Cuando llegué a la escuela, Romina me entregó a la maestra y observé cómo todos se despedían de sus padres con abrazos y besos, mientras yo no tenía a nadie más que a Romina. Mi tristeza me invadió y decidí no trabajar en el salón. La maestra intentó averiguar por qué no quería participar, pero no quise decirle nada. Solo deseaba que mi papá levantara el castigo de mi mamá para poder ir al parque juntos o que al menos me trajera a la escuela. Durante el recreo, me dirigí hacia la parte trasera de los salones y me quedé allí solo. Además, me di cuenta de que no había llevado mi lonchera, lo que provocaba una fuerte hambre en mi estómago. Cuando Romina vino a buscarme, me llevó a su casa, seguramente para informarle a papá que me había portado mal y, una vez más, me quedaría sin ver a ma