El director del hospital psiquiátrico estaba llamando a Ivania para informarle que su esposo se había escapado del lugar, inmediatamente ella pensó que él estaría ya adentro de la casa, sin avisarle a Aldo corrió a la habitación para cerciorarse si realmente estaba allí como pensaba.
Al entrar vio a su esposo junto a la ventana, quien al notar su presencia volvió su mirada hacia ella, Ángel expresaba tanta ira con su ojos que Ivania sintió un gran escalofrío recorriéndola de pies a cabeza.
— ¿Porqué me hiciste ésto Ivania?
— Fue por tu bien, para que las alucinaciones se fueran y dejaran de torturarte
— ¡No me refiero a eso!
— ¿Entonces, de qué hablas?
— ¡No te hagas la inocente! ¡Te vi con ese hombre!
— Solamente me despedí de él
— ¡¿Desde cuándo son amantes?! ¡Dímelo!
— ¡Te juro que no es lo que piensas!
— ¡¿Acaso crees que soy imbécil?!
— De verdad que nunca he pensado eso de tí
— ¡No me mientas, Ivania!
Tras decir ésto, Ángel perdió el control y golpeó en la cara a su mujer, pero la ira no se fue, él seguía teniendo ese fuego en sus ojos y ella podía verlo, por lo que en la primera oportunidad se alejó lo más que pudo, pero él la perseguía a gritos y nadie podía ayudarla, ni siquiera Aldo lograba intervenir, ya que Ángel acorralaba a Ivania y su única salida era a través de las escaleras, ella no dudó en bajar, pero estando a la mitad del camino y tan apresurada, su pie se volteó y rodó hasta el suelo.
Ivania estaba inconsciente, Ángel estaba muy asustado por volver a causarle un accidente así, afortunadamente esta vez no rodó tan lejos como la vez anterior, pero aún así su vida podía correr peligro.
La servidumbre había llamado a la ambulancia e Ivania fue llevada al hospital, Aldo la acompañaba, pues Ángel había decidido encerrarse en su despacho como acostumbraba, se culpaba y se odiaba a sí mismo por ello, miraba el arma que escondía en ese lugar y estaba tan tentado a dispararse en la cabeza, pero unas voces se lo impidieron, su padre y su doble relfejados en el vidrio de la ventana, se burlaban de él haciéndole saber que era demasiado cobarde para quitarse la vida. Ángel se golpeó en la cabeza contra la puerta una y otra vez hasta que sangró, al ver su sangre se sintió un poco débil y recargado de espaldas contra la puerta, se sentó dejándose caer, se abrazaba a sí mismo y lloraba con desesperación.
En el hospital, Ivania ya había sido atendida, don Emmanuel y Alex ya estaban allí para obtener noticias, Aldo les había llamado en cuanto llegó, los tres pidieron hablar en privado con el médico, ya en el consultorio, él les informó que la paciente había sufrido un gran golpe en la cabeza, por lo que le habían practicado una tomografía y rayos X para averiguar qué tan lastimada estaba. La tomografía había revelado una pequeña inflamación, pero con medicamentos volvería a la normalidad pronto, y los rayos x mostraron que tenía el tobillo dislocado y un brazo fracturado, debía permanecer en reposo debido a la gravedad del accidente. Don Emmanuel le explicó que su hija había sido drogada con una sustancia desconocida y que ello le causaba pérdida de memoria, le mostró la copia de los análisis que le habían practicado y así el médico podría analizar el caso, don Emmanuel le explicó que el otro médico estaba llevando a cabo una investigación sobre esas drogas para optimizar el mejoramiento de su hija, a lo que pidió que colaboraran como colegas.
Don Emmanuel cuestionó a Aldo por lo sucedido, éste le explicó y por obvias razones debieron acusar a Ángel con la policía, pero cuando llegaron para detenerlo, él ya no estaba.
Ivania tuvo que pasar la noche allí y varios días más para estar en observación. Los tres hicieron guardia esos días para quedarse a cuidarla y así evitar que Ángel volviera por ella, como la vez anterior. Aldo tenía que volver a casa de Ángel para tratar de averiguar su paradero, él no tenía apoyo de nadie y sabía que debía existir algún lugar de su propiedad donde se sintiera a salvo, así que se puso a buscar en el despacho algún documento que le diera una pista.
A la mañana siguiente, Ivania despertó, estaba adolorida y seguía muy asustada por lo que Ángel le había hecho. Alex estaba con ella y la tomaba de la mano, por sus ojos las lágrimas no cesaban y recordar lo sucedido le causaba también un gran nudo en la garganta.
Aldo y don Emmanuel continuaban buscando por toda la casa, preguntaban a todos los empleados sobre Ángel, pero nadie lo había visto salir ni tampoco tenían idea de dónde podría estar.
La novedad había llegado a oídos de los socios, quienes, aunque nunca lo dijeran, consideraban a Ivania como una hija y estaban furiosos con Ángel por lo que le había hecho, tanto que ellos mismos encabezaban su búsqueda por toda la ciudad, entre sus trabajadores habían ofrecido una jugosa recompensa por su cabeza.
Ángel sabía que estaba perdido por eso había huido, pero no estaba tan lejos como todos creían, era experto en esconderse y existía un lugar en el mundo que nadie conocía y en el que absolutamente nadie, lo buscaría. Su plan era permanecer allí hasta que pudiera, de nueva cuenta, robarse a Ivania. Tenía todo para librarse de la policía y de todos sus enemigos, pero esa gran obsesión que tenía por esa mujer lo mantenía cegado, comenzaba a sentir que más que amor era una maldición y no sabía cómo deshacerla, no sabía cómo controlarse, no sabía imaginar una vida sin ella, tanto tiempo había transcurrido desde que la conoció y supo desde un principio que ella no le correspondería jamás, pero su ego pudo más que él mismo, al grado de intentar obligarla a amarlo sólo para no sentir ese rechazo nunca más y ahora que, al fin había logrado tenerla y amarla, debía apartarse por su propio bien, pero no sabía cómo, no quería vivir sin ella. La competencia por el amor de esa mujer hizo que odiara a Alexander y a don Emmanuel, sabiendo desde un principio que no tenía manera de ganar, esos absurdos celos hicieron que su seguridad y autoestima se convirtieran en un tapete que él mismo pisoteaba,y para colmo, Alexander había logrado todo lo que él no, ser un ídolo de la música, casarse realmente con ella, formar una familia, criar a su hijo y hacer que su hijo lo amara, mientras que a él ni lo conocía y aunque no le importaba, sólo por el hecho de que Alexander sí lo tenía y él no, le dolía, pero no en el alma sino en el ego.
En la soledad, Ángel tenía pequeños fragmentos de recuerdos de su infancia, su madre que siempre lo comparaba con su hermano, haciendo énfasis en que su hermano era mejor en todo y pese a todos sus esfuerzos, él sólo causaba problemas, su padre que nunca estuvo orgulloso de él, que siempre lo hizo sentir como un inútil, como una carga, mientras que su hermano recibía todo lo que pedía. Sus lágrimas cayeron como nunca, todo eso aún le causaba un gran dolor, un dolor profundo, una herida que lejos de sanar, sólo alimentaba sus rencores y sus malas ideas acerca del amor y la felicidad.
Mientras tanto, Luis Roberto comenzaba a ser descubierto por sus padres, una nota revelaba que hace tiempo, había adquirido una cámara espía, recordaron que a su hijo se le había acusado "injustamente" de espiar a Natasha. También se percataron que el arma que mantenían escondida no estaba, esa arma no estaba registrada, ya que había sido obtenida de manera ilegal, por lo que había sido muy fácil culpar a Natasha de los delitos de su hijo, pero los señores amaban a su hijo y no buscaban perjudicarlo, solamente pretendían corregirlo y para ello, esperaron a que él terminara sus tareas para cuestionarlo acerca de su compra. A él no le gustó que sus padres ya supieran la verdad y que le exigieran respuestas, por lo que se fue contra ellos cometiendo una atrocidad. Luis Roberto estaba muy enojado y sus padres continuaban acusándolo de todo, él solamente los escuchaba hablar y en un momento tomó las tijeras que tenía a la mano clavándoselas a su padre en el cuello, su madre vio cómo todo se llenaba de sangre culminando en la muerte de su esposo, cuando ella pudo reaccionar, ya era demasiado tarde, su hijo ya estaba casi sobre ella a punto de asesinarla de la misma manera, ella intentó correr hacia la salida, pero comenzó a quedarse sin aire a causa de un infarto, lejos de recibir la ayuda de su hijo, recibió una puñalada por la espalda arrebatándole la vida.
Luis Roberto había cometido dos horrendos crímenes, homicidio en contra de sus propios padres, no es que lo que hiciera antes fuese menos perturbador, pero estarás de acuerdo que asesinar al par de personas que te dieron todo en la vida y que llevaban tu misma sangre es algo tremebundo.