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El dolor es abismal casi indescriptible y es que las contracciones no eran pausadas, eran tardías de dos minutos como máximo, y es que la futura madre sabía que su bebé ya estaba ansioso por nacer y conocer a su familia, Viena Felicce, es la segunda esposa de Frederick Felicce, un hombre que todos tachaban de alguien amable y pacifico pero, si bien el hombre podía serlo, era el jefe de la mafia italiana, y es que, este hombre cobra favores con favores, yendo en negocios bajo la sombra de la ley, trágicamente perdió a su primera esposa poco después de que esta diera a luz a su ultimo hijo, y la noticia de que padecía cáncer terminal, fue una pérdida de la que le costó mucho recuperarse, no solo a él, también a sus hijos. Ya que, en la mafia, todo hombre era digno si a su lado tenía a la compañera adecuada, ciertamente, todo hombre que traicionaba a su esposa, era capaz de traicionar a los suyos sin pensarlo y esto era algo imperdonable.
Pasé a todo y un periodo largo de luto, el jefe de la mafia italiana, tuvo que salir adelante con y para sus hijos, el día que conoció a su segunda esposa supo que ella debía ser únicamente suya, la mujer tenía el pelo de un rojo anaranjado y los ojos de un hermoso color miel. Viena, su esposa no era originalmente italiana, era de Austria nacida en la ciudad de Viena, de ahí, el origen de su nombre. Aun así, fue amor a primera vista, lo sabía.
Sin duda, Frederick esperaba que su hijo o hija, realmente no sabía cuál era su sexo, él solo esperaba que su hijo naciera sano y salvo, junto a su esposa, la espera le irritaba mucho, peinaba una y otra vez su cabello el cual se debatía entre el n***o y el blanco, todo el que veía al jefe italiano caminar con una expresión de seriedad imperturbable, se alejaban despavoridos, no queriendo ser víctima de su ira, inmediatamente Frederick entro por la puerta de la habitación de partos, una vez escucho los gritos fuertes de su esposa la cual pujaba con todas sus fuerzas, cayó en cuenta de que, el momento tan esperado llego, todas las veces que Frederick era padre por segunda, tercera y cuarta vez, él se encontraba con su primera esposa, dándole apoyo, sin embargo, en esta ocasión, ha llegado tarde, debe conformarse con recibir a su hijo nacer de su amada esposa, cuando vio como la mujer se desplomaba en la cama de hospital, Frederick corre para llegar a su lado y tomar su mano, entonces algo pareció raro.
Su noveno y último hijo no lloraba, eso era de preocuparse, entonces ¿Por qué los doctores parecían tan calmados? Esto hace que Viena se alarme y que las lágrimas no tarden en bajar por sus mejillas, sentía consuelo con que su esposo finalmente haya aparecido y con fuerza apretaba su mano, solo que ahora, tenía miedo, ha escuchado historias donde los bebés que no lloraban, no tenían la posibilidad de vivir, toda la ansiedad y miedo, se acumuló en su pecho en un solo segundo.
— Frederick, nuestro bebé, no llora. Dios mío, por favor no me digas que él no…— Cortó inmediatamente las palabras, puesto que no podía ser posible, la mujer ya se encontraba con un nudo en la garganta, las palabras no salían de sus labios, temía lo peor.
— ¿Por qué no llora? ¿Por qué mi hijo no llora? — Frederick se acerca mirando a los responsables de ayudar a su esposa en el parto, el doctor en cuestión, sostenía en sus brazos un pequeño bulto envuelto en tela blanca, el profesional se encargaba de ver que estuviera en óptimas condiciones. Sabe que no debe quedarse callado, pero, hay algo en aquel pequeño recién nacido que es hipnotizante.
— Está en perfectas condiciones, y es que, solo no ha querido llorar. —Dice simplemente entregando al nuevo padre a tan esperado retoño. Frederick frunce el ceño ante esto, no creyendo en las palabras del hombre de blanco, aunque es cierto que siente alivio, sobre todo, le da una mirada ilusionada a su esposa, quien, por milagro, pudo traer al mundo a su noveno hijo.
— Pequeño…Que susto nos has dado, eres un niño muy tranquilo y no un ruidoso como tus hermanos mayores. —Dicho esto, ve cómo el bebé que sostiene tiene el ceño fruncido, ¿Es que acaso dijo algo que no debía? — Doctor, ¿Por qué mi hijo parece enojado? — Esta vez, el recién nacido llora, llora con tanta fuerza como sus pequeños pulmones se lo permiten esto es un alivio para Viena quien, finalmente puede descansar. Frederick mira al doctor sin entender también con algo de pánico en su mirada, y este únicamente ríe.
— No es un niño, es una hermosa niña. —Entonces por eso lloraba, cometió el error de asumir que era un niño, esto hizo que sonriera, una niña, su pequeña niña, luego de tantos hijos tenía una única hija. Y Frederick debe admitir que se siente extraño, relamente nunca se habia planteado tener hijas, despues de la llegada de su quinto hijo supo entonces que su amada y difunta esposa Franchesca no le daria hijas, aunque, por nada del mundo cambiaria a sus hijos, a él solo le importaba que estos crecieran sanos, fuertes y listos para lo que venga.
— Perdona a este tonto hombre, mi pequeña, eres una niña, la más hermosa. —Encantado de tenerla en sus brazos, el hombre ve cómo la pequeña criatura parece relajar sus facciones y su rostro que hace unos momentos estaba teñido de un leve rojo se va, quedando un poco en las mejillas del rostro, de la ahora, recién nacida, es entonces cuando Frederick comprende que su hija, sería su mayor orgullo. — Acabas de llegar al mundo, pero, sé que serás la que mejor lleve el apellido Felicce, mi hermosa Rossy. —Este nombre sale de los labios del jefe de la mafia, y le fascina, su pequeña, su única hija.
Ella será la reina, algún día.