Capítulo 3 "¿Qué necesitas, Winnie The Pooh?"

1800 Words
"Lo único imposible, es aquello que no intentas" *** —Hoy necesito un enorme favor de tu parte —dejé el desinfectante sobre la mesa que limpiaba y me giré hacia Carter. Llevaba caminando tras de mí por más de diez minutos, sin pretender abrir su boca para decir algo. Sabía que algo necesitaba, pues no acostumbraba a visitarme a mí lugar de trabajo, gracias a su obsesión sobre los gérmenes que según él, habían en el sitio. Lo escanee lentamente con la mirada, su desordenado cabello, más su chaqueta negra y su fuerte olor a perfume de Chanel, era una indiscutible señal de que iba de conquista. Carter tenía la manía de utilizar la misma chaqueta desde que tenía 15 años; según él, era de buena suerte y además, se veía "irresistible" lo que él no quería darse cuenta, es que la chaqueta le quedaba tan pequeña, que ya parecía Winnie the Pooh con su minúscula camisa roja. Landon y yo le habíamos dicho en varias ocasiones que ya era tiempo de cambiarla, incluso se la habíamos escondido en una ocasión, pero lo que conseguimos fue que se encerrara en su habitación, hasta que se la devolviéramos. Ese niño definitivamente necesitaba ayuda profesional y se negaba a aceptarla. —¿Qué necesitas, Winnie The Pooh? —pregunté, reparando mi mirada en su apretada chaqueta. —Muy graciosa, mojigata —refunfuñó poniendo los ojos en blanco—. Irás a la fiesta que ofrece Nascar antes de la competencia, ¿No es así? Esa dichosa fiesta. Unas noches antes de la tan esperada competencia de la serie Nascar, los patrocinadores siempre ofrecían una gran fiesta para todos sus competidores, yo las odiaba, siempre deseaba pasar mi tiempo a solas con Nash, que acompañarlo a esas estúpidas fiestas, donde esas plásticas modelos se le insinuaban. Habíamos hablado de ello en la tarde, Nash quería ir... yo quería quedarme en casa viendo Rápidos y Furiosos y comiendo palomitas. Aún no habíamos llegado a un acuerdo, hablaríamos en cuanto terminara mi turno. —No lo sé —contesté, apoyando todo mi peso en mi pie izquierdo. Achiqué los ojos en dirección de Carter. Él pasaba una mano por su cabello castaño nerviosamente, mientras las esquinas de su boca se levantaban en una pequeña sonrisa tímida. —¿Puedes hacer algo por tu hermano menor? —¿Qué hiciste ahora, Carter? —Nada —dijo levantando sus manos en señal de rendición—. Simplemente presumí con una chica guapísima, que Grayson es mi cuñado, y me pidió que la llevara a la fiesta para comprobarlo. —¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —crucé los brazos a la altura de mi pecho y arquee una ceja.  Miré sobre su hombro. La puerta de la oficina de mi jefa se abrió, revelando su roja melena. Entrecerró los ojos en mi dirección e hizo un gesto con su barbilla, indicándome que volviera al trabajo. —Sabes que no puedo ir ahí sin una invitación de alguno de los corredores —continuó hablando, sin dejar de seguirme. —Pues búscate otro medio —murmuré, tomando nuevamente el desinfectante. —¡Ándale, Beth! Mira que casi nunca te pido nada. ¿En serio estaba diciendo eso? Carter era capaz de llamarme a la 1 am para que fuera por él a cualquier fiesta donde se había embriagado. Era solo 10 minutos menor que yo, pero aun así, su comportamiento y madurez era la de un niñato de 17 años. Siempre se la pasaba esperando a que Landon o yo, le sirviéramos de niñera. Era tan irresponsable, que ni siquiera parecía ser nuestro hermano. —¿Cómo te atreves a decir semejante mentira? —ataqué, frunciendo el ceño y apuntándolo con el desinfectante—. ¿Acaso te has olvidado de todas las ocasiones en las que me has sacado de mi casa en las madrugadas para que te sirva de niñera? Eres un imbécil, Carter. Su mirada se dirigió hacia el desinfectante, a la vez que levantó sus manos y retrocedió dos pasos. —Baja eso, Sullivan. No vaya a ser que arruines mi chaqueta. Subí y bajé los hombros en una lenta respiración. Fruncí los labios y apunté su pecho con mi dedo. —Deja. De. Llamarme. Sullivan. —¡Venga, Beth! Hazme ese pequeño favor. ¿Acaso no eres capaz de dar todo por tu mellizo? Porque si me preguntas... Yo sí lo haría por ti. —Púdrete, Carter. Tú nunca has hecho algo por mí, además de fastidiarme, claro —espeté con molestia, frunciendo el ceño en su dirección. —De acuerdo, Beatriz —dejó escapar un lento suspiro, sin dejar de verme directamente a los ojos—. No me dejas alternativa, pero me temo que si no consigues que tu novio me invite... le diré que Daemon quiere contigo. —¡Eso no es verdad! —Claro que lo es... Astrid me lo ha dicho —afirmó, levantando una ceja en señal de victoria. Suspiré. Aunque quería con todo el corazón que no fuese cierto, también tenía mis sospechas: Daemon quería conmigo. Y no me convenía que Nash se diera cuenta de ello, no es como si me interesara el chico, pero simplemente Nash se pondría loco de celos, y yo quería evitar eso. —¡Bien! Hablaré con Nash —gruñí, haciendo un puchero—. ¡Suelta! ¡Suelta! —me quejé ante el abrazo rompe extremidades que Carter acababa de darme. —¡Eres la mejor hermana mayor de todo el mundo! —besó mi mejilla y dio un paso atrás. —No creo ser la mejor —dije, poniendo el desinfectante y el paño en sus manos—. Hay muchas mesas que limpiar, Winnie The Pooh —sonreí, pasándolo por un lado. —¡No Beth! ¡No puedes hacerme esto! —lo miré sobre mi hombro, sostenía con asco los instrumentos que acababa de darle—. ¡Hay muchos gérmenes aquí! Me eché a reír y sacudí la cabeza. —¿Quieres ir a la jodida fiesta? ¡Gánatelo! ¡Nada es gratis, Carter! *** Así que al final terminé por convencer a Nash de que accediera a que Carter y su nueva conquista, fuesen a la fiesta. Y, como si el karma me hiciera pagar, a cambio debí de aceptar ir con él a la maldita fiesta. "Nada es gratis, Beatriz" —había dicho antes de que terminara la llamada. Así que ahora me encontraba tratando de decidir que ponerme para la dichosa noche. Saqué un vestido color n***o de mi armario. Lo había comprado en una tienda de segunda, y a pesar de no ser un fino vestido diseñado exclusivamente para mí, era muy bonito. La espalda quedaba descubierta, era corto y ajustado, pero poseía un bello encaje sobre él que no lo hacía lucir nada vulgar ni revelador. Era perfecto para la noche. —¡Tu hermano está comiéndose toda la comida! —gruñó Annie, tirándose a mi cama después de entrar a mi habitación—. Wow, ¿Llevarás ese? —señaló mi vestido y sonrió. —¿No es perfecto? —¡Claro que lo es! —exclamó con emoción. —Entonces lo llevaré —quité la toalla que cubría mi cuerpo y me coloqué el vestido. —Luces bien, Beth —levantó sus pulgares y asintió en mi dirección. Di una vuelta frente al espejo y asentí a mi reflejo. —¿Quieres venir? —¿Y estar rodeada de egocéntricos corredores? ¡No gracias! —contestó haciendo una mueca. —¡Vamos, Annie! También estará Indi. —No. Ahora ve y has algo con el odioso de tu hermano. La seguí fuera de la habitación, a través del pasillo hasta la pequeña sala de estar. Carter estaba sentado en el sofá, mantenía sus pies sobre la mesa mientras se engullía de papas fritas y miraba la tele. —¡Baja los pies de la mesa! —gruñó Annie, levantando los pies de mi hermano para dejarlos caer al piso. —¿Cómo haces para vivir con esta bruja? —me preguntó Carter levantando una ceja y volviendo a subir los pies sobre la mesa. —Bruja tu abuela —arguyó ella, volviendo a bajar los pies de mi hermano. —Carter, compórtate o le pediré a Landon que venga por ti —le advertí —¿Acaso el puerco necesita niñera? —Annie sonrió y cruzó los brazos a la altura de su pecho. —No me hables en español, muñeca. U olvidaré mi lista de solo rubias y haré una excepción contigo —Carter le guiñó un ojo y metió otra papa frita a su boca. —Tal vez eso ocurra sólo en tus sueños más húmedos. —¿Quieren dejar de comportarse como un par de... —dejé de hablar cuando la perilla de la puerta giró para dejar a la vista la mirada y la sonrisa del chico que me traía babeando desde hacía mucho tiempo. Nash se recostó al marco de la puerta, luciendo su típica chaqueta roja con blanco de su equipo. Me sonrió y movió un juego de llaves en su dedo índice. —Tal vez deberían de evitar dejar las llaves pegadas a la puerta. Así no sufrirán un atraco. —Y tú deberías dejar de inmiscuirte en nuestros asuntos —dijo Annie poniendo los ojos en blanco. —Mi casa, es tu casa ¿No es eso lo que siempre dicen los latinos, Ana? —preguntó mientras cerraba la puerta tras él. —Noticias, Grayson. Esto no es Latinoamérica —habló ella, cruzando los brazos a la altura de su pecho. Nash estrechó la mano de Carter y luego se detuvo frente a mí. Tomó mi rostro entre sus manos y depositó un pequeño beso en mis labios antes de retroceder. —Luces increíble, nena —me susurró antes de girarse hacia Annie nuevamente—. ¿Vendrás con nosotros, Ana? —¡Deja de llamarme Ana! —Eres latina, ¿No es así? Las latinas suelen llamarse "Ana" y no "Annie" -dijo sonriendo. —Vete al diablo, Grayson —reí al ver la expresión de fastidio en Annie. Nash amaba fastidiarla a tal grado de hacerla lanzar maldiciones en español. Era como su pequeño pasatiempo. Él la apreciaba, me lo había repetido en varias ocasiones, aunque mi amiga no terminaba por compartir el mismo sentimiento. —Deja de fastidiarla —le dije apretando su mano. —Sí, ese es mi trabajo —alargó Carter levantándose—. Ahora mueve tu trasero y ponte un sexy vestido, Ana. O te llevaré sobre mi hombro luciendo ese horrible pijama de Perry el ornitorrinco. —No serías capaz, puerco. —¿Quieres apostar? —inquirió mi hermano levantando una ceja. 
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