PRÓLOGO
Abril 06 del 2000
(Argentina, buenos aires)
—Detente —esa voz.
¿Acaso era posible?
—Gabriel —volteé encontrándome con el aludido—. Pensé que los Arcángeles ya no visitaban la tierra. O acaso pasaste a ser un Ángel…mi Ángel de la guarda.
Sonreí burlón.
Gabriel simplemente se cruzó de brazos manteniendo ese tono sereno que tanto lo caracterizaba.
—Me temo a que los Ángeles caídos no lo tienen —respondió sin gracia—. Y menos los caídos como tú.
—Qué pena —chasqueé mi lengua—. Ya me estaba haciendo la idea de tenerte como mi guardián —caminé hasta él, eran pocos los centímetros que nos separaban—. ¿Qué haces aquí? —mi tono de voz era fuerte e intimidante, aunque sabía que no serviría con él—. Como ves, este no es lugar para alguien como tú.
—Un mensaje…del Altísimo —arrugué mi entrecejo confundido.
Retrocedí por inercia.
— ¿Qué querría Dios de mí? Un simple caído —cuestioné con recelo.
La última vez que estuve en su presencia fue antes de ser expulsado. No era un bonito recuerdo.
—No eres un simple caído, nunca lo has sido. Fuiste un serafín, uno de los más cercanos al señor
—Se perfectamente lo que era —gruñí, no queriendo hablar sobre el tema—. Ando muy ocupado Gabriel así que, dime el mensaje.
—Ha nacido un bebé y no fue concebido de la manera común. Tu deber es cuidarla de todo mal que quiera ir tras ella, pero lo más importante, tienes que protegerla de su padre. Desde hoy en adelante serás su guardián.
— ¿Guardián? —pregunté incrédulo. Asintió—. ¿Por qué yo? ¿Por qué darle esta misión a un caído?
—Porque tú, no lo sé. Dios ve nuestro interior, tal vez no estés tan perdido.
—Lo estoy —afirmé.
—Si lo estas, ¿Por qué no eres un demonio? ¿Por qué no le sirves a Lucifer?
Un silencio rotundo se creó en el ambiente. ¿Por qué no era un demonio? Ni yo lo sabía.
—Esa es la respuesta, aun piensas que puedes ser salvo.
—No.
— ¿Qué?
—No lo haré —pronuncié—. No es mi problema simplemente. Malasia estaría encantado de hacerlo.
Di media vuelta para seguir mi camino, pero sus palabras me hicieron detener inmediatamente.
—Si lo haces, Dios te concederá lo que tanto anhelas.
—Cambio —aclaré rápidamente.
—Ambos sabemos que no, es tan fuerte tu anhelo que por ello caíste, envidiaste, deseabas algo que sabías no podías tener.
Una gran brisa empezó a recorrer el lugar. Sabía lo que estaba sucediendo.
Volteé a mirar y por primera vez desde hace medio milenio vi las alas celestiales.
—Lucifer está preparando una legión de demonios y Ángeles caídos para sabotear los planes de nuestro señor —me señaló mientras una luz empezaba a brotar de su mano—. Con tus simples dones de caído no podrás con ellos. Tus antiguos dones regresarán, salvo tus alas. Una legión de Ángeles estará a tu disposición.
Sin más desapareció.
— ¿Un guardián? —Pregunté mientras levanté mi vista al cielo—. ¿Es enserio?