Con una mano apoyada de la fría pared de cristal y la otra en mi v***a, me magreo sintiendo cómo el agua fría cae sobre mí. Ya es la segunda paja que me hago aquí dentro de la cabina de baño. Dos grandes pajazos le he dedicado a una cría del carajo desde que estoy aquí y, aun así, no me siento satisfecho del todo. Sin dejar de verme la v***a, pienso en su culo rosado empinado para mí en la playa mientras mi v***a entraba y salía de él tan rápido como tan fuerte. Sus jadeos cargados de morbo aún retumban en mi cabeza, así como sus caricias sutiles y delicadas. El recuerdo de ella montándome sobre la tumbona, mientras que sus pequeñas tetas rebotaban frente a mí, al igual que su dorado cabello, se cruza por mi mente sucia, haciéndome maldecir una vez más entre dientes. Sus pequeñas manos e