Mark Wilson. —¡Ahora no, Toribia! —ordeno cuando sale a mi paso con su agenda en la mano apenas cruzo el umbral de la oficina. —Pero Señor Wilson, los arquitectos de la obra… —Los arquitectos pueden esperar —tomo mi laptop y algunas carpetas para poder estudiarlas durante la noche y las coloco en mi maletín. —Mi hija está en el hospital, como ya lo sabes. ¿Qué no te contraté para que me des soluciones y no problemas? ¿Tengo que decírtelo todo yo? —Si Señor Wilson, pero es que usted me dijo que no debo hacer nada sin tener autorización suya. Acomoda sus lentes mientras me cierra el paso. —Este es un caso excepcional, ¿No te dije que mi hija está grave? —Lo sé Señor y lo siento, no le estoy pidiendo que se quede, solo que me de unos minutos para reprogramar todas las reuniones pendi