AMENAZAS

1670 Words
Una pequeña campana sonó de repente. Un mensaje de voz había llegado al teléfono de Rebecca. Se trataba del detective que ella había contratado. Este se encontraba investigando el derrumbe que había ocurrido en la mina que pertenecía a la empresa de su padre. El hombre le comunicó que tenía algunas pruebas que debía ver. Se las había enviado a su correo. La chica se apresuró a conectarse para leer aquel mensaje, pero su sorpresa fue grande al descubrir que ese no era el único que había. Un correo anónimo se encontraba en su bandeja de entrada. Lo abrió con rapidez. Se trataba de una amenaza de muerte. En aquel texto le decían que debía dejar de investigar el derrumbe ocurrido 3 años atrás o que ellos se encargarían de sacarla del camino. Tras la primera lectura Rebecca se asustó, pero luego decidió que debía seguir adelante. Ahora más que nunca estaba segura de que esa era la única manera de lograr descubrir la verdad sobre la muerte de sus padres. La amenaza que Rebecca había recibido no iba a detenerla. Procedió a abrir el correo del detective, quería saber todo lo que este había descubierto. La chica se encontró con varios documentos y fotografías relacionadas al derrumbe. Leyó con tranquilidad cada una de las pruebas que le habían sido enviadas, pero hubo una de ellas que llamó su atención. Sus ojos se fijaron en la declaración jurada que había tomado la policía de varios testigos del accidente de la mina, entre ellos se encontraba uno que destacaba. Un joven había sido también testigo del siniestro en donde sus padres habían fallecido. Rebecca abrió la boca por la sorpresa. Esta era una prueba importante. Repasó una y otra vez la información que aparecía en el documento policial, pero no le aportaban más datos de los que ya conocía. No obstante, ella estaba completamente segura de que el auto de sus padres no había sido chocado por casualidad, algo en ella le decía que alguien los había mandado a matar y necesitaba descubrir quien había sido. En ese momento tomó una decisión. Ella misma iría a conocer a cada uno de los testigos e investigaría el caso hasta dar con las respuestas que andaba buscando. A pesar de las revelaciones y la amenaza, Rebecca intentó continuar con su día a día de manera normal, pero su mente no quería ayudarla. De hecho, durante su clase de Jiu Jitsu Brasileño no podía concentrarse como debía. Ese día llegó a su entrenamiento pensando aún en las pruebas que el detective le había enviado, así como en la amenaza anónima que recibió, pero a medida que iba pasando el tiempo, su mente se fue aclarando, por lo que buscó concentrarse en los ejercicios. Sin embargo para su pesar, los anteriores pensamientos solo se difuminaron para dar paso a otros más fuertes. Ángelo Di Rossi. Dios mío ¿Qué le ocurría con ese hombre? No podía dejar de pensar en él. Parecía que la había hechizado por completo porque todo se lo recordaba. La chica se repetía que no podía ser posible que aun sabiendo que él estaba involucrado de alguna manera con la mafia, ella estuviese tan embobada por aquel hombre. – Rebecca por dios ¿Qué te pasa? –se preguntó a sí misma en voz baja durante un descanso. Su respiración permanecía agitada tras los ejercicios. Estaba tomando un poco de agua de su botella mientras miraba a su alrededor. El salón estaba lleno de personas entrenando junto a ella. Intentaba encontrar una manera de sacar a ese hombre de su cabeza, pero parecía que iba a ser una tarea imposible. Ángelo había llegado para apoderarse de ella. Durante los siguientes días la comunicación entre ambos se hizo cada vez más fuerte. El joven la llamaba a diario para saber cómo estaba. Él era un picaflor por naturaleza, por lo que no temía sacar todas sus cartas con esa chica que se había convertido en su pequeña obsesión. Sin embargo, Rebecca no era tan fácil como él hubiese esperado. Aun sabiendo lo valiente y aguerrida que ella era, por un momento él pensó que su talento con las mujeres surtiría efecto. Pero lamentablemente para él, esto no ocurrió. Rebecca sí estaba perdidamente enamorada de él y cada día ese sentimiento parecía hacerse más grande, pero al contrario de lo que cualquiera hubiese pensado, esto no quería decir que ella iba a salir corriendo a lanzarse en sus brazos. Rebecca era una chica fuerte e independiente que creía que una mujer no tenía por qué amarrarse a un hombre, ni su vida tendría por qué girar en torno a este. Además, ella era un poco “chapada a la antigua” y necesitaba que el hombre que la pretendiera hiciera un mayor esfuerzo por ella que solo decirle palabras bonitas. Ella se consideraba a sí misma un gran trofeo y por tanto, no podía ser entregada a cualquiera, ese hombre que ella eligiera como su pareja, debía ganarse ese lugar en toda regla. Por lo que Ángelo debía esforzarse más de lo que lo estaba haciendo. Rebecca se encontraba sentada en uno de los jardines del campus de su universidad. El semestre estaba a punto de terminar y las vacaciones de verano se acercaban, por lo que era necesario comenzar a pensar qué haría durante el receso. Iba a tener más tiempo libre y debía aprovecharlo al máximo, no solo se trataba de descansar, también debía ponerse al día con las cosas pendientes de la empresa. Además, pensaba que era necesario usar parte de ese periodo para investigar más a fondo toda la situación del derrumbe de la mina. Se lo debía a sus padres. Algo en ella le decía que debía hacerlo, que su pérdida no había sido un simple accidente. El teléfono sonó de golpe sacándola de sus pensamientos. La chica miró la pantalla para descubrir que se trataba de Ángelo. Sonrió y se apresuró a contestar de forma alegre. El joven en la otra línea la saludó con el mismo entusiasmo. – ¿Qué estabas haciendo? –preguntó Ángelo con curiosidad. Ella comenzó a explicarle que acababa de hacer la entrega de sus últimos pendientes en la universidad y ahora se encontraba sentada en una de las mesas del campus intentando ordenar sus ideas. Estaba pensando en lo que haría en las vacaciones que estaban a la vuelta de la esquina. – Tengo una propuesta para ti –le dijo el chico de inmediato. – ¿De qué se trata? –preguntó ella entre curiosa y emocionada. Mantenía en su rostro una gran sonrisa. – Te quiero invitar a ir de vacaciones conmigo –Rebecca se sorprendió ante aquel pedido– espero que aceptes –insistió el joven. La chica se mordió los labios ante la duda. No sabía que responder a eso. Una parte de ella quería irse corriendo con ese hombre que la traía loca. Pasar las vacaciones con él parecía un plan de ensueño, sin embargo, una parte de ella le decía que no debía hacerlo. Una vocecita le recordaba lo peligroso que él podría ser, pues estaba metido dentro de la mafia y ella no sabía de todo lo que era capaz de hacer. Peor aún, probablemente en algún momento de esas vacaciones le tocaría quedarse a solas con el joven y eso le aterraba, pero en este caso, no por lo peligroso que pudiese resultar sino porque a ella le daba miedo estar a solas con un hombre. La verdadera razón era que nunca había tenido un novio. Los chicos con los que había salido no habían sido nada más que eso, algunas citas fugases con los que tuvo uno que otro beso, pero nada más de ahí. Ahora, mientras pensaba que estaría a solas en algún lugar paradisíaco con aquel hombre de ensueño, se debatía en si dejarse llevar por su corazón o seguir su instinto. Toda esta situación la ponía mal. Comenzó a pensar en que ella seguía manteniendo su virginidad incluso luego de haber estado casada por 3 años. Estaba por convertirse en una divorciada virgen. Esa no era precisamente la mejor etiqueta, pero no quería entregarse a él, sabía que Ángelo era un casanova y ella no deseaba ser una más de sus amantes. Si iba a tener algo con ese hombre, esperaba que fuera serio y de verdad, no solo una noche de diversión. La realidad era que sentía miedo. Mucho miedo. En ese preciso momento y por primera vez en su vida, no sabía qué hacer. – ¿Sigues ahí? –preguntó el chico confundido. Habían transcurrido varios segundos en silencio. – Sí, sí. Aquí estoy –respondió Rebecca un poco asustada tras salir de su debate interno– disculpa, es que me quedé pensando en algo. – Ok… pero entonces dime ¿vendrás conmigo de vacaciones? –insistió de forma pícara. – La verdad es que… no sé –confesó la chica mordiéndose nuevamente el labio. La mente ágil del joven comenzó a trabajar a toda velocidad buscando una manera de convencerla. Al instante se le ocurrió. – ¿Qué tal si Marisa y Steve vienen con nosotros? –propuso el chico. Rebecca pensó en que quizás si su mejor amiga y su novio la acompañaban sería más seguro para ella. No caería tan rápido en las redes de ese hombre. Sin embargo, no quería ponérsela tan fácil. – Lo pensaré y te aviso ¿ok? –le indicó tranquilamente– Adiós cariño, te llamaré cuando tenga una respuesta para ti –se despidió rápidamente colgando el teléfono. Luciano se echó a reír por la habilidad de la chica. De verdad se la estaba poniendo difícil. Ella no era como las demás, pero eso le encantaba. Le encantaba que la joven fuese así de atrevida, pero sobre todo, que no se dejara convencer tan fácil. Eso hacía que esa aventura con ella fuese más entretenida y también le decía que la recompensa al final sería mucho más satisfactoria.
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