- ¿Sirvió?. Le preguntó Luzbel en voz extremadamente baja mientras le cambiaba las compresas heladas en la espalda. Calisto asintió mientras tenía los ojos vendados, la luz le fatigaba la vista y le causaba una punzante cefalea en racimos que le resultaba insoportable. - Se que la jaqueca que tienes es extremadamente fuerte, pero espero que se te pase al caer la tarde. Le dijo casi susurrando. El pobre de Calisto apoyó la frente en las rodillas y deseó mejor estar muerto en vez de estar pasando por ese martirio. - Me quiero morir. Dijo agotado. Luzbel asintió comprensivo y luego le puso una compresa con hielos en la cabeza tratando de mitigar el dolor. - ¿Y los analgésicos que te traje?. Le preguntó. Calisto le enseñó el frasco vacío. Luzbel abrió los ojos alarmado y de repente