CAPÍTULO CUATRO En los sueños de Catalina, sus padres todavía estaban vivos y ella estaba feliz. Siempre que soñaba, parecía que estuvieran allí, aunque las caras no fueran tanto recuerdos como invenciones, con solo el medallón como guía. Catalina no era lo suficientemente mayor cuando todo cambió. Estaba en una casa en algún lugar del campo, donde se disfrutaba de la vista de huertos de árboles frutales y campos desde las ventanas de vidrio emplomado. Catalina soñaba con el calor del sol sobre su piel, la suave brisa que movía en ondas las hojas allá fuera. La siguiente parte nunca parecía tener sentido. No conocía lo suficiente los detalles, o no los recordaba bien. Intentaba forzar el sueño para que le diera la historia completa de lo que había sucedido, pero en cambio solo le daba f