– 5 –

1175 Words
    Mi padre decidió hacer un asado como bienvenida para los invitados. Todos nos sentamos en el quincho que había hecho hace unos años donde su propósito era reunir a sus amigos cantores y pasar toda la noche cantando zambas, era un lugar rústico a excepción de los grandes parlantes, micrófonos y mesa de audio. Y claro, cuando no estaba mi padre era el lugar perfecto para fiestas más joviales.     Juntamos todas las mesas para hacer una grande y larga donde pudiéramos caber todos y mientras comía no podía evitar mirar a ratos a Chace que se encontraba al otro extremo de la mesa; su rostro serio, enfocado.     ¿Y es que acaso nunca sonríe?     Digo, una normal, no esa estúpida arrogante.     Moví mi cabeza para quitarme la única sonrisa que conocía de él, la petulante burlona.     —Chace te está mirando —dijo mi prima por lo bajo—. No lo entiendo no luce enojado.     Sin luchar contra mi fuerza de voluntad lo miré. Levantó su vaso haciendo un pequeño brindis personal. Negué con la cabeza mientras enrolaba los ojos y volví a mi plato.     —No me importa, déjalo ya —le respondí, y sentí como su sonrisa burlona aumentaba por el rabillo de mi ojo.     —No te quita el ojo de encima.     —Déjalo ya, Isabella.     Pero fui yo la que no lo dejé. Lo miré seria, intentando hacer que leyera mis ojos; déjame en paz, intentaba gritar, vi como tomó el último sorbo que tenía en su vaso sin quitarme los ojos de encima, y pude ver su lengua revolotear en la comisura de sus labios haciendo que algo raro ocurriera en mi nuca, sonrió. Sentí como mi rostro comenzaba a hervir por la rabia y di gracias al cielo que las luces no eran tan fuertes como para que se notara. Le sostuve la mirada y tomé mi vaso de cerveza y lo alcé hasta mis labios tomando lo que me quedaba de un sorbo y pude ver como levantaba las cejas, sorprendido de mi respuesta, soltando la única risa disimulada y distinta que le había visto. Bajé mi vaso triunfante sirviéndome un poco más.     La noche pasó rápido, sin darnos cuenta de lo tarde que era. Había sido una buena noche, entre risas y anécdotas de mis padres con los padres de Nacho y la madre de Chace, todos riendo y gozando de la excelente velada. Miraba a la madre de Chace y me preguntaba por qué él no podía ser como ella; encantadora, buena para conversar y risueña. La mujer las tenía todas.       Decidimos despedirnos para al fin ir a dormirnos. Isabella me dijo que se quedaría un rato más hablando con Nacho cerca de la entrada donde había un arroyo muy lindo. También decidí quedarme un tiempo más afuera, cerca de la piscina. Me gustaba en todo momento el campo, pero en la noche, cuando las estrellas brillan a más no poder era mi momento favorito, lejos del sonido del día, de las voces, de todo. No había edificios, no había autos ni luces.     Solo era yo y la noche.      Saqué mi iPod, mis audífonos y me senté en un cuadrado de cemento de dos metros por dos que escondía la bomba de la piscina, un lugar donde se podía ver todo el lugar, hasta la carretera. Por mis espaldas estaba la casa y la de mi tío. Por eso era mi lugar favorito también; si había alguna luz encendida en las casas no podía verlas, solo veía la noche, el bosque y la pradera que se iluminaban con un manto de luz color perla gracias a la luna.     Escuchaba una de mis canciones favoritas cuando escuché algo.     —Tengo que felicitarte —reconocí la voz de inmediato. No respondí, ni siquiera moví mi cuerpo, estaba cansada y lo único que quería era mi dosis diaria de noche y yo. Suspiré profundo pero continuó—. Ha pasado harto tiempo y no has vuelto a chocar conmigo —su tono era burlón. Pause mi canción.     —Es difícil chocar con alguien a quien estás evitando —dije secamente concentrándome en mi iPod, buscando una canción acorde a mis sentimientos que ahora eran perturbados. Chace se sentó a mi lado apoyando sus brazos en sus rodillas—. ¿Qué te hace pensar que puedes sentarte aquí? —dije al ver que se estaba acomodando.     —Es un país libre.     —Es un espacio bastante abierto. —No comprendió mi indirecta—. Hay muchas reposeras, sillas y hasta pasto para que te puedas sentar —le dije mirándolo al fin. Sus ojos eran oscuros como el mar a medianoche. Peligrosamente oscuros. Culpé a la noche.     —¿No quieres que me siente a tu lado? —preguntó inocentemente pero con su voz ronca, tentándome.     —Estoy siguiendo tu consejo —respondí seca—. Soy buena respetando las reglas.     —Siempre hay una excepción a cada regla —Su respuesta me tomó por sorpresa. Lo miré tratando de descifrar lo que quería decir. Pero no quise seguir su juego.     —Cuando las reglas son claras, no hay excepciones —dije al fin. Chace tomó un suspiro de victoria que hizo que se erizara mi espina.      ¿Qué era lo que hacía este hombre para que me enojara así?     —Me gusta saber que soy yo el que pone las reglas.     Notaba sin tener que mirarle el rostro como su tono de voz reflejaba esa sonrisa burlona que tanto odiaba     Y, ¿qué le había hecho a este tipo para que siguiera quemándome el último nervio?     Respiré profundo y lo sentencié con la mirada.     —¿Sabes qué, Chace? No te conozco, no te quiero conocer y no me molestaría para nada que mantuvieras tu distancia estas semanas, como dije; sigo tu consejo, consejo que por cierto no tenías por qué decírmelo, ya que desde el primer momento que te vi supe que no estoy interesada en hacerlo. Hombres como tú no valen la pena conocer.      Contenta con mi respuesta subí el volumen de mi iPod cerrando la conversación. Noté por el rabillo del ojo como Chace siguió mirando mi rostro cuidadosamente, y pude jurar que una sonrisa apareció en su boca. Luego de unos segundos que parecieron eternos noté como se recostaba a mi lado, demasiado cómodo para mi propia comodidad, pero decidí ignorarlo y resolví que no me arruinaría mi término de noche. Podría haberme ido a otro lugar, pero estar ahí a su lado e ignorarlo completamente bastaría para que le llegara el mensaje de lleno, y también, me es más fácil ignorar a idiotas como él que evitarlos.     Después de varias canciones decidí que era tiempo de volver a la carpa. Paré mi iPod y me sorprendí al ver que Chace seguía exactamente igual de cómo estaba cuando lo vi por última vez. Me paré sin mirarlo, y sin admitirlo, me sorprendí de que se haya quedado todo ese rato después de mi flamante y poco disimulado; Ándate a la mierda.     Caminé sin despedirme y nuevamente, sin llevarle la contraria a mi fuerza de voluntad volví mi cabeza para mirarlo, seguía mirando las estrellas. Verlo así tan normal hizo que mi enojo bajara a niveles humanos, se veía como un tipo normal, y guardé esa imagen en mi mente con un Chace imaginario en mi cabeza para futuras referencias; un Chace más como Nacho para seguir con la campaña anti-enojo. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD