—Por favor, suéltelo, no le haga daño a mi abuelo. Si le hacen daño, van a conocer la ira de Maximiliano —grité desesperado mientras el hombre me miraba con sorpresa y el abuelo estallaba en risas. —Mi niño —dijo el abuelo, entre risas incontrolables que le impedían hablar. —Abuelito, este señor quiere hacerte daño. —Corrí hacia el abuelo, abrazándolo con fuerza como si mi abrazo pudiera protegerlo de cualquier mal. —Él no tiene intención de lastimarme, mi amor. Quiero que conozcas al doctor Aless Guillén —mencionó el abuelo entre risas. —¿Doctor? Abuelo, ¿qué es exactamente un doctor? —pregunté con recelo mientras observaba con desconfianza al señor. No me inspiraba confianza, además sostenía en sus manos un extraño aparato que desconocía por completo. —Tú debes ser el nieto de