“Lo único que te separa de tus grandes logros, es el coraje para conseguirlos”
Narra Beth
—¡Ana espera! —grito, tratando de alcanzarla antes de que entre a la academia.
—¿Ahora tú también vas a llamarme Ana? —refunfuña, viéndome sobre su hombre con su ceño fruncido.
—Lo siento, lo siento. No quise ofenderte —me apresuro a disculparme, temiendo que quiera golpearme—. De todas maneras te llamas Ana, no sé por qué te molestas —espeto, deteniéndome frente a ella.
Cruzo los brazos a la altura de mi pecho y levanto una ceja. Había estado molesta desde esta mañana, me había mandado a la mierda en su idioma como quinientas veces, antes de venir a la academia. Sabía que se molestaría por haberla dejado anoche, pero nunca imaginé que fuese para tanto.
—¡Ana quedó en el pasado! —grita abriendo los brazos.
Unos chicos que pasaban a nuestro lado cargando unas guitarras nos observaron con curiosidad, sonrío en su dirección, mostrándoles con mi barbilla que continúen con su camino
—¿Es lo mismo entonces que comience a llamarte Sullivan? —espeta, llevando ambas manos a su cadera.
Bajo las manos y suspiro lentamente. Buen punto.
—De acuerdo —asiento—. Lo siento mucho, Annie. Lamento haberte dejado anoche, lamento haberte llamado Ana, pero por favor... deja de ignorarme; eres como mi hermana y no quiero que te enfades conmigo —hice un puchero y camino hacia ella—. ¿Me perdonas?
—Vete al carajo, Beth —gruñe, alejando su mirada de la mía.
—¿Por favor? —insisto poniendo mi mejor cara de niña inocente.
—A veces siento que te odio —sonríe, relajando los hombros.
—¡Eres la mejor ecuatoriana de todo el mundo! —exclamo con emoción, envolviéndola en un abrazo.
—¡Basta! ¡Basta! Sabes que no me gustan los abrazos —me dijo, empujándome por los hombros.
Reí, mientras la abrazaba con más fuerza. ¿Se podía llegar a querer a un completo desconocido en poco tiempo como si fuera de tu misma sangre? Antes de conocer a Ana, no lo creía.
Aún recordaba el día que la conocí. Fue una semana después de que yo había abandonado mi casa. Me encontraba en un pasillo de la Academia, hablando desesperadamente con una profesora, pues ya se me había terminado el dinero y debía de abandonar el hotel en el que me hospedaba esa misma tarde. No quería regresar a casa y darles la razón a mis padres, pero iba a hacerlo, hasta que Ana se acercó, ofreciéndome vivir en su pequeño departamento. Al principio me pareció extraño, pues ¿Cómo podía confiar en una extraña? Después ambas reíamos, pues esa era la misma pregunta que ella se había hecho antes de ofrecerme su ayuda.
Ella es una chica muy reservada, sabía que no solo había venido a Norteamérica buscando superación, sabía que había venido escapando de algo, pero nunca quiso confesarlo. Supe que su verdadero nombre es Ana, pero que lo había enterrado con su pasado antes de venir aquí, por lo que ahora se hacía llamar Annie.
—Ahora que estás más tranquila —dije poniendo algo de distancia—. Quiero preguntarte si sabes algo de Carter; Landon me llamó en la mañana, estaba preocupado, pues Carter aún no había llegado a la casa.
—¿Acaso yo soy su niñera? —arguye, cruzándose de brazos—. Cuando desperté ya se había ido.
Abro mis ojos como platos y cubro mi boca con ambas manos mientras la observo fijamente.
—¿Tú...
—¡Beth! Estaba buscándote —habla Indiana, interrumpiendo el ataque de preguntas que iba a hacerle en ese momento a mi amiga. Coloca sus manos en mis hombros y sonríe ampliamente—. Lo he pensado bien, sí quiero que me presentes a tu hermano; hace mucho que no salgo con nadie —confiesa, arrugando la nariz.
Annie sonríe de forma sarcástica, poniendo los ojos en blanco. Devuelvo la mirada hacia Indiana. Sonrío, pasando una mano por mi cabello.
¿Qué significaba esa última frase de Annie? ¿Habían pasado la noche juntos?
¡Con un carajo! Esto se estaba complicando.
—Sí, a Landon le encantará conocerte —aseguro. Muerdo mi labio inferior imaginando la reacción de Landon cuando supiera que tiene una cita.
—¿Landon? ¿No habías dicho Carter? —dijo Annie riendo. Se detuvo al lado de Indiana y arqueó una ceja en mi dirección.
¡Tarada!
—¡Oh no! Es Landon —miento—. Estoy preocupada por él, con 22 años y sigue sin tener citas.
—¿Qué pasa con él? ¿Le falta su dentadura? —replica Indiana con notoria curiosidad.
Río, sacudiendo la cabeza.
—No, solo es un tanto... ¿Aburrido? ¡Sí! Esa es la palabra —afirmo—. Landon es un ratón de biblioteca un tanto aburrido. Creo que le ayudará tener una cita.
—¿Están hablando de chicos sin mí? —habla Astrid, acercándose a nuestro pequeño grupo.
¿Qué estaba pasando? ¿Hoy era el día de reunión con mis amigas fuera de la Academia? Miro el reloj en mi muñeca y frunzo el ceño. Mierda, iba a llegar tarde a mi ensayo con Daemon.
—¿Qué haces aquí, enana? —le pregunta Annie.
—Es una rápida visita —contesta de manera divertida—. Me enteré que hoy habrá fiesta en los altos suburbios, ¿Nos colamos? —su mirada brilla de picardía y emoción, mientras frota ambas manos como un villano de caricatura.
—Tuve suficiente con la resaca de esta mañana, no volveré a tomar hasta año nuevo —murmura Annie viendo hacia sus zapatos.
—Yo si voy —asiente Indiana—. Puedes llevar a Landon ahí —sonríe en mi dirección.
Acomodo el estuche de mi violín en mi hombro, dando un asentimiento.
—De acuerdo.
—Todas iremos, así que necesitaremos vestidos de bruja, o tus vestidos de niña rica que es lo mismo, Indi —arguye Astrid.
—Vuelve a decir que mis vestidos son de bruja, y te irás desnuda —dijo ésta señalándola.
La otra rubia se echa a reír mientras dice adiós con su mano. Comienzo a caminar al lado de Annie e Indiana hacia el interior. El timbre había sonado hacía más de cinco minutos, y la verdad es que tenía bastante prisa.
(...)
Empujo la puerta de vidrio que me separa de mi compañero. Él se encuentra frente al piano, tocando distraídamente You are beautiful de James Blund.
Me recuesto a la puerta, mientras me dedico a observar la manera en la que disfruta tocar cada tecla de ese aparato. Es como si llevase siglos tocándolo, pues lograba encantar con gran facilidad a las demás personas con solo que comenzaran a escucharlo.
—Llegas tarde —dijo en voz baja, sin levantar su mirada.
—Sí, lo siento. Debí de arreglar unos asuntos antes —me excuso, caminando hacia él.
Coloco el violín sobre el piano y me siento a su lado, sin apartar la mirada de la manera en la que sus dedos se mueven con facilidad de un lado a otro.
—¿Cómo es que lo haces ver tan fácil? —pregunto con curiosidad.
Él sonrió de medio lado, viéndome por lo bajo.
—De la misma manera en la que tú logras hacer ver lo fácil que es tocar el violín.
—No soy tan buena como tú —manifiesto.
—No. Eres mejor —afirma, deteniéndose.
Sonrío, sintiendo el rubor invadir mi rostro.
—Eres hermosa cuando te sonrojas —dijo, viéndome fijamente.
—¿Comenzamos? —reitero, cambiando de tema.
—Claro —asiente, levantándose—. Supe que te gusta mucho la música clásica.
—Es lo mejor que existe —afirmo.
—¿Te parece algo de Mozart?
—¡Me encantaría algo de Mozart! —al ver la sonrisa divertida en su rostro, me aclaro la garganta, a la vez que camino hacia uno de los sofás de terciopelo rojo que se encuentran al fondo del salón—. Digo, por mí estaría bien algo de Mozart —trato de hacer que mi tono de voz suene normal, y no como el de una niña emocionada cuando se le da un nuevo juguete.
—Hoy tengo una presentación en una fiesta importante en los altos suburbios, ¿Te gustaría presentarte conmigo? Así aprovechamos y vemos si sonamos bien juntos —dijo, caminando hacia donde yo me encontraba.
—¿Hoy? —mis ojos se estrechan mientras proceso su pregunta—. He quedado en colarme a una fiesta con mis amigas.
¡Demonios!
¿En serio dije eso?
Al ver la risa divertida de Daemon, me di cuenta que en realidad lo había dicho. Debes dejar de hablar de más, Beth.
—Bien, entonces será en otra ocasión —asiente, sin dejar de reír.
—No espera, le diré a mi hermano que las acompañe —repliqué sacando el móvil de mi bolsa.
Busco el contacto de Landon y escribo un rápido mensaje.
"Felicidades campeón, hoy tienes una cita"
Su respuesta fue casi inmediata, la cual me roba una sonrisa.
"¿Acaso estás drogada?"
(...)
Landon me dijo que mamá y papá tenían una fiesta con sus socios, por lo que no podía presentarse a la cita que muy amablemente yo le había buscado.
Lo que nunca imaginé, es que la fiesta de mamá y papá era a la que Astrid quería presentarse... ni mucho menos, que era esa misma fiesta en la que yo iba a tocar con Daemon.
Ahora todo se había congelado; Astrid, Annie, Indiana, mis hermanos e incluso Nash me miraban desde un lado del enorme salón con curiosidad mientras yo preparaba los instrumentos con Daemon.
¿Qué carajos hacía Nash aquí a todo esto? No había hablado con él en toda la tarde, debido a sus exhaustivos entrenamientos, e Indiana nunca mencionó que lo traería.
Pero eso no era todo, pues del otro lado, dos curiosos pares de ojos marrones me ven sin expresión alguna. Mis padres sostienen una copa de champán en sus manos, han dejado de hablar con el grupo de gente con elegantes trajes que los rodean, para ahora observar a su hija.
Ella luce hermosa; su largo cabello n***o lo lleva sujeto en un moño sobre su cabeza, un largo vestido n***o casi cubre sus pies, resaltando su hermosa figura, las joyas que decoran su cuello y muñecas relucen con la tenue luz que ofrecen los lujosos candelabros en el techo. Y él, él simplemente no puede lucir más apuesto con ese esmoquin n***o.
Nunca pensé que volverlos a ver fuese a afectarme tanto. Mi resentimiento hacia ellos era incomparable, pero aun así, seguían siendo mis padres y seguía amándolos, y eso no me quitaba las ganas de echarles los brazos al cuello y llorar como si fuese una niña pequeña.
Trago saliva, cerrando los ojos con fuerza. Mis manos no dejan de sudar y temblar, el violín se me resbala de los dedos cada vez más, amenazando con caerse al fino piso de caoba. No iba a poder hacerlo... simplemente no podía tocar para ellos.
—¿Te encuentras bien? —me pregunta Daemon, colocando una mano sobre mi hombro.
Una estúpida lágrima rueda sobre mi mejilla mientras le miro a los ojos.
—Lo siento... no puedo hacer esto —dije, dejando al violín a un lado, antes de bajar a paso rápido del improvisado escenario.