Hacía más de dos años que había traicionado a Sean; le había propinado un estoque invisible por la espalda y ahora era el momento de ver cómo la herida comenzaba a sangrar. Pero, por más que lo deseara, el anhelado momento tardaría en llegar, pues Étaín se había empeñado en dificultarlo. ¿Qué le había hecho cambiar de parecer? ¿Un repentino ataque de arrepentimiento o un súbito e incontrolable amor por Sean? Le pareció imposible aquella explicación, por lo que desechó la idea por completo. La conocía lo suficiente como para saber que el corazón de la mujer era una fría coraza de metal, imposible de traspasar. ¿Qué mierda le pasaba a esa maldita mujer? No lo sabía, pero algo le decía que Étaín ya no era la misma de siempre.
Enfurruñado, soltó un grosero escupitajo al suelo y se arregló e
