Cinco minutos. Ese era el tiempo en que llevaba parada enfrente de esa enorme puerta. Había venido hasta la casa de Jeremiel para saber por mí misma que estaba bien, hoy no había asistido al colegio y eso solo significaba que no estaba del todo bien, cabía la posibilidad que lo que le haya pasado sea más grave de lo que me estaba imaginando. Él había sido tan bueno conmigo desde que llegaron, incluso me iba ayudar con mi investigación, ir lo a visitar era lo mínimo que podía hacer. Me había repetido desde el camino hasta su casa unos pasos a seguir como un mantra. Solo tocaría, preguntaría por Jeremiel y hablaría con él un rato en donde le mostraría el libro y después me iría, eso había pensado. Tal cosa no podría ser tan difícil. Pensándolo en mi cabeza era el plan y organización más