Cal estaba agotado. Llevaban más de una semana de viaje y habían descansado muy poco en esos días. En el séptimo día de viaje el paisaje fue cambiando poco a poco: ralearon los árboles y al fin éstos desaparecieron del todo. Sobre la orilla oriental que daba a las costas de Paal a la izquierda, unas lomas alargadas subían el escarpado terreno; éstas parecían resecas y quemadas, como si un fuego hubiese pasado sobre ellas y no hubiera dejado con vida ni una sola hoja verde: era una región hostil donde no había ni siquiera un árbol quebrado o una piedra desnuda que aliviaran aquella desolación. Habían llegado a Deleran, una región vasta y abandonada que se extiende entre el Bosque de Baalos del Sur y las cordilleras de Eil. Ni siquiera Darío sabía qué pestilencia, qué guerra o qué mala acc