Entre nosotros ¿Amor o maldición?

CAPITULO XXIX. De nuevo al amor

Después de reunirse con Nathalya, Alex y Natasha regresaron a casa, a Alex le urgía tener una sería conversación con don Emmanuel, por alguna extraña razón, sentía que él podía darle las respuestas que necesitaba. El tema de conversación, Max. Don Emmanuel no se sorprendió al escuchar las inquietudes de su yerno, no tenía manera de negar lo que él ya intuía, que su hermano estaba vivo y muy cerca de Nathalya, Alex se sintió aliviado al saberlo, tanto tiempo llevaba sintiéndose culpable de la muerte de su hermano que ahora la noticia le liberaba de ello. Le indignaba el dolor de su padre, del pequeño Alex y de Natasha, aunque entendía las razones que lo hacían ocultar su identidad, además, ahora estaba un poco tranquilo al saber que él estaba protegiendo a su amada esposa. Quería correr abrazarlo, pero don Emmanuel le había suplicado que fingiera no saberlo, Max se sentiría inseguro si se percataba que alguien lo sabía, pues pondría en peligro la misión. Ahora, al mirar a su padre a los ojos y al ver a Natasha llorando al recordar a Max, lucharía consigo mismo para no decir la verdad, entonces, una nueva canción nació del fondo de su corazón.

Natasha estaba contenta, la reconexión con Nathalya le motivaba a ser feliz de nuevo, aunque la muerte de Max sería una sombra por el resto de su vida, al menos una parte de ella volvía a sonreír. Moría de ganas por contarle a los niños lo sucedido con Nathalya, pero quería evitarles la decepción de saber que Nathalya no regresaría pronto, además, ella seguía sin poder recordar nada ni siquiera a su hijo. Le intrigaba mucho la personalidad de Aldo, siempre en silencio y procurando el bien de Nathalya, quizá el estaba enamorado de ella, pensaba. Su libro estaba posicionado como el número cinco entre los más vendidos, a los lectores les resultaba inspirador y causaba empatía entre la gente, su admirador secreto continuaba dejándole notas motivacionales y su club de fans crecía cada día más.

Por otro lado, Aldo se sentía muy orgulloso de Natasha, cada uno de sus logros los festejaba en silencio y esperaba ansiosamente el día en que al fin pudiera mirarla a los ojos y decirle: "soy yo, estoy vivo" y poder abrazarla, besarla y festejar con ella, extrañaba mucho a su familia, le dolía pensar en todo lo que se estaba perdiendo, los días de escuela de su hijo, las fechas importantes, los partidos de fútbol, su primer instrumento musical, se imaginaba hacer un quinteto con su hermano, su padre y los dos pequeños, tocando música para todos en navidad, cantanto una canción inventada y pudiendo compartir con todos ellos su comida favorita, ese ponche del que disfrutaba tanto con un toque de tequila, abrir los regalos con su pequeño hijo, quien de seguro esperaba ansioso a tan famoso personaje mejor conocido como Santa Claus, la melancolía invadía sus pensamientos y emociones, pero debía guardarlo para sí mismo y hacerlo permanecer oculto en lo más profundo de su ser. Ahora podría estar en contacto con Natasha por medio del teléfono que había dejado para Nathalya, le carcomían las ganas de escribirle a su amada, pero se esforzaba en contenerse, de todos modos no tenía las palabras psra explicarle todo lo sucedido, temía que ella no lo tomara bien después de haberle causado tanto sufrimiento a ella y a todos sus seres queridos, pensaba que le esperaban múltiples reproches.

Ángel disfrutaba de la presencia de Nathalya, adoraba la personalidad de Ivania, pero no podía engañarse, sabía que ella no era la verdadera mujer a la que anhelaba tanto tener entre sus brazos, esa a la que tanto daño le había causado. Su mente continuaba juzgándole sucio, comenzaba a alucinar con su padre repudiándole por haber acabado con su vida, regañándole por lo que había hecho y gritándole que lo había desheredado, su locura se incrementaba cada vez más, aunque por el momento todavía podía disimularlo delante de Ivania.

Ivania, la mujer empoderada capaz de todo, esa que se mostraba fría y calculadora, esa que ahora no tenía ni idea de quién era ella en realidad no tampoco, de todo el mal que Ángel había ocasionado en su vida. Con el nuevo teléfono lograba ponerse en contacto con Alex y Natasha para verlos cuando la situación lo requería, Alex había conseguido un departamento entre los más exclusivos de la ciudad, muy cerca a los lugares que ella frecuentaba para poder verse a escondidas. Ahora que sabia a qué se dedicaba su esposo pretendía ponerle una trampa para hacerlo quedar mal con sus poderosos socios, desacreditarlo ante ellos era la mejor manera de hacerlo caer, Aldo ya estaba avanzando en los planes, ahora que tenía toda la confianza del patrón sería mucho más fácil.

En una ocasión, Natasha no pudo asistir a la cita con ella, presentándose Alex solo, ésto hizo pensar a Aldo que necesitaban un poco de privacidad y salió del departamento esperando afuera por si algo ocurría. Ivania no lograba explicar lo que sentía por Alex, sabía que sí lo conocía de antes, pero no imaginaba lo mucho que lo amaba ni todo por lo que habían tenido que pasar para estar juntos de nuevo, ella ya no era la chica tímida que él había conocido, su personalidad estaba más adherida a Ivania Lamat, segura de sí misma y sin miedo a nada, dejándose llevar por sus impulsos, se aventuró a besarlo apasionadamente, un beso que no paró allí, si no de esos que aceleran los latidos y hacen que el cuerpo exiga más y más, no quería que él la viera como a una mujer infiel sin valores, pero tampoco podía controlar lo que estaba sintiendo y poco a poco la ropa dejó de ser algo necesario para ese par de amantes, sus almas estaban tan sedientas de ese amor puro y sincero que había nacido entre ellos durante la adolescencia, sólo las sábanas habían sido testigos de lo que allí había sucedido.

Aldo esperaba afuera pacientemente, sabía que ellos no estaban perdiendo el tiempo en conversaciones y café, para él era obvio lo que estaba pasando allí adentro y no quería interrumpir, pero se hacía tarde y Ángel podría sospechar.