Cuenta la leyenda que existió una vez una pequeña y hermosa niña de cabello oscuro como el azabache y ojos tan claros como la misma luna, es por eso que al nacer fue bautizada así.
Luna era preciosa y curiosa, con sus mejillas regordetas y trastabillaba por todos lados, hasta que un día fue en compañía de su madre por algunas frutas en un bosque, la niña se alejó en un pequeño juego que ella misma se inventó, se acercó a unas rocas que no se veían nada amenazantes y mientras daba brinquitos en un pie, murmuraba una vieja canción que su abuela le cantaba. En ese momento sintió el verdadero dolor.
Cayó al suelo asustada y gritando, aquella cobra mordió su piernecita y la había envenenado, ella no lo sabía, sólo sentía ardor, como si se quemase. Quería gritar por ayuda pero su garganta se
