Luciano salía del baño de su recámara luego de asearse cuando el teléfono comenzó a sonar. Se apresuró a colocarse unos guantes limpios para contestar la llamada. Era su jefe de seguridad informándole que en la casa se encontraba un ama de llaves que su abuelo había enviado con un mensaje para él. El joven pidió que lo esperaran y tras colgar, procedió a vestirse para atender a la mujer.
– ¿Qué se le ofrece? –preguntó el chico apenas estuvo frente a la empleada doméstica.
La señora se apresuró a hablar. Venía a informarle que su esposa estaba solicitando el divorcio. Ya los documentos estaban en manos del abogado y pronto se iniciaría el proceso. Luciano asintió sin cambiar de expresión. Su rostro era serio. La mujer continuó diciendo que su abuelo estaba molesto y le había pedido que le avisara que quería verlo. Necesitaba explicaciones. El joven suspiró.
– Regresaré a la villa luego del aniversario de la escuela. Dile que entonces podré atenderlo –respondió de forma seca. La empleada asintió y procedió a retirarse del lugar.
Luciano subió las escaleras de regreso a su habitación. Estaba cansado, había sido un día agotador. Muchas cosas habían pasado en menos de 24 horas. Suspiró nuevamente pensando en todo lo ocurrido. Entró en su cuarto y se tiró sobre la cama boca arriba, pero antes de que si quiera pudiese acomodarse, el teléfono comenzó a sonar sin cesar. Era su abuelo. Luciano se quejó apenas vio el número en la pantalla del aparato, pero suspiró resignado y contestó.
– ¿Me puedes explicar cómo es eso de que te divorciarás así nada más? –comenzó a gritar su abuelo desde la otra línea– Georgina me acaba de decir que ni siquiera te quejaste, solo aceptaste y ya ¿Estás loco? ¿Qué es lo que pasa contigo?
– Sé que no estás de acuerdo abuelo, pero es la mejor decisión –respondió intentando mantener la calma.
– ¿Cómo esperas que me quede tranquilo sabiendo que te vas a divorciar?
– ¿Por qué te importa tanto? Nunca te interesó ninguna de mis amantes ¿por qué ella sí? –Luciano comenzaba a sentir algo de molestia por lo que su tono de voz se hacía cada vez más fuerte.
– Ella no es como las mujeres que buscas para pasar el rato. Esa chica merece el respeto y cariño de un esposo. Un esposo que la sepa valorar –el joven resopló.
– Me das la razón abuelo. Hice lo correcto al no poner un pie en esa villa y no lo haré hasta que ella se haya ido.
– ¿Cómo que no has ido a esa casa? ¡Han pasado 3 años! –reclamó Joseph sorprendido y al mismo tiempo molesto. Luciano permaneció callado– Ese no era el trato. Debías luchar por tu matrimonio y hacer las cosas bien.
– El trato era que debía casarme y lo hice. Yo cumplí con la parte que me correspondía. Nunca estuve obligado a convivir con ella, así que no lo hice. Si ella ahora quiere el divorcio, se lo daré.
– ¡ERES UN INSOLENTE!
– ¡YA BASTA! –gritó el joven perdiendo la paciencia por un momento. Respiró profundo y tras unos segundos se calmó– Escucha muy bien abuelo porque no te lo pienso repetir –exigió de la manera más tranquila que pudo. El anciano estaba molesto, pero permaneció en silencio escuchando las palabras de su nieto– Mi madre pasó todos sus años de casada llena de miedos e inseguridades por culpa de la vida que mi padre llevaba, yo no le haré eso a mi esposa. Ni siquiera si se trata de una mujer que no conozco de un matrimonio arreglado. Nadie se merece ese tipo de vida, así que no abuelo, no pienso volver a esa villa mientras ella este ahí y mucho menos pienso luchar por una unión que no tiene ni sentido. Yo cumplí con mi parte del trato. Esto se acabó. Me divorcio –concluyó con brusquedad colgando la llamada de golpe y apagando el teléfono.
Luciano sabía que Joseph no lo dejaría en paz. Su abuelo era terco como mula y cuando se le metía algo en la cabeza era difícil de lograr que cambiara de idea, pero esta vez el joven estaba decidido. No importaba lo mucho que quisiera al anciano, no iba a dejar que siguiera controlando su vida. Al menos no a lo que a mujeres se refería. Él no pensaba casarse. No iba a someter a nadie al castigo de vida que su madre tuvo que soportar. Recordaba muy bien verla llorar y lo inestable que solía ser emocionalmente. Él creía que ninguna mujer se podría merecer algo así, por lo que no aceptaría tener esposa. Ni siquiera como parte de un trato.
– Señor –llamó su jefe de seguridad desde la puerta de la habitación.
– ¿Qué ocurre? –respondió de mala gana desde la cama.
– Sabemos que ha tenido un día difícil señor, por eso los chicos y yo hemos traído un regalo para usted –el hombre se separó de la puerta para dejar pasar a la invitada– Ella es Marina.
El chico sonrió al ver a la muchacha frente a él. Esta no parecía tener más de 20 años. Su rostro lucía joven e inocente. Era delgada aunque no esbelta. Llevaba un conjunto corto de blusa y falda que mostraba gran parte de su piel. Iba maquillada con los labios rojos y sombras oscuras. El cabello liso y n***o lo llevaba suelto por debajo de la cintura. Cargaba unos tacones altos que escondía lo bajita que era. Luciano pudo notar lo nerviosa que la chica se encontraba. Se levantó de la cama y caminó hacia ella con una sonrisa. No le quitó ni por un momento los ojos de encima. La joven lo miró de forma tímida y asustada.
– Conseguimos a esta virgen en el burdel –anunció el jefe de seguridad– pensamos que le gustaría el regalo… ya sabe… para liberar el estrés –el hombre soltó una pequeña risa. Luciano hizo lo mismo.
– Agradezco el gesto –respondió aun con los ojos clavados en la joven– puedes retirarte –ordenó al hombre. Este así lo hizo cerrando la puerta tras de sí.
– Que linda eres –le dijo Luciano a la chica mientras la tomaba de la barbilla para que lo mirara a los ojos. La joven sonrió de manera tímida al tiempo que se sonrojaba. Mantenía ambas manos cruzadas frente a su cuerpo de forma nerviosa– ven conmigo –le indicó guiándola hasta la cama donde la hizo sentarse.
Él se ubicó junto a ella y de manera lenta comenzó a besarla mientras la recostaba sobre la cama. La joven nerviosa le siguió el juego, después de todo ella sabía muy bien cuál era su trabajo. Luciano comenzó a besar con pasión a la chica mientras con destreza recorría su cuerpo con las manos y la despojaba de la ropa que llevaba, pero en ese instante algo ocurrió. Un rostro se cruzó por su cabeza. Una chica rubia ocupó aquellos pensamientos. Luciano intentó seguir con su labor, pero la mujer había invadido por completo su mente. Se detuvo en ese momento. Abrió los ojos y observó a la inocente criatura que se encontraba debajo de él. Maldijo para sí mismo.
– Vete –le ordenó a la prostituta mientras se ponía de pie. La muchacha dudó por un momento sin saber que hacer– ¡VETE! –gritó de golpe. La chica asustada se levantó rápidamente para luego salir corriendo de aquella habitación.
Luciano le atinó un puñetazo a la pared de la rabia que sentía. No podía ser. Su salvadora volvía a adueñarse de sus pensamientos y había arruinado por completo aquel momento de diversión. Definitivamente esa mujer había aparecido para cambiarlo todo. Ahora ni siquiera podía disfrutar tranquilo de su vida de soltero. Maldijo una vez más. Se tiró sobre la cama boca arriba soltando un quejido. Colocó sus manos sobre el rostro como intentando soportar la rabia que le invadía. Rebecca llegó para adueñarse de su mente, pero sobre todo… de su corazón.