Capítulo 4.
Rodé mis ojos por enésima vez, la cita que me había hecho Angie con su compañero de trabajo había resultado en un asco total. El tipo solo sabía hablar de él y nada más que él y de sus anabólicos para el ejercicio y sí, he de admitir que feo no está y me lo estaba aguantando solo por eso
— Y tengo una propiedad en el edificio más alto de la ciudad —giré mi rostro hacia el lado contrario del chico para bostezar.
— ¡Es cierto! El fin de año lo celebramos ahí con los amigos del trabajo, tienes que ir Nath, te encantará la vista desde la terraza, se ve toda la ciudad.
Asentí lentamente hacia Angie, su compañero Leandro, me estaba mirando con una de sus cejas levantada, por otra parte, la cita de Angie solo lo miraba a él, no me fue difícil entender el porque jamás le había hecho caso a mi amiga, pues el interés de él estaba enfocado en alguien más y es que no se podía negar que Leandro era un dios griego, su mandíbula cuadrada, su nariz respingada, sus labios grandes y rosados, cejas pobladas, lo único que a mi no me atraía era su cuerpo, era demasiado musculoso para mi gusto.
A mi me gustaban los chicos altos y de contextura delgada, que sí tuvieran músculos pero no tan exagerados como los de Leandro.
— ¿Vamos a mi casa? — preguntó, miré a Angie para pedir un poco de ayuda, pero lo único que hizo ella fue alzar el pulgar a modo de aprobación, bufé y asentí.
— Si, vamos, quiero ver la ciudad desde la terraza, quizás eso me quita toda el estrés que he tenido últimamente.
— Estoy seguro de que esta noche ya no tendrás más estrés — le sonreí de medio lado.
Bueno, al menos hoy había conseguido sexo fácil, llevaba ya mis buenos meses sin sexo, quizás y estaba a días de llegar al año por lo que hoy quería por fin volvería a disfrutar del sexo.
— ¿Vamos a bailar? — escuché que le preguntó Angie a su cita, este se negó.
— Yo quiero bailar, voy contigo linda — Leandro me miró pidiendo permiso, me encogí de hombros y luego vi con Angie se levantaba feliz de su asiento y se iba de la mano de Leandro hacia la pista de baile.
Los miré por un tiempo mientras bailaban, me reí de ellos cuando ambos se pisaron, a mi lado la cita de Angie también comenzó a reírse al verlos.
— ¿Por qué no se lo dices? — me atreví a preguntarle, él me miró sin entender.
— ¿Perdón?
— ¿Porqué no le dices que lo quieres? Es tan pero tan obvio que aún no entiendo como ellos dos — señalé a la parejita en la pista de baile — no se han dado cuenta, se te nota a kilómetros que estas enamorado de él ¿Por qué no dejas el miedo y se lo dices? A veces para ganar algo hay que arriesgarse y no quedarse sentado viéndolo feliz con alguien más.
— ¿Y si él no me acepta? — fruncí mis labios y negué con mi cabeza.
— Eso ni tú ni yo lo podemos saber, pero arriésgate ¡No es tan grave! — no dijo nada más, tomé un poco de mi trago y moví mis hombros al ritmo de la música.
Lo miré a él y luego miré a Leandro, no podía ser egoísta, tenía que unir a parejas porque sentía que esa era mi misión en la vida o al menos sí que lo era esta noche, adiós noche de sexo desenfrenado con un dios griego.
— Hagamos una cosa — él me miró interesado — primero dime tu nombre —pedí.
— Me llamo Carlos, Angie ya nos había presentado — sonreí tímidamente.
— Si, lo siento, mi memoria no es muy buena que digamos.
— Esta bien, no pasa nada, pero dime, ¿qué vamos a hacer? — lo miré fijamente y me acerque un poco más a él para poder hablar y que el ruido de la música no me interrumpiera tanto.
— Tu sabes que quedamos en que yo iría al apartamento con él — Carlos asintió, pude ver en sus ojos un destello de celos pasar rápidamente — pues no iré yo, irás tu en mi nombre.
Carlos frunció el ceño y se empinó una copa de tequila de manera rápida, paró para mirarme y nuevamente tomó otra copa e hizo lo mismo que con la anterior,
— ¿tú estas loca? No tengo nada que hacer en la casa de él.
— ¡Claro que sí! Ve y a conquistarlo, nada es imposible y que yo sepa él no se ha declarado abiertamente homosexual por lo que quizás tienes un chance, aprovecha, mira que estoy perdiendo una noche de buen sexo solo por ayudarte.
Carlos soltó una fuerte carcajada, lo miré enarcando una ceja y sonreí, revisé la hora en mi celular para tener una idea de a qué hora podría comenzar a hacer el plan para llevar a la cama a Carlos y Leandro.
1:15 AM, aún era muy temprano, me fijé en que tenía una notificación de f*******:.
Gisselle Peñarez le dió like a tu comentario.
Sonreí un poco emocionada, luego de la publicación de mi mejor amiga sobre su compromiso y su embarazo, yo no había podido evitar comentar que la felicitaba y que me sentía feliz por ellos.
No esperaba si quiera que Giss respondiera al comentario, cosa que no hizo, pero sabía que ella era tan amable que al menos le daría like y leería mi comentario y aún sin saber que era yo, esperaba que me pudiera sentir y que en cierta forma, ella supiera que a pesar de la distancia siempre íbamos a estar juntas como lo estuvimos de pequeñas.
— ¡Bailas genial! — Angie llegó junto con Leandro, ambos riendo a carcajadas.
— ¡No, tu bailas genial! — Leandro se sentó y llamó al barman para pedir otra botella de champagne.
Rechacé cuando me ofreció una copa y comencé con mi actuación de que estaba un poco mareada por todo el alcohol que había bebido mientras ellos estaban bailando, cuando realmente solo había bebido medio vaso de cerveza y a demás, cerveza sin alcohol, por el contrario Angie si que había aceptado la copa que le ofrecía Leandro y no solo esa sino unas cuantas mas.
Me entretuve mirando a las parejas bailando y riendo, Leandro y Angie parecían haber venido a la disco ellos dos juntos dejándonos a Carlos y a mí como un adorno en la mesa.
Me levanté y caminé hasta los baños, no tuve problema al hacerlo ni tuve que dar explicaciones de a dónde iba pues nadie se estaba fijando en mi.
Llegué a los lavabos y refresque un poco mi cara con un poco de agua, la noche estaba calurosa y daban ganas de quitarse la ropa acá mismo, por un momento me arrepentí de haber sido buena persona y dejar que Carlos pasará la noche con Leandro, ahora la que perdía era yo.
Salí del baño y me dirigí a la mesa en la que estaban mis amigos, al llegar me di cuenta de que de nuevo Leandro y Angie se habían ido a la pista de baile y Carlos hacia hasta lo imposible por no quedarse dormí allí mismo.
— ¿Aburrido? — pregunté al sentarme a su lado.
Carlos me regaló una pequeña sonrisa y se encogió de hombros.
— No lo puedo negar, ya me quiero ir de acá — miré hacia la pista de baile pero no encontré a Leandro o a Angie.
— ¿Y esos dos a dónde se fueron? — Carlos me ayudó a buscar entre la multitud a la parejita bailarina, cuando los encontró, señaló con su dedo índice — allí están.
Miré para el sitio al que señalaba Carlos y los encontré bailando muy pegaditos y muy sensualmente, mordí mi labio inferior al sentir toda la tensión que se veía estaban teniendo ellos dos, sentí un suspiro de Carlos desanimado.
— Bueno, al parecer ni tu ni yo tendremos una noche loca — fruncí mis labios e incliné mi cabeza hacia un lado.
— Bueno, siempre podemos divertirnos tu y yo — Carlos sonrió de medio lado.
— No sé en qué nos podemos divertir tu y yo — entrecerré mis ojos hacia él — bueno si sé, pero hace mucho no he estado con una mujer, no sé si seré de tu talla.
— ¿Y probamos o no?
— Vamos — me gustó la determinación que tomó Carlos, me levanté cuando me tendió una mano y salimos de la disco.
Caminamos hasta su auto y subimos a este, Carlos prendió el radio y dejó que Maroon Five nos acompañara en todo el camino, nos fuimos tarareando las canciones y hablando de cosas triviales hasta que llegamos a su departamento.
Nos sentamos en el sofá de cuero n***o una vez que entramos a su departamento y nos quedamos sentados allí sin saber que hacer, solté una carcajada al vernos todos tímidos.
— ¿De verdad lo vamos a hacer? — preguntó Carlos tímidamente.
— ¿Hacer qué? — pregunté con una sonrisa picarona mientras bajaba un tirante de mi vestido.
Él no respondió, solo se lanzó a besarme, le respondí el beso de inmediato, sus besos eran un poco tímidos pero era muy buen besador, sus labios comenzaron a descender por mi mandíbula y cuello, llegando hasta el canalillo de mis senos, retiró los tirantes de mis hombros y fue bajando el vestido dejando al descubierto mis senos, los pezones ya erectos recibieron gustosos a su lengua que comenzó a lamerlos, el pezón derecho se perdió dentro de su boca y un ronco gemido salió de mi boca cuando mordió un poco este, sus hábiles manos se adentraron en mi zona íntima, dió unos cuantos apretones directamente allí, desde mi vulva hasta terminar su mano, luego uno de sus dedos comenzó a repasar todo el contorno de mi v****a y así sentí como uno de sus dedos se adentraba en mi mientras que su pulgar hacia círculos sobre mi clítoris.
El departamento oscuro era llenado por nuestros gemidos y jadeos, el sonido de su boca bebiendo de mis senos como si fuera un bebé y entrar y salir de mi cuerpo.
Cambié de posición cuando sentí que me estaba aplastando contra el respaldar de la silla y antes de subirme sobre su regazo, quite una por una de sus prendas, lamí mi labio al encontrar su m*****o, no estaba mal pero tampoco era la gran cosa, bueno, no es que yo fuera una jueza de p***s pero había visto unos cuantos en mi vida y definitivamente este estaba en los últimos lugares, Carlos tomó su pantalón, y buscó su billetera en este, saco un condón que se puso rápidamente, me subí sobre él y me deslice sobre él lentamente para entrará todo en mi, respiré profundo sobre su oído, lamí y mordí un poco aquel lugar.
Carlos besaba mi cuello y amasaba mis senos con sus grandes manos, comencé a subir y bajar sobre el a un buen ritmo, las manos de Carlos en mis caderas me hicieron acelerar las penetraciones.
— ¿Seguro que eres gay? — Carlos se rió fuertemente tras mis palabras.
No me respondió, me beso fuertemente, su lengua adentrándose a mi boca, seguí su beso con mucha adrenalina, era un besador increíble.
Sentí que el orgasmo estaba a punto de llegar a mi, aferré mis uñas a sus hombros y grité su nombre mientras me corría, el siguió con sus movimientos un poco más hasta que soltó un fuerte y ronco jadeo y cayó contra el mueble como una pluma.
— Quiero ser tu primera vez y la última — había dicho Thomas cuando habíamos hecho el amor por primera vez.
— Yo no quiero estar con nadie más que no seas tú.
Limpié una lágrima que escapó de mi ojo sin que Carlos se diera cuenta, a la final, las promesas se las llevaba el viento, solo quedaban en palabras vacías sin ningún significado, dejando corazones rotos en sus idas y venidas.