Capítulo 2 "No me gusta ese chico"

2889 Words
"No es más grande el que nunca falla; si no el que nunca se da por vencido" *** Incliné mi cuerpo hacia adelante y cerré los ojos, disfrutando de la hermosa melodía que los mágicos dedos de Daemon eran capaces de reproducir al tocar el piano. Abrí mis ojos y miré hacia el frente de la clase, donde él se encontraba deleitándonos a todos con su gran talento. Su mirada serena se encontró con la mía, y una pequeña sonrisa surcó sus labios al notar mi atención en él. Damon era una de las personas más talentosas de la Academia, siempre me había preguntado cómo una persona como él continuaba estudiando aquí, pudiendo estar en Nueva York, estudiando en Julliard. Ese era el sueño de todos los que estábamos aquí, poder llegar a esa Universidad; y sólo él se había dado el "honor" de rechazar dos becas a tan prestigiosa institución. —Como siempre ¡Maravilloso, Damon! —habló la profesora cuando él se detuvo, haciendo énfasis en la palabra "maravilloso". —Muchas gracias, profesora —manifestó, haciendo una reverencia antes de bajar del escenario y caminar hacia la parte trasera del salón. Se dejó caer en el asiento trasero que se encontraba tras el mío, alejó el cabello que caía sobre mi hombro y se inclinó hacia adelante. —¿Te gustó, Beth? —me preguntó en voz baja. Lo miré sobre mi hombro y arquee una ceja. —¿Todavía lo preguntas? Estuviste increíble —afirmé—. Como siempre, ¡Maravilloso, Damon! —exclamé, tomándome el tiempo de imitar la voz de la profesora, a lo que él sonrió y bajó la cabeza. Volví mi atención al frente justo cuando noté un pequeño rubor cubrir sus mejillas. Muchas veces me llegaba a cuestionar cómo una persona tan talentosa como él, podía ser a su vez excesivamente tímido. —El musical de invierno se acerca a pasos agigantados —aseveró la profesora caminando por el escenario, limpiando sus anteojos con el borde de su abrigo—. Como todos los años, buscaremos una pareja y prepararemos una excelente presentación para entonces —se detuvo y nos miró uno a uno de los veinte y tantos jóvenes que nos encontrábamos en el auditorio—. Este año, la pareja ganadora, tendrá toda la recomendación por parte de nuestra prestigiosa Academia, en el departamento de música en Julliard. El auditorio se llenó de suspiros después de esto. Miré a mi alrededor, donde los demás hablaban entre ellos sobre la posibilidad de ingresar que comenzaba a encender nuestras esperanzas. Observé hacia mi lado, donde se encontraba Indiana, mi cuñada, quien mantenía su mano levantada. —¿Sí, Indiada? —dijo la profesora, dando un asentimiento hacia ella. —¿Podemos Beatriz y yo trabajar juntas? Pienso que el chelo y el violín harán un excelente dúo. Y lo hemos demostrado anteriormente —afirmó, dedicándome una sonrisa. —¡Oh! No me queda duda de eso, querida —asintió la mujer—. Pero éste año lo haremos como todos los otros, por medio de una rifa. —Mierda —murmuró, viéndome por lo bajo. —Tranquila Indi, verás que nos tocará juntas a como el año anterior —aseguré, guiñándole un ojo. —¿Damon? ¿Quieres ayudarme, por favor? —la vieja mujer sacó dos peceras de cristal, en ellas habían muchos papelitos. Las puso sobre su escritorio y se sentó frente a ellas. Damon caminó hacia el escenario otra vez, tomó una de las peceras y mezcló los papelitos. Ya lo había hecho cientos de veces; en cada presentación era él quien se encargaba de formar las parejas. Pues él era tan bueno, que no era digno de trabajar con alguien más; era el único estudiante que hacía sus presentaciones solo. —Anabelle, Bryan —comenzó a llamarlos. Mientras que la profesora se encargaba de digitarlos en su computadora. —Indiana, Isaac —mi amiga se hundió en su asiento con exasperación. La comprendía, chelo y guitarra eléctrica no era una buena combinación. —Franchesca, Vanessa. —Beatriz —crucé mis manos bajo mi barbilla mientras él metía la mano dentro de la otra pecera. Sacó el papel y lo detuvo frente a sus ojos—. Damon —dijo bajando el papel. Abrí mi boca con asombro, al igual que lo hizo la boca de la profesora. ¿Desde cuándo el nombre de Damon se encontraba dentro de las peceras? O sea, no es que fuese el Bethoween de nuestra época, pero definitivamente el chico no estaba acostumbrado a realizar trabajos en equipo, puesto que su talento, definitivamente no se comparaba con el de ningún estudiante que se encontraba en la sala. —No sabía que te habías inscrito para las presentaciones de dúos este año, Damon —comentó la mujer aún sin salir de su asombro. Él solo sonrió con timidez y continuó sacando los papelitos como si no hubiese hecho que todo el salón se sorprendiera. —Considérate ganadora, cuñada —susurró Indi a mi lado. Treinta minutos después, la profesora dio por terminada la clase, recogí mis pertenencias y caminé al lado de Indiana hacia el pasillo. Annie se encontraba saliendo de su clase de canto, sacudió su mano en nuestra dirección y caminó hacia nosotras. —¿Y bien? ¿Otra vez juntas? —preguntó, caminando a nuestro lado. —Solo imagina cómo sonará un chelo al lado de una guitarra eléctrica —se quejó la rubia caminando a mi lado. Rubia... ¡Carter! Una pequeña chispa se iluminó en mi cerebro al pensar en mi hermano. Tal vez así lograría que dejara de fastidiarme. —¡No me digas! ¿Isaac? —rio Annie. —Indi ¿Hace cuánto no sales con un chico? —le pregunté, caminando frente a ella e interrumpiendo su conversación sobre Isaac. Me miró con desconcierto, mientras que Annie levantó una ceja. —Si vas a decirme que salga con Indiana, te raparé la cabeza —me habló en su idioma de forma amenazante. Sonreí y negué con la cabeza. —Calma, tarada. Es Astrid la que duda sobre tus gustos sexuales. —¿Quieren por favor dejar de hablar en español? —gruñó la rubia—. ¿Por qué quieres saber eso, cuñada? —¿Quieres salir con mi hermano, por favor? Así dejará de fastidiarme. Annie rió, negando con la cabeza. Mientras que Indi continuaba viéndome con desconcierto, quizás imaginando que yo había enloquecido al querer planearle una cita a ciegas. Caminamos hacia el estacionamiento, en dirección al auto de Indiana, quien solía ser siempre, nuestra conductor designado gracias a su fanatismo al correr a como lo hacía su hermano. —¿Qué carajos, Beth? Solo porque salgas con mi hermano, no quiere decir que yo vaya a salir con el tuyo. —¡Piénsalo! —le pedí, uniendo mis manos en forma de plegaria. Unos murmullos y unas sonrisas llamaron mi atención, por lo que, me volví hacia el frente para observar la pequeña multitud de chicas que no dejaban de sonreír mientras mantenían bolígrafos y papeles en sus manos, lo que podía significar una única cosa: Nash estaba aquí. Una enorme sonrisa se abrió paso en mis labios, mientras los latidos de mi corazón comenzaron a acelerarse, al ver el motivo de la locura del grupo de féminas de adelante. Ahí, recostado a su adorado auto deportivo de color n***o, se encontraba mi novio, sonriendo ante los flashes de las cámaras y firmando papeles y camisetas con amabilidad. Una mueca de desagrado reemplazó la felicidad que sentí al principio. No me gustaba la manera en la que sus fans se le acercaban y lo toqueteaban mientras se tomaban fotografías con él. Él me lo había advertido desde que comenzamos a salir, pero aun así, no lograba a acostumbrarme. Su mirada se encontró con la mía, y esos perfectos hoyuelos que poseía en sus mejillas, se formaron mientras dejaba atrás al círculo de chicas que lo rodeaba y se encaminaba hacia mí. Bajé la mirada y mordí mi labio inferior, sintiendo como el rubor se apoderaba de mis mejillas. A pesar de que salíamos desde hacía dos años, aún me sentía como toda una chiquilla súper embobada por su chico. —Aquí está mi chica favorita —dijo antes de rodearme con sus brazos y presionar sus labios con los míos—. ¿Qué tal tu día, bonita? —me preguntó. —Extrañándote —contesté arrugando la nariz. —También estoy aquí por si no lo has notado, idiota —habló Indiana deteniéndose a mi lado. Entonces él me liberó para abrazar a su hermana—. ¡Ya! ¡Ya! Acabas de babear a Beth —se quejó ella empujándolo. Él rió, mientras la abrazaba con más fuerza. —¿Necesitas un aventón, muto? —Muto tu abuela, y ya recuperé mi licencia, ¿Recuerdas? —contestó ella con una sonrisa de suficiencia—. Anda, ve y síguete besuqueando con Beth, que yo me llevo a Annie. —Recuerda que la velocidad no es lo tuyo, muto. Que no vuelvan a quitarte esa licencia —le advirtió pellizcándole la nariz. —Bien que gracias a ello ahora andas babeando por Beth —sonrió la rubia antes de alejarse. Y sí que gracias a que Indiana había perdido su licencia por primera vez, fue como logré conocerlo. Aún lo recordaba a la perfección. Él había ido a buscar a su hermana al instituto para llevarla a su casa, cuando por error había entrado al salón donde yo me encontraba tocando unas notas con mi violín antes de un recital. Él se había quedado apoyado a la puerta, observando la forma en que lo hacía, y no me había percatado de ello, hasta que terminé de tocar. Desde entonces, no volví a alejarme de él. —Entramos a trabajar en dos horas —me recordó Annie, sacándome de mis recuerdos justo antes de comenzar a seguir a Indi. —¿No piensas saludar, Ana? —arguyó Nash, entrelazando sus dedos con los míos. Annie ni siquiera se tomó la molestia en girarse, simplemente levantó su mano y le mostró su dedo medio—. Creo que ya le caigo bien —susurró, besando mi cabeza. —Yo también lo creo, mi amor... muy profundamente le caes bien —sonreí comenzando a caminar a su lado hacia su auto. —¡Hey Beth! —miré sobre mi hombro donde Damon prácticamente corría hacia nosotros. Los ojos de Nash se clavaron en él, mientras los músculos de su espalda se contraían en una pesada respiración—. ¿Te llamo luego para que podamos reunirnos para el ensayo? —Eh... seguro —contesté, sin separar la mirada de mi novio, quien lanzaba puñales con su mirada hacia Damon. —Grayson —saludó él, estirando su mano hacia Nash al percatarse de su mirada. El castaño sonrió con timidez y bajó la mano al no obtener respuesta por parte de Nash—. Supongo que te veré luego —me sonrió antes de comenzar a caminar hacia su auto. —¿Cuál ensayo? —cuestionó Nash con molestia. —El musical de invierno. Este año me corresponde hacerlo con Daemon —le conté, tratando de apaciguar el ataque de celos en el que se encontraba sumergido. —No me gusta ese chico —dijo, mientras desbloqueaba las puertas del auto. —Estaría preocupada si me dijeras que te gusta —bromee. Él sonrió, sacudiendo su cabeza. —Tenemos dos horas... ¿Qué quieres hacer? —arguyó, levantando una ceja. —Tengo hambre. —Tus deseos son órdenes —manifestó, haciendo una ridícula reverencia. Condujo hasta nuestro restaurante favorito; y no era un restaurante fino donde había que vestirse con traje de etiqueta y sacar una reservación antes de ir. De hecho, ni siquiera se le podía llamar restaurante. Era un pequeño chinamo al lado de la carretera, donde vendían comida mexicana. Ambos amábamos ir ahí y comer unos deliciosos tacos mexicanos, sin ser molestados por la prensa o las incansables fans de Nash. Incluso en este lugar, todos lo trataban como alguien normal, ni siquiera le mencionaban su próxima competencia. —Ayer hablé con mis hermanos —aseveré, sentándome frente a él en una pequeña mesa de madera. —Imagino que necesitan entradas —afirmó, metiendo una mano dentro del bolsillo de sus pantalones—. Dos entradas para mis queridos cuñados. Le sonreí y le guiñé un ojo. —¿Alguien le ha dicho ya que es el novio más ardiente y atento de todo el mundo, señor Grayson? —Algunas chicas me han dicho que soy ardiente—sonrió, inclinándose sobre la mesa—. Pero solo me importa escucharlo de una —susurró, tomando mi barbilla con una mano para presionar sus labios con los míos. —Mi jefa no quiere darme la tarde del sábado —le conté, dejando salir un lento suspiro—. No voy a poder estar en la carrera. —¿Qué? Simplemente no puedes no estar, Beth. Eres algo así como mi amuleto. Agradecí el plato de tacos que acababan de dejar en la mesa y después lo observé. —Nash, sabes que me hace muy feliz estar apoyándote en cada competencia. Pero también necesito el dinero, debo de pagar la mensualidad de la Academia. —Podrías regresar a tu casa, así no tendrías que trabajar en ese puto lugar. —Ya hablamos de eso, Nash. —Sólo bromeo, muñeca —sonrió con malicia, mientras lamía su labio inferior. —Deja de hacer eso —espeté, cruzándome de brazos. —¿Hacer el qué? —preguntó, inclinándose hacia adelante. —Sonreír de esa manera; sabes que me atontas. —¿Cómo? —dijo sonriendo más—. ¿Así? Sonreí como idiota, sacudiendo la cabeza. Amaba sus hoyuelos, simplemente podría pasar toda mi vida observando ese enorme par de cráteres que se formaban en sus mejillas cuando sonreía, y nunca aburrirme. Nash era mi adicción, cada minuto que pasaba a su lado me enamoraba un poco más de él, si es que eso era posible; amaba pasar noches enteras a su lado, solo escuchando su respiración. A veces pensaba que era como una rara especie de acosadora, pues me gustaba ver por horas, la serenidad con la que dormía. No tenía ninguna duda, estaba profundamente enamorada de Nash Grayson. —Si me sigues viendo de esa manera, voy a olvidarme de que tienes hambre y te secuestraré toda la tarde para tenerte toda para mí —susurró, inclinándose sobre la mesa. Alejé la mirada y dejé escapar un largo suspiro. —Es tu culpa —alegué—. Debería ser prohibido que te veas tan sexy con esa ropa —dije señalando su camiseta negra deportiva que hacía que sus brazos y pectorales resaltaran. —No sería divertido no ver a mi novia comerme con la mirada —sonrió. Bajé la mirada y pasé una mano por mi cabello. —¿Quién es Hunter? —pregunté para cambiar de tema. Pues temía terminar arrastrándolo sobre la mesa para aprovecharme de él. El ceño de Nash se profundizó, mientras se hundía en su asiento. —¿Cómo sabes de Hunter? —preguntó, cambiando totalmente el tono de voz. —Llegó ayer al restaurante; y me pidió que te dijera que tu viejo amigo Hunter, había regresado. Nash desvió la mirada y flexionó su brazo para apretar su nuca. —No quiero que vuelvas a hablarle —murmuró. Fruncí el ceño y levanté las cejas. ¿Qué carajos? —¿Disculpa? —Hunter es un imbécil, Beth. No quiero que vuelvas a hablarle —repitió, viéndome directamente a los ojos. Sus hombros subían y bajaban en una constante respiración. Su ceño continuaba fruncido y su sonrisa se había perdido hacía varios minutos atrás. —¿Qué pasa con él? No puedes prohibirme hablarle a alguien así sin más... más cuando éste es cliente del restaurante. Golpeó la mesa con ambos puños y gruñó, haciéndome saltar en mi asiento. ¿Qué demonios le pasaba? Nash nunca solía actuar de esta manera. Él no era posesivo ni mucho menos agresivo. De hecho, el ser una persona carismática, lo ayudaba a ser uno de los favoritos de todo el ámbito deportivo. —Hunter fue mi mejor amigo durante todos los años de la secundaria —me contó en un tono de voz apenas audible—. Yo estaba saliendo con Chloe desde el tercer año; la creí la chica perfecta —sonrió—. Ya conoces esa historia. Rodee los ojos. Claro que la conocía, y seguía sin gustarme cada vez que la escuchaba. Nash había estado muy enamorado de esa chica, y su vida se había visto destruida después de su traición. —Hunter y Chloe fueron los que me traicionaron. Él también salía con ella desde hacía un año atrás. ¿Qué clase de amigo hace eso? —exclamó, abriendo los brazos—. No quiero que vuelva a intentar arrebatarme mi felicidad —habló, tomando mi mano a través de la mesa—. Te amo demasiado, Beth. Y no quiero perderte. —No vas a perderme —le aseguré. Ganándome nuevamente una sonrisa de su parte—. Estoy enamorada de ti, Nash Grayson; sólo de ti.
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