Eran las dos menos cuarto de la madrugada del diez de febrero del año 1994 cuando Itbel escuchó a su perro ladrar con desespero desde su caseta en el patio. Ella despertó enojada, debían de despertar en unas horas para ir a trabajar y aquel can no se callaba el hocico. Se puso algo sobre su pijama para salir a ver qué diablos le pasaba. Abrió la puerta trasera con cuidado de no despertar a su familia, los mellizos estaban rendidos en sus cunas y Roberto no se había despabilado como ella por tales ladridos. Apretó su cuerpo para mantener calor, el cabello se revolvía a su alrededor, el viento era atroz, tal vez eso tenía a Nuckie nervioso. Aún así era raro que el pastor alemán se alarmara. -Chico, shh, calla, aquí estoy- el perro no se veía por ningún lado pero sus ladridos eran más y más