Capítulo 2

2686 Words
HAN PASADO SEIS MESES… Me levanté temprano un lunes, alrededor de las 7:00 ya estaba sonando mi gallo. Me alisté y me acomodé en el pequeño sillón que tenía en mi departamento. Lo adoraba, ya estaba moldeado a mí porque pasaba la mayor parte del día ahí. Estaba tomando un té mientras leía algunos apuntes para rendir un examen de literatura. No lograba estar concentrada del todo porque en mi cabeza rondaba la obligación de buscarme un empleo para bancarme, aún no había tenido suerte en conseguir algo, ni Máximo tampoco me había conseguido nada cómo prometió. Vivir en Buenos Aires, a 800 km de mi casa en un pueblo lejano, tener que alquilar un lugar dónde vivir, pagar la universidad y comer, no era fácil. Mi celular comenzó a sonar y me sacó de mis pensamientos, era mi madre. —Hola, mamá —respondí enseguida, todas las mañanas ella me llamaba. —Hola, Mile, ¿cómo estás? Bueno, siempre era típico hablar durante, por lo menos, media hora. Siempre tenía que contarme todo el chisme del pueblo, de las cosas de la familia, por fin llegó el momento y cortó la llamada. Suspiré profundamente e intenté concentrarme de nuevo en lo que estaba pero era en vano, mi madre se había encargado de dispersarme completamente. Me levanté de mi amado sillón y fui a darme una ducha para alistarme para ir a la universidad luego del almuerzo. Tenía algunos horarios raros, amaba dormir siesta pero los lunes era imposible. —Hoy voy a maquillarme —dije para mí misma mirándome al espejo. Tenía algunos días en dónde me encontraba linda y bien, y otros que bueno, era un desastre, sobre todo mi cabello que parecía un nido de caranchos. Terminé de arreglarme, me puse un jean n***o achupinado, una camisa de broderie en blanco y unas botas texanas color suela. Cepillé bien mi largo cabello rubio y estaba lista para ir a la universidad. Preparé un sándwich de milanesa rápido para comer, no me gustaba llegar tarde a ningún sitio. Tomé mi mochila, las llaves del departamento, mi celular y mi billetera; salí rumbo a la UBA. —¡Hey, Mile! —escuché una voz detrás de mí, me giré de inmediato. —¡Hola, Maxi! En este tiempo estudiando juntos nos habíamos hechos buenos amigos. Además, en estos tiempos tan peligrosos, era bueno tener a alguien en quien confiar en una ciudad tan grande. Faltaban tres cuadras para llegar a nuestro destino así que decidimos ir juntos. —¿Cómo has estado? —Bien, he estado estudiando o al menos lo intenté —reí. Llegamos a la universidad y entramos, fuimos hasta nuestro salón porque ya no quedaba nada para que comiencen las clases. Mis compañeros estaban todos sentados ya esperando. La tarde transcurrió tranquila pero no podía evitar bostezar, sin dudas, la falta de la siesta me estaba atormentando. —¿No has dormido anoche? —susurró Máximo a mi lado. —Sí pero no te niego que amo dormir siesta —reímos. Eran las 4:30 pm, finalizó la clase del día por lo que iba a regresar a mi departamento. —¿Quieres ir a tomar algo? —preguntó mi amigo. —Em… —dudé por un momento—, bueno, pero no quiero regresar tarde a mi casa. —Quédate tranquila, te acompañaré. Salimos de la UBA y emprendimos camino hacia una cafetería muy bonita del centro de la ciudad. Nos sentamos y yo pedí sólo un licuado no quería gastar mucho dinero. —He estado pensando en trabajar pero no sé por dónde buscar —le comenté a mi amigo. —¿Ya has pensado en algo? —No, no lo sé… —dudé. —Se te da bien escribir, deberías de averiguar algo sobre eso —lo miré sorprendida. —No creo que sea buena idea, además, aún no tengo un título para trabajar en algo de eso. —Créeme que sí puedes… —me guiñó el ojo y sonrió. —¿Qué tramas? —reí. No me respondió, pero sabía que algo iba a lograr, él era de esos chicos metidos en todo y sabía todo. Terminamos de tomar nuestra merienda, miré la hora y eran las 6:00 pm, decidí irme ya a mi departamento, quería darme una ducha y preparar algo para cenar. —Te acompañaré —dijo él, para mi tranquilidad, le agradecía mucho. —Gracias —sonreí. Luego de media hora caminando, charlando y riendo, llegamos a mi destino, despedí a Máximo y entré a mi departamento. Fui a la habitación y busqué un pijama para ir a ducharme, quería cambiarme por una ropa cómoda de entre casa. Entré al baño y abrí el grifo, me quité mi ropa y la dejé a un lado para poder lavarla. Que cálida estaba el agua, quería quedarme durante horas allí debajo, se sentía tan placentero. Salí, me cambié y cepillé mi cabello, lo dejé suelto para que se seque. Fui a la cocina y me preparé una tarta de jamón y queso para cenar. Mi celular sonó, fui a buscarlo y era un mensaje de mi amigo. “Academia de postulantes para EDITORIAL DUNKEN” Abrí mis ojos grandes al ver eso, entré a ver de qué se trataba y estaban buscando postulantes para trabajar en esa editorial tan conocida y famosa en Argentina. No lo dudé, envié un mensaje para asistir y anotarme, me interesaba mucho, además de era lo que estaba estudiando. Tomé mi celular y llamé a Máximo, enseguida respondió. —¿Estás seguro que debo anotarme ahí? —Hazlo ya, entrarás seguro. —¿Quieres venir? —¿A esta hora? —Puedo hacerte un lugar y te quedas a dormir… —Voy enseguida. Corté la llamada, abrí la nota en mi ordenador para mejor comodidad y comencé a completar mi solicitud de trabajo. Pasó alrededor de media hora, escuché el timbre. Fui a abrir, era Máximo. —Gracias por venir —sonreí. Nos acomodamos en la mesa para poder ver la página juntos, me ayudó a completar mi inscripción, era un poco larga, tenía que poner mis datos y, además, algún ejemplo de mis escritos para demostrar que tenía experiencias en ese ámbito. —Dudo tener suerte —suspiré una vez que terminé de escribir. —La tendrás, lo prometo —me regaló una sonrisa, me quedé por unos segundos mirándolo. —¿Quieres ver una película? —sugerí. Aún era algo temprano, eran las 9:30 pm, teníamos tiempo. —¿Y pedimos unas hamburguesas? —reí—, yo invito. —Me saldrá caro devolverte todo lo que haces por mí. Me guiñó un ojo pícaramente, volví a reír. Nunca se había sobrepasado conmigo, él era muy bueno y cariñoso, me cuidaba y protegía, me sentía muy bien con su compañía. Nos acomodamos en el suelo del comedor pequeño de mi departamento y buscamos una película en Netflix. —Veamos esta —dijo él. “365 días”, tenía pinta buena, elegimos esa y esperamos al delibery. Me estaba dando sueño, pero al parecer Máximo estaba más despierto de lo normal. La película terminó, demasiado erótica, me incomodaba un poco a veces por estar en compañía de Máximo. Era raro. Me levanté del suelo y acomodé todo allí para dejar limpio. —Creo que iré a la cama —reí, se me cerraban los ojos. —¿Puedo acompañarte? —se me acercó un poco. —¿Quieres dormir conmigo? —Me encantaría —susurró, me tomó por la cintura. —Vamos… —susurré. Llegamos a la habitación, me quité la ropa para ponerme mi pijama, él se quitó su ropa pero quedó en bóxer solamente, no podía evitar mirarlo. Nos acostamos, no tardé mucho en quedarme dormida pegada a su cuerpo. Desperté por la mañana, sentí el cuerpo de mi amigo a mi lado pegado a mi cuerpo, intenté moverme sin despertarlo pero fue imposible. —Mm —se quejó. —Hola —susurré mirándolo. Miré la hora en mi celular, eran las 8:00 am, me levanté de inmediato. —Llegaremos tarde a la uni —le dije asustada. —Hoy no tenemos clase, Mile —reía viéndome. —¿Cómo no? —Ayer dijeron que no porque es feriado —se acurrucó en mi cama—, ven un ratito más conmigo. Lo miré extrañada, ¿qué insinuaba? Me recosté de nuevo pero no cerca de su cuerpo. Él se me acercó y me abrazó. —No te atrevas —murmuré mirándolo. —Tranquila, no te haré nada… No era cierto, presentía sus intenciones, sobre todo al notar su erección en mi pierna. —¿Tomamos mate? —sugerí. —Dale, yo preparo —se levantó de la cama. También me levanté y me cambié por una ropa cómoda, algo deportivo, el frío se comenzaba a notar ya. Fui al baño y me lavé la cara y los dientes, até mi pelo en una coleta alta. Salí y me encaminé a la cocina junto a Máximo, vi que estaba preparando el desayuno. —Hola —me regaló una sonrisa, me sentía un poco incómoda. —Hola. —Perdón si te incomodé… —se notaba arrepentido. —Solo un poco, no te preocupes —busqué un paquete de galletitas para acompañar el mate. —Descuida, jamás me atrevería a tocarte —terminó de preparar todo y se sentó a mi lado en la mesa. —Eso espero… —suspiré. Comenzamos a tomar mate mientras charlábamos de cosas triviales, sobre todo de lo referido a conseguir trabajo para mí. —Lo veo imposible, pero sería un sueño trabajar en Dunken. —Lo lograrás, ya verás, tienes gran potencial. Negué con la cabeza riendo para mis adentros, la verdad no quería hacerme falsas ilusiones. Terminamos de tomar mate y él decidió que era momento de irse a su casa, al fin. Quería tener un tiempo para mí sola, sobre todo porque ya que no tenía clases hoy quería ponerme a escribir y organizar mi pequeña casa. —Nos vemos mañana —besé su mejilla y lo despedí. Primero me dediqué a ordenar todo, obvio con música de fondo, era infaltable. Hice mi cama y ordené la ropa, barrí la casa, limpié el baño y organicé mi comedor-cocina. —Listo —dije para mí misma. Busqué mi ordenador y me acomodé en la mesa con él. Mientras encendía me preparé una pizza fría (prepizza, huevo duro, rodajas de tomate y mayonesa), amaba esa comida y era algo rápido y llenador. Dejé mi menú en la heladera y me senté en frente de la computadora. Abrí mi correo primero porque estaba ilusionada con al menos recibir algún mensaje de la editorial. —¡Sí! —grité al ver que obtuve respuesta, mi corazón latía con fuerza. Abrí el mensaje y me dispuse a leer. De: Editorial DUNKEN editorialdunkenarg@gmail.com Enviado: jueves, 23 de abril de 2023. Para: Milena Ruíz mileazulruiz@hotmail.com Asunto: Solicitud de empleo. Buenos días, estimada Milena. Le pido desde la secretaría que se acerque hoy a las 15:00 hs al centro editorial para tener una reunión privada con el jefe, el señor Castillo. Ha leído su archivo y ha quedado impresionado, le interesa su puesto. Responda este correo para confirmar su asistencia. —¡No puede ser! —grité, comencé a llorar emocionada. Llamé a Máximo de inmediato. —¿Mile? —¡Me han citado a Dunken! —grité, dejándolo aturdido. —¡Te dije que lo lograrías! —gritó en el mismo tono que yo. No podía creerlo en verdad. Corté la llamada con él y me apresuré a buscar un buen atuendo a mi armario, ¿¡qué carajos me iba a poner!? Busqué, desordené, tiré todo y por fin encontré un jean ajustado al cuerpo en color azul oscuro, remera de gasa en color rosa viejo y un blazer blanco, obvio, no podían faltar un par de sandalias en tono dorado para acompañar. Entré corriendo al baño para tomar una ducha y alistarme, me maquillé un poco pero sencillamente. Tenía muchas ganas de poder contarle esto a mis padres pero lo evité, al menos por ahora no, hasta que no sea algo fijo. Sobre todo por el simple hecho de que me dirían comentarios negativos, nada más. Miré la hora y eran las 1:00 pm, a las 3:00 pm tenía que estar en la editorial por lo que me apuré a comer mi deliciosa pizza fría. Al acabar, luego de media hora, fui a cepillar mis dientes y darle un retoque a mi labial color caramelo. Acomodé mi cabello y me puse perfume, mucho perfume. —Lista —los nervios me comían entera. Tomé mi mochila, guardé la billetera, llaves, anteojos y un abrigo, busqué mi celular y busqué la ubicación de Dunken. Una vez tenía todo preparado, salí caminando de mi departamento. Me quedaba un poco lejos de dónde vivía pero no me importó, apuré mi paso y llegué a los cuarenta minutos, aún tenía tiempo para entrar. Me senté en una banca que había fuera a esperar que sea la hora indicada. —Por favor, Dios, ayúdame —el dolor de estómago se hacía presente cada vez más por los nervios, sentía que me faltaba el aire. Miraba la hora a cada minuto en mi celular, 2:50 pm, decidí que era el momento de entrar y buscar a la persona que me citó. No podía creer el lujo de ese sitio, las personas muy formales, todo era impecable, todo era un sueño —Buenos días, señorita —se me acercó una chica con una sonrisa, se notaba muy amable—, mi nombre es Roberta, ¿en qué puedo ayudarle? —Buenos días, tengo una cita con el señor Castillo —dije intentando no parecer nerviosa, aunque dudo que pueda evitarlo. —¿Señorita Ruíz? —preguntó, sabía mi nombre. —Soy yo —sonreí gentilmente. —El señor Castillo la está esperando, sígame —se giró sobre sus pies y comenzó a caminar. La seguí. Caminé hasta un ascensor dónde subí con esa misma chica, subimos al tercer piso por lo que pude divisar. Salimos de ahí dentro y caminé por un pasillo hasta llegar a una puerta grande, de dos solapas, de madera. La joven golpeó y esperó ser atendida. —Adelante —pude escuchar una voz ronca, mi piel se erizó. Roberta abrió la puerta y entró ella primero. Miré tímidamente hacia dentro y él no se interesó mucho en mirar hacia la puerta. Seguía con sus papeles leyendo. —Señor Castillo, acaba de llegar la señorita Ruíz —levantó la vista, vi su rostro. —Adelante, señorita Ruíz. Entré al lugar, al parecer, era su oficina. Roberta se marchó, dejándonos solos. —Buenos días —saludé cordialmente. —Buenos días —me miró de pies a cabeza—, tome asiento, por favor. ¿Era necesario mirarme así? Casi me hizo una radiografía completa. —He leído su manuscrito —hizo una pausa para observarme—, ¿por qué le interesa trabajar con nosotros? Comenzaba a intimidarme con su mirada tan profunda y sus preguntas, ¿eran necesarias? —Necesito trabajar, soy estudiante de Letras en la UBA —comencé a explicar, mis manos estaban sudorosas—, mis padres no pueden bancarme todo y necesito poder ayudarles. —¿Y por qué en una editorial? —Desde pequeña amo escribir —suspiré, ya sentía que me faltaba el aire—, un amigo me recomendó solicitar empleo aquí porque, según él, se me da muy bien —su mirada me causaba escalofrío. —Bien, tiene buena presencia señorita… —miró el papel, ya se olvidó de mi nombre— Ruíz —volvió a mirarme. —Gracias. —Seguiré con las citas a los demás postulantes y cualquier decisión estaremos informándole. Asentí, no tenía esperanzas. —Gracias señor Castillo —despedí al jefe de Dunken y me di media vuelta. —Señorita… —volví a verlo—, espero verla de nuevo pronto. Esas palabras parecían cómo si me hubieran tirado un balde de agua fría encima. Vaya atrevimiento, señor Castillo.
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