía volver a dormirme. Con mucha flojera me levanté de mi amada cama y me encaminé al baño. Terminé de hacer mis necesidades, cepillé mis dientes y me lavé la cara. Cepillé mi largo cabello y lo até en un moño sencillo, no quería que me moleste el pelo en la cara. Odiaba eso. Tenía una pequeña cafetera que me traje esta última vez que fui al pueblo, la iban a tirar mis tíos y, obvio, tenía alma de ciruja. Preparé el café y dejé que la máquina haga lo suyo. Fui a buscar algo de ropa para cambiarme, algo para entre casa y, sin falta, mis ojotas, porque haga frío o calor, vivía en ojotas. Abrí mi armario y comencé a guardar todo lo que tenía sobre la cama, si algo destacaba de eso era que era muy fastidiosa si algo estaba mal doblado, todo tenía que estar por igual, y bien acomodado. Fui a la cocina a buscar mi taza de café y regresé a mi habitación a seguir en lo que estaba. Puse música en mi celular, obvio, limpiar y ordenar sin música era cómo ducharse sin utilizar shampoo o crema. Terminé con mi armario, no dejaba de pensar en Dunken. Estaba feliz, emocionada, quería saber todo. Encontré una remera lencera de color dorado, era ideal para la cita. —Perfecto, ya tengo la ropa —murmuré para mí misma. Tenía un saco de paño de color marrón chocolate que lo iba a usar de abrigo y unas botas del mismo color, ya tenía el outfit listo. Miré la hora en mi celular y era mediodía, qué rápido pasaba la mañana. Mi celular comenzó a sonar, era Máximo. —¡Hola! —¿Cómo estás? —Bien, ¿y tú? —se notaba apagado. —Bien —aclaró su garganta—, ¿a qué hora quieres que vaya para comenzar a preparar el trabajo? —Cuándo desees, ¿quieres almorzar algo conmigo? —¿Compro unas hamburguesas? —Em, no gastes dinero —me daba vergüenza, siempre él pagaba todo. —No te preocupes, en una hora estoy allá. Pobre Máximo, era tan bueno conmigo. Me apresuré a limpiar rápido el resto de mi casa, era un verdadero caos. Limpié el baño y lavé el piso. Lavé el piso de mi habitación y abrí un poco la ventana para ventilar, amaba sentir el aire fresco de la primavera. Limpié rápido mi pequeño comedor y puse un poco de perfume a las cortinas, estaba todo impecable. Miré la hora, tenía quince minutos todavía antes de que él llegue, fui a darme una ducha rápida porque estaba muriendo de calor. Salí, me puse una calza biker negra, una remera deportiva y zapatillas deportivas también, quería estar cómoda. Cepillé mi cabello y lo dejé suelto para que se seque. Escuché la puerta, fui corriendo a abrir. —Hola —sonreí al verlo allí parado. —Hola —me regaló una sonrisa, pero sentía que algo no iba bien. —¿Estás bien? —me hice a un lado para que entre. —Tengo que hablar contigo… Mierda. Odiaba que me digan eso, me ponía muy nerviosa. ¿Había hecho algo malo? ¿Qué pasaba? —Qué… ¿Qué sucede? —cerré la puerta detrás de mí. No respondía, dejó la bolsa sobre la mesada y se volteó a verme. —Mile… Sus ojos decían más que mil palabras y la verdad sentía miedo, me sentía rara. —No puedo ocultarlo más —sus ojos se aguaron—, tú me gustas… —se acercó a mí, tomó mis manos—, sé que no sientes lo mismo y me duele, te respeto, pero me gustas desde que te conocí. No sabía que decir, no sabía qué hacer, bajé la mirada. Me sentía mal por él, por mí. ¿Acaso le creé alguna confusión alguna vez? Nunca le demostré algo que no era, sólo lo siento un amigo… —Máx… Yo… —se acercó más a mí y me besó, al principio no actué pero luego le seguí el beso. Luego de unos segundos nos distanciamos, se sentía extraño, no podía mirarlo a los ojos. —Perdón —susurró, apenado—, lo tenía guardado hace tiempo ya. Lo miré, sonreí de lado, no quería seguir en esa situación incómoda. —Vamos a almorzar así hacemos el trabajo —dije, por fin, tenía un nudo en la garganta. Me encaminé a la mesa para acomodar todo y preparar una botella de jugo, tenía hambre, además, despejarme un poco. No podía creer lo que había pasado. Comimos entre charlas y risas, pensando un poco en el trabajo también. —Esto está delicioso —dije saboreando mi hamburguesa, la realidad era que hacía días no comía algo bueno. —Sabía que te gustaría —sonrió, su sonrisa era tan hermosa. —Gracias —susurré sin dejar de mirarlo. Terminamos de comer y limpié todo mientras mi amigo se tomó el tiempo para ir al baño a hacer sus necesidades, hombres… Tardaba una hora en el baño. Dejé toda la cocina limpia y acomodé mi computadora sobre la mesa junto a la carpeta y algunos libros. Tenía todo organizado ya. —Ahora sí —dijo Máximo al salir del baño, reí. Nos sentamos en la mesa y nos pusimos a hacer la tarea pendiente. Por suerte nos concentramos bien y pudimos hacer bastante en poco tiempo, llevábamos cinco hojas de un Word de introducción, era genial. La hora se pasaba volando, eran las 17:16 pm, ya tenía hambre de merienda. —¿Tomamos unos mates? —sugerí. —Sí, con unas facturas de la panadería de la esquina, ¿te parece? —No, no quiero… —No te estoy pidiendo dinero —él sabía que yo no podía estar gastando dinero de más porque apenas pasaba el mes para las cosas necesarias. —Máximo… —se levantó de la silla. —Con otro beso me conformo —dijo mientras se ponía su campera para salir. Lo miré de inmediato, ¿qué acababa de decir? Tenía miedo de que esto pudiera romper nuestra amistad y nuestra linda relación. Máximo salió de mi departamento y se encaminó a buscar sus tan adoradas facturas. Que chico glotón. —Qué carajos voy a hacer… —susurré para mí misma. Acomodé un poco las hojas que tenía sobre la mesa para dejar lugar para el mate, además, habían cosas que ya no las necesitábamos así que también las guardé. Pasados quince minutos aproximadamente Máximo regresó. Golpeó la puerta y fui a abrir. —Hola —sonreí al verlo. Fuimos a la mesa, ya tenía el equipo de mate preparado esperándolo, nos sentamos de nuevo y tomamos nuestra rica merienda. Probé las facturas, las amaba, sobre todo las que tenían crema pastelera. —Está delicioso —saboreaba mi comida. Máximo me veía con una tierna sonrisa. Acercó su mano a mi cara y con su dedo limpió la comisura de mis labios, al parecer, tenía sucio. Me ruboricé. Nos bajamos un termo de agua para el mate, la verdad que nos gustaba mucho. Máximo tomó mi mano y la acariciaba, no dejaba de mirarme, me estaba incomodando nuevamente. Luego de aquella relación de la adolescencia que tuve hace un par de años en mi pueblo con un compañero del secundario, no quise saber nada más de estar con alguien en el lado romántico, no tuve una buena experiencia. —¿Seguimos con el trabajo? —pregunté, para cambiar de situación. —Sí… Claro… Retomamos con lo que estábamos haciendo anteriormente, la idea era poder llegar hasta la parte de las preguntas de la entrevista para que él pudiera ir cuánto antes a entrevistar a Javier Castillo. Máximo terminó de escribir un par de cosas, yo no le quitaba la vista de encima, además, mi cabeza traviesa no me dejaba concentrarme por estar recordando el beso de hacía un par de horas atrás. ¿Me había gustado? Estaba comenzando a sentir cosas extrañas en mi estómago. Miré la hora, eran las 20:46 pm. —Madre mía, que tarde es —dije, quería prepararme para el día siguiente. —Ya me iré, tranquila… —No es eso, puedes quedarte… Si quieres —lo miré tiernamente, de todos modos, me gustaba su compañía. —No quiero molestarte, Mile —suspiró—, podemos seguir con el trabajo en otro momento, igual tenemos tiempo —alejó la silla de la mesa para levantarse, me apresuré y me paré antes para detenerlo. —Quédate —susurré, me senté a horcajadas sobre sus piernas. —Mile… que haces —murmuró jadeante. Tomé su rostro entre mis manos y volví a besarlo, pero con otra intensidad. Sinceramente, para estar dos años sin tener relaciones sexuales, con un solo beso se me humedecía hasta la bolita del ojo.
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