Siempre yo nunca tú. Siempre la culpable, la que no debe decir, siempre la de las ofensas de impacto que calan en el alma, siempre confiando y desconfiando, haciendo el amor y la guerra con el enemigo, anhelando la paz sin querer soltar el pecado, siempre yo buscando al que no busca y deseando al indeseable, mirando al invisible.
Siempre tú. El que pide que lo busquen sin pedir ayuda, el que pide que lo encuentren sin dejarse encontrar, el que llama a gritos en el profundo silencio, entrando en mi mente y no dejándome volar. Tú aquel con el corazón de hierro y sentimientos de cristal, aquel que la rudeza no deja respirar, ese cordón ajustado que no te suelta, esa cruz que llevas a cuestas. Tú mi ángel de tinieblas, el villano salvador, ese que hiere y defiende con su espada y la capa sobre sus cuernos.
Yo queriéndote desear sin desearme a mi. Tú pidiendo que te aclame sin dejarme sentir aclamada, el dolor acompañando cada calada de aquel profundo cigarrillo que pinta de único compañero en esta sórdida lección de vida. Tú siendo el punto exacto en el centro del mundo y yo debajo del subsuelo, tú mi cielo y yo tú suelo y ¿Qué pasa que no lo dejo? Pasa que el sol no vive sin el fuego.