“Si quieres alcanzar la grandeza, deja de pedir permiso”
Unos chicos de largo cabello cantaban y saltaban tocando sus ruidosos instrumentos musicales. Mientras cuerpos sudorosos se movían cerca del escenario al compás de la música. Muchos juegos de luces centelleaban sin cesar, haciéndome achicar los ojos para poderme acostumbrar a su resplandor y así mirar con claridad. Como era de suponerse, el club era muy lujoso; no siempre podía darme el lujo de poder venir, no ahora; pero hoy, a pesar de ser una de las personas más sencillas en comparación a las que estaban ahí, "tenía la dicha" de ser una de las invitadas a su dichosa fiesta privada.
Miré hacia la banda y reconocí a Isaac como uno de los miembros. Era él quien tenía que preparar la presentación para primavera con Indiana. Y sin lugar a dudas era bueno en lo que hacía. Parecía que la guitarra eléctrica y él, eran uno solo.
Me moví entre el mar de chicos y chicas que saltaban y coreaban las canciones de la banda en el escenario, tratando de evitarlos para no llenarme de sudor. Annie me seguía de cerca, quejándose una y otra vez por su desdicha de estar ahí. Tomé asiento en uno de los taburetes de la barra y me incliné hacia adelante, echándome a reír al ver el gesto de horror que mi mejor amiga llevaba plasmado en su rostro.
Annie era el tipo de chica que solía pasar sus ratos libres componiendo canciones o simplemente escuchando los artistas de moda mientras soñaba algún día llegar a ser como ellos; odiaba las fiestas y todo aquello que tuviera algo que ver con aglomeraciones de personas; lo que me dejaba con la duda en lo que iba hacer cuando tuviera que cantar para una multitud. Odiaba los vestidos, por lo que ahora lucía un lindo pantalón blanco y una blusa negra escotada, la cual hacía resaltar sus pechos en gran manera. Siempre le había envidiado esa parte, pues su copa C, no se comparaba con mi copa B.
—¡No puedo creer que me hayan obligado hacer esto! —se quejó otra vez, a través del fuerte ruido de la música.
—¡Culpa a Carter de ello! —grité en respuesta.
Y sí que debía de culparlo, mi hermano no la dejó en paz, hasta que la pobre morena debió de ir a cambiarse de ropa para acompañarnos. Aunque justo después, lo había disfrutado al molestar a Carter justo cuando su cita lo llamó para cancelarle.
Una mano se posó en mi hombro, tiré de mi brazo hacia atrás instintivamente, pues sabía que no era Nash, había ido a buscar un buen lugar para estacionarse y sabía que no llegaría tan pronto.
Mi mano impactó contra algo. Lo que resultó ser la mejilla de un chico de ojos oscuros que ahora se acariciaba el rostro con una sonrisa divertida asomando en sus labios.
—¡Wow! La chica de Grayson sabe defenderse —rio Hunter, tomando el otro lugar a mi lado.
—¿Qué te pasa, idiota? ¿Quieres matarme de un susto? —aseveré, frunciendo el ceño.
—También sabe hablar —manifestó, levantando una mano para que uno de los Bart ténder se acercara—. Imagino que Nash está aquí —me dice, dirigiendo su mirada hacia mí.
Paso un mechón de cabello detrás de mi oreja y busco a Nash por el salón con la mirada. Él carraspea su garganta acercándose a mí. Su aliento a alcohol se estrella contra mis fosas nasales, y no pude evitar hacer una mueca.
—Ya Grayson te contó la historia ¿Eh? —comenta, mostrando todos los dientes en una perfecta sonrisa. Miro hacia Annie, quien aprieta con fuerza una servilleta en sus manos mientras fulmina con la mirada a Hunter—. Tranquila, chica. Ya no soy un niñato —me guiñó un ojo y se sirvió del vaso que acababa de llegar a sus manos—, además, no me gustan las chicas de tu tipo —dijo sonriendo.
Un largo mechón de cabello n***o cayó sobre su ojo izquierdo, lo alejó con una mano, mientras que con la otra levantaba el vaso en nuestra dirección.
—¡Salud! Señoritas —expresó, llevando el vaso hasta sus labios. Inclinó su cabeza hacia atrás, y sin detenerse a hacer una sola mueca, vació todo el contenido del vaso en su boca—. ¿Algo de tomar? —preguntó, levantando nuevamente la mano en dirección al Bart ténder.
—Hunter Willis —el brazo de Nash se envolvió en mi cintura, y sus labios tocaron mi mejilla en un pequeño gesto de cariño.
Estaba tan ocupada en no perder de vista al tal Hunter, que no me había percatado de su presencia.
—Nash Grayson —repitió él, extendiendo su mano hacia mi chico de ojos verdes—. ¿Sin resentimientos? —alargó, frunciendo el entrecejo, al no tener respuesta en su saludo por parte de Nash.
—¿Por qué debería de tenerlos? —Nash colocó su barbilla sobre mi hombro y suspiró—. Supongo que me ayudaste a darme cuenta en lo equivocado que estaba en cuanto a mis sentimientos con Chloe —contestó, estirando su mano para agarrar la de Hunter.
Puse los ojos en blanco, otra vez Chloe salía a relucir en el tema de conversación; ¿Es que siempre tendría que lidiar con su fantasma?
—Pero si tratas de pasarte de listo con mi chica... desearás no haber regresado —su imponente voz hizo que los vellos de mi nuca se erizaran. Cerré los ojos y dejé escapar lentamente mi respiración.
Hunter sonrió y asintió sin alejar su mirada de Nash.
—¡Damas y caballeros! —miré hacia el escenario. Un chico de cabello rojo había tomado el micrófono, logrando que la música se detuviera—. ¿Todos listos para conocer a nuestros campeones? —la multitud estalló en euforia, mientras que varios chicos con suéteres de diversos colores subían al escenario, saltando mientras pedían el apoyo de sus invitados, quienes parecían que se quedarían sin cuerdas bucales por sus incontrolables gritos.
—¿No deberías de estar ahí, Grayson? —le preguntó Annie, con un poco de burla.
—No necesito opacar la alegría de esos pobres novatos esta noche, Ana —contestó él, sonriendo—. En la pista se darán cuenta de quién es el mejor.
Puse los ojos en blanco y me giré hacia la barra nuevamente, levanté una mano, pidiéndole un trago al Bart ténder.
—¿Quién quiere la compañía de Willis y Grayson? —volvió a hablar el chico al micrófono.
Las chicas estallaron en chillidos. Cubrí mis oídos con ambas manos mientras se encargaban de corear los apellidos de Nash y Hunter, quienes eran llevados a la fuerza por otros chicos.
Miré hacia el escenario, dos chicos colocaban dos sillas, donde hicieron que Nash y Hunter se sentaran. La expresión de Nash estaba en blanco, mientras me buscaba con la mirada. Él tampoco entendía lo que estaba pasando.
—¡Yyyyyyy aquí con ustedes! ¡Los mejores competidores de la serie Nascar! —gritó el chico, señalándolos a ambos.
Dos chicas con diminutos trajes de competidoras subieron al escenario, deteniéndose frente a ellos. La sonrisa de Hunter se agrandó mientras la escaneaba lentamente con la mirada. Nash simplemente la veía al rostro. Y por su bien, enserio esperaba que se limitara a verla únicamente al rostro.
—Mierda, voy a matarlo —habló Annie a mi lado, frunciendo los labios.
El trago llegó a mis manos, lo tomé y lo bebí de un sorbo al ver a la chica hacer sensuales movimientos a Nash; sin importar cuanto quemaba mi garganta, vacié el vaso para después dejarlo sobre la barra. Salté del asiento y comencé a hacerme campo entre la multitud de cuerpos sudorosos que gritaban con euforia ante tal espectáculo.
—¡Beth! —escuché gritar a Annie detrás de mí. Pero no me detuve, simplemente necesitaba un poco de aire fresco.
Dos años... eran dos años los que llevaba a su lado y nunca me había molestado tanto ver algo así; me molestaba ver que él no hacía nada para detenerlo. Era consciente de esto desde que comencé a salir con él, pero siempre había presentado respeto. Un nudo se había instalado en mi garganta ante la decepción que sentía.
Salí a la fría brisa de la noche y caminé entre los arbustos buscando un lugar para estar sola. Annie se había encargado de repetirme mil y una vez que Nash era un arrogante lobo vestido de oveja. Siempre decía que me había apresurado, y que Nash rompería mi corazón más temprano que tarde. Nunca lo creí, de hecho me encontraba viviendo mi felices para siempre como todas las princesas Disney.
Suspiré, recostándome a una fuente en forma de ángel en el centro del jardín. Reí al ver como comenzaban a girar las cosas a mí alrededor. Había tomado muy rápido esa bebida y ya comenzaba a sentir sus pequeños efectos.
Una alta sombra caminaba delante de mí a paso rápido. Un rostro con brillante sonrisa salió a relucir bajo la tenue luz de las farolas.
—¿No estabas disfrutando de tu show privado? —murmuré, cruzando los brazos a la altura de mi pecho.
—Este es el único lugar en el que necesito estar —manifestó, deteniéndose frente a mí, a la vez que me señalaba—. ¿Por qué creerías que iba a dejar que me hicieran ese maldito baile? —me preguntó, llevando ambas manos a mi cintura. Arrugó su frente e inclinó su cabeza hacia la mía—. ¿No te he demostrado ya muchas veces que lo más importante para mí, eres tú?
Sus labios aplastaron los míos con desesperación, mientras sus manos se arrastraban por mi descubierta espalda, jalando de mi cuerpo hacia el suyo. Jadee, llevando ambas manos hasta su cuello. Mi calor corporal estaba saliendo a la luz, cuando los labios de Nash se dedicaron a acariciar la piel de mi cuello y clavículas. Mordí mi labio inferior para evitar volver a jadear, mientras disfrutaba del sin número de sensaciones que él lograba despertar en mí con solo besarme.
—Hay que salir de aquí —susurró con voz pesada, deslizando sus manos por mis brazos, hasta llegar a mi cintura.
Asentí, incapaz de gesticular alguna palabra. Sus labios regresaron a los míos, reclamando por más. Mi boca le dio la bienvenida a la suya de manera inmediata, deseando poder transportarme a mi pequeño departamento sin necesidad de recorrer 15 millas en auto.
Sus dedos se entrelazaron con los míos, y él comenzó a escoltarme hacia la salida.
—¿Y Annie? —pregunté, recordando a mi mejor amiga.
—Ahí está Carter, ambos necesitan resolver ciertas diferencias —sonrió, abrazándome a su cuerpo—. Pero ahorita, lo que menos deseo es interrupción por parte de alguno de los dos.
El viaje de regreso a mi departamento, fue en menos de la mitad del tiempo que nos había tomado en ir a la dichosa fiesta. Nash y yo habíamos tenido ya muchos encuentros sexuales, pero cada vez que nuestros cuerpos se unían, era como si fuera la primera vez. Él empujó la puerta con su pie, sin dejar de besarme. A como pudo, logró cerrarla de regreso y de pronto, esa ropa que ambos aún llevábamos puesta, había logrado desaparecer como por arte de magia.
Narra Annie
Ya había hablado lo suficiente con el Bart Ténder que no dejaba de llevarme bebidas, incluso comenzaba a sentirme mareada. Mis constantes ataques de risa eran mi señal de que ya había bebido lo suficiente.
Volví a mirar hacia la entrada del club, pero seguía sin haber rastro de Beth y Nash. ¿Dónde rayos se habían metido?
Nash había dejado a esa pobre niña plástica sola en el escenario en cuando Beatriz salió, justo cuando comenzó a mover el trasero para él. Pero eso había sido más de dos horas atrás.
Gruñí, llegando a la conclusión de lo que eso significaba. Esos calenturientos me habían dejado botada.
—¿Otro trago, linda? —me giré hacia el castaño que me había hecho compañía en sus tiempos libres, desde que Beth me abandonó.
—¿Por qué no? —contesté, levantando los hombros.
Él me dedicó una pequeña sonrisa y asintió, antes de retirarse de la barra para ir por mi bebida. No lo perdí de vista mientras preparaba la bebida. Podía estar casi ebria, pero no era estúpida. Podían haberme hecho eso una vez, pero dos veces jamás.
Me miró mientras echaba el contenido en el vaso y sonrió.
—Eres un poco desconfiada —me dijo cuando me entregó el vaso.
—Precavida —respondí, dándole un sorbo a la bebida. El líquido escoció mi garganta, y sentí unas burbujitas invadir mi cerebro.
Bien. Había bebido suficiente.
—¡Ana! Bo. Nita —giré hacia mi derecha. Carter me sonreía mientras se sostenía fuerte de la barra. Reí al ver lo ebrio que estaba—. ¿Dónde está mi hermanita?
—Tu hermanita nos abandonó —alargué sin dejar de reír.
—Necesito salir de aquí. Si espero un poco más, voy a orinarme en los pantalones —arguyó, jalándome de una mano.
En cuanto puse ambos pies en el suelo, un fuerte mareo me invadió, haciéndome casi caer. Pero la mano de Carter me sostuvo fuerte de la cintura para evitar que cayera. Reí más, apoyándome de su brazo.
—Estássss... bien... buenop, puerco —fruncí el entrecejo, mientras retiraba mi mano de su pecho.
Fruncí el ceño al darme cuenta de lo que había dicho; sí, definitivamente había bebido demasiado para estar diciendo semejante idiotez.
—No entiendo una mierda de lo que me dices, bonita —rio, guiándome entre la aglomeración de parejas que aun bailaban.
El fuerte viento nocturno hizo que mi piel se erizara. Odiaba Chicago por ese motivo, había muchas corrientes de aire que provocaban que la piel se me pusiera de gallina, definitivamente no se comparaba con el delicioso clima tropical que me ofrecía mi bella tierra de Ecuador. Me estremecí, acercándome un poco más al calor que el cuerpo de Carter me ofrecía.
—¿Tienes frío, bruja? —me preguntó, con una sonrisa divertida en sus labios.
Puse los ojos en blanco, dejando que sus brazos me rodearan. Nos sentamos en la acera, mientras decidíamos como volver a casa. ¿Enojada? ¡No! El sentimiento de enojo no se comparaba con lo que estaba sintiendo en este momento.
Por ahí había escuchado que el carácter de las latinas es un poco difícil, no sé si ese mito era una realidad, pero lo cierto es, que esta latina quería convertirse en psicópata en este momento.
¿Abandonarme a la mitad de la noche solo para ir a tener un poco de... acción? ¿Qué clase de mejor amiga hacía eso?
—¿No se supone que tienes auto? —le recriminé a Carter, mientras veía hacia la carretera.
Autos pasaban a gran velocidad, enviando más corrientes de aire frío en nuestra dirección.
—No te gustaría que condujera ebrio —contestó, sacudiendo la cabeza—. Piensa rápido, Ana. Mi vejiga no da para tanto.
—Pues ve tras un auto —murmuré.
Ya el ataque de risa me había pasado, ahora era reemplazado por un enorme sentimiento de rabia. El alcohol en mi sistema se había rebajado por lo que ya estaba pensando nuevamente con un poco de claridad.
—¿Y los gérmenes? No gracias —arguyó.
Coloqué mi cabeza en su hombro y sonreí.
—Pobre niño rico.
—Deja de hacer eso, Ana.
—Estudia español —me burlé.
Un largo suspiro se escapó de su boca, se quitó su apretada chaqueta negra y la colocó sobre mis hombros. Sacó su móvil y lo observé marcar en la pantalla. Solicitó un taxi y volvió a rodearme con sus brazos. Minutos después, un auto amarillo se estacionó frente a nosotros. Al ponerme de pie, supe que los efectos de los numerosos tragos que había tomado despertaban al caminar. Carter se echó a reír, mientras me sostenía para que no resbalara.
—Quieta, pequeña bruja, no vaya a ser que arruines tu lindo rostro con una caída —murmuró, al abrir la puerta.
Si dar unos pasos hacia el taxi fue complicado, subir las escaleras del viejo edificio en el que vivía era verdaderamente un martirio. No dejé de reírme en ningún momento, mientras ambos trastabillábamos con cada escalón que subíamos. Carter maldecía el hecho de que el ascensor estuviera fuera de servicio, más cuando había caído a lo largo de las escaleras.
En cuanto abrí la puerta, había salido a toda carrera hacia el baño, mientras yo iba a mi habitación después de haber ignorado que había varias piezas de ropa tiradas a lo largo del piso de la sala.
Me tiré de espaldas a la cama y llevé mi antebrazo a mi frente, cerrando los ojos a la vez que trataba de acostumbrarme a las vueltas que daba el techo ante mis ojos. Escuché la puerta abrirse, y luego la cama hundirse a mi lado. Abrí los ojos y miré a Carter sentado a mi lado.
—Hazme espacio, que ese sofá no es apto ni siquiera para sentarse —me dijo, levantando una ceja.
—Con el primer ronquido, estás fuera —le advertí, haciéndole espacio.
—No ronco, Annie —sonrió, apagando la luz—. Es incómodo saber que mi hermanita está en la otra habitación con un tipo, ¿Sabes? —habló, en medio de un largo bostezo.
Sonreí y le di la espalda.
—Trata de no respirar en mi espacio, apestas más que mi abuelo cuando no se ha bañado en dos días —manifesté, cubriéndome con la cobija.
Había dormido con chicos anteriormente... tal vez no había dormido del todo, pero ahora, por alguna extraña razón sabía que con Carter podía dormir sin temer a que fuese a intentar siquiera tocarme. Esa estúpida regla que tenía en su lista de solo rubias, hacía que estuviera tratándome como si fuera su hermana. Lo conocía desde que conocí a Beth; y sabía que él era capaz de irse a la cama con cualquier rubia que acababa de conocer. Así que, a pesar de que sabía que ambos estábamos un poco ebrios, sabía que estábamos a salvo ante las hormonas que se alteraban a causa del alcohol; sabía que también podía arrepentirme por la mañana, cuando despertara y lo viera acostado a mi lado, pero ahora, ya que el maldito alcohol me había quitado la opinión que tenía ante los chicos, lo dejaría dormir a mi lado.
—Buenas noches, dulce Ana —susurró antes de quedarse dormido.