Calisto se sintió observado por la treintena de monjes que lo miraban descaradamente boquiabiertos. Entonces comprendió que realmente era una leyenda, se sintió un poco incómodo y mejor optó por enfocarse en su comida. Curiosamente no tenía apetito, a pesar de que ya tenía casi veinticuatro horas sin comer. Frunció el entrecejo confundido y comenzó a remover la crema de espárragos con la cuchara. Luzbel se percató de que Calisto se hallaba conflictuado con la comida así que le sujetó delicadamente la pierna derecha, ya que ésta le temblaba sin control, denotando ansiedad. - ¿Estas bien?. Le preguntó éste un tanto preocupado. Calisto alzó el rostro y lo miró con evidente angustia, luego negó. Entonces Azazel dejó de comer y también observó al joven. - Tu cuerpo está adaptándose a t