―Cristóbal, quiero hablar contigo, ¿tienes un minuto? ―Scott sigue al hombre que ha entrado a la cocina a buscar un vaso de agua para Verónica que ya está acostada.
―Yo también quiero hablar contigo, Scott, ¿cómo es eso de que estaban con los padres de Verónica esta tarde?
Scott se sirve una taza de café y se sienta en la mesa.
―Sí, fuimos a visitarlos.
―¿Qué pasa, Scott?
―Pasa que ellos la buscaron siempre. Quieren verla.
―¿Por qué no la encontraron? Con todo el dinero que tienen, podrían haberlo hecho, ¿no te parece?
―Sí, deberían... Si yo no la hubiese ocultado.
―¿Ocultado?
―Más que ocultado, protegido. Yo sabía que esa chica era la madre de tu hija, que estaba sola y que necesitaba ayuda. Iba a irse a un hogar de madres solteras, pero tú sabes cómo son esos lugares. Contraté a diferentes personas para que la ayudaran todo este tiempo, de una u otra forma por eso, cuando sus padres la buscaron donde debió pedir ayuda, no encontraron nada.
Cristóbal se queda pensando en que ella le mencionó una vez que siempre hubo ángeles a su alrededor. No eran precisamente ángeles, eran personas contratadas para ayudarla.
―Espero que no te moleste.
―No. No, para nada, al contrario, te agradezco que hayas hecho lo que yo no hice. Pero jamás vi una foto de ella en las noticias ni nada que se le pareciera, en el restorán más de alguien pudo reconocerla.
―No, ellos no lo quisieron hacer público por la gente a su alrededor.
―La vergüenza les pesó más que encontrar a su hija ―comenta Cristóbal con pesar.
Scott lo mira, ha cambiado mucho desde el día que se reencontró con Verónica, desde que abrió su corazón para dejarla entrar a su vida. A partir de entonces, su mundo dio un vuelco y lo convirtió en el hombre que siempre debió ser, sin importarle más que su familia y entregar todo por ella.
―Scott, ¿cómo crees que se lo tome ella? ―pregunta el joven sacando al otro de sus pensamientos.
―No lo sé, hace unos meses le pregunté si quería que buscara a sus papás y me dijo que no, que no sabía, no estaba preparada, he esperado todo este tiempo, pero no ha dicho ni una sola palabra de ayudarla a buscarlos.
―¿Lo hiciste por tu cuenta?
―Claro, ella los necesita y ellos la necesitan a ella. ¿Sabías que están casi en la quiebra?
―¿Y eso?
―Se han gastado una fortuna en buscar a su hija. Y el hombre no ha vuelto a trabajar como siempre, apenas sí presta atención a sus negocios, ya no es el mismo desde que echaron a la calle a su hija.
―Debieron pensarlo antes.
―Estaban demasiado preocupados del qué dirán de la gente de su clase, sin darse cuenta que a gente lo único que le importa es el dinero y la posición social. Dejaron de lado a su única hija por no sufrir la vergüenza del embarazo fuera del matrimonio, pero se arrepintieron a las pocas semanas. De ahí en adelante sus vidas fueron en picada. Ellos la necesitaban más de lo que quisieron admitir en un primer momento, ahora la necesitan mucho más.
―¿Saben que está conmigo?
―Saben que está con alguien.
―No saben con quién.
―No.
―¿Por qué no se los dijiste?
―Quería saber si su arrepentimiento era verdadero o no, porque ellos reiniciaron la búsqueda cuando apareció en los diarios como la nueva conquista de Esteban Arriagada.
―La reconocieron.
―Sí, su madre la reconoció, desde entonces la buscan. No dieron con Esteban y como le informaron que Esteban estaba en el extranjero, se les perdió la pista de la muchacha. Entonces quería saber si les importaba el dinero o si realmente estaban preocupados de ella.
―Deberíamos decírselo.
―Sí.
―Ahora con el embarazo, no sé cómo se lo vaya a tomar, está muy sensible.
―¿Qué me vaya a tomar qué?
Los hombres se quedan petrificados, no la oyeron bajar y no saben qué escuchó de toda su conversación.
―Díganme, ¿qué es lo que tengo que saber?
―Preciosa...
―Si te espero a que llegues con el agua, me muero de sed, menos mal que no te pedí una ambulancia ―bromea ella de buen humor, cosa que extraña a ambos hombres.
―Lo siento, me quedé conversando con Scott.
―Fue mi culpa, Verónica, necesitaba hablar con él ―se disculpa el hombre.
―¿Es acerca de mis padres?
―Así es ―contesta lacónico Cristóbal.
―¿Qué hay con ellos?
―Están viviendo a unos diez minutos de aquí ―responde Scott esta vez con cierta culpa.
―¿Aquí? ¿En Reñaca?
―Sí, así es.
―¿Y qué pasó? ¿Por qué ya no viven en Santiago?
―Porque ellos no fueron capaces de seguir viviendo en la casa en la que creciste, te extrañaban demasiado. Se fueron a otro lugar, dentro de la misma capital, pero hace unos meses, cuando pensaron que te habían encontrado y volvieron a perderte la pista, no quisieron seguir en la capital y se vinieron a la casa que tienen acá.
―¿Quieren verme?
―Es lo que más desean.
―¿Saben que estoy con Cristóbal?
―Saben que estás con alguien.
―Pero no saben quién es.
―No.
―¿De verdad quieren verme? ¿Mi papá también? Ellos me dijeron que no querían volver a saber de mí en la vida si no me hacía el aborto que me querían obligar a hacerme y no sé si mi papá está arrepentido. O mi mamá...
―Están muy arrepentidos. Los dos.
―No sé, no sé si estarían igual de arrepentidos si yo hubiese accedido a abortar.
―Eso no podremos saberlo nunca ―interviene Cristóbal conciliador.
―Lo sé ―asiente Verónica.
―¿Tú quieres verlos? ―inquiere Scott con tono paternal.
―Sí, los extraño y ahora que estoy embarazada de nuevo, con mayor razón todavía. Además, quiero que vean lo feliz que somos Daniela y yo y que si yo hubiese accedido a sus demandas, todo esto no estaría pasando.
Cristóbal, en un gesto instintivo, abraza a su mujer, si no estuviera Daniela con ellos, si Verónica no estuviera con él, si...
No quiere pensar en los sí, prefiere la realidad de lo que está viviendo, su amor, su inmenso amor por esa maravillosa familia que formó, y que ahora aumentará con la llegada de ese nuevo bebé. Eso prefiere pensar. No en lo que pudo haber pasado y no pasó.
―Desde que lo supe, la amé, la amé a pesar de todo, la amé porque estoy segura que mi corazón estaba enamorado de ti desde antes de conocerte y simplemente aquella noche te reconoció, como te siguió reconociendo en mis sueños, como te reconoció en cuanto te volví a ver, en cuanto te volví a encontrar. No podría haberlo hecho jamás, si no están de acuerdo con esta situación, no me interesa verlos, pero si ellos de verdad están arrepentidos y amarán a mi hija como yo la amo, como ustedes la aman, entonces sí me gustaría volver a verlos.
Scott y Cristóbal se miran, Verónica tiene razón, ella ha luchado por su hija sin dejarse abatir por nada y no es justo que por la estúpida posición social, un hijo sea rechazado. Scott le extiende un vaso de agua a Verónica que lo toma con ansias.
―Gracias ―dice sin soltarse del todo de Cristóbal.
El hombre solo le sonríe, esa niña-mujer se ha convertido en parte importante de su vida, casi una hija, si lo fuera, él jamás la hubiese abandonado, al contrario, la hubiese protegido, seguramente, sonríe para sus pensamientos, hubiese buscado a quien la había lastimado solo para dejarlo medio muerto y que aprendiera a no abusar de las jóvenes vulnerables como ella. Sus
―Sé lo que estás pensando, Scott ―interrumpe Cristóbal sus divagaciones―, tal vez eso era lo que merecía.
Ambos hombres se miran sin rencor en sus miradas.
―No, las cosas no hubieran sido igual. Quizá todo esto debía suceder así para que ahora puedan estar juntos y felices.
―Tienes razón.
Cristóbal abraza a Verónica, él es un hombre afortunado, porque después de todo el daño que ha hecho, tiene a su lado a la más hermosa de las mujeres.
•••
El sonido del celular de Tomás, llama la atención de Rosario y Rodrigo que se vuelven a mirarlo.
―¿Qué pasa, Luis? ―pregunta el hombre molesto y se calla para escuchar la respuesta―. ¿¡Qué dices?! Atento, sabes lo que tienes que hacer.
Rosario y el niño ven guardar su móvil al hombre y mantener la cabeza gacha.
―¿Qué pasa?
―Vienen para acá. Son muchos.
―¿Qué vamos a hacer?
―Ustedes, nada. Se quedarán aquí a esperar, se mantendrán agachados, escuchen lo que escuchen, no salgan a mirar, no se asomen a las ventanas ni se levanten, ¿entendido?
Ambos asienten a un tiempo.
―¿Entendido, campeón? ―pregunta a Rodrigo, el niño asiente con los ojos muy abiertos―. Ahora tú estás a cargo de tu mamá, cuida que sea obediente y que no se ponga en riesgo, ¿ok? Tu papá seguro nos ayudará desde arriba a que salgan ilesos. Él querría que cuidaras de tu mamá.
―Sí, yo la voy a cuidar.
―Muy bien, campeón. ―Tomás le pasa la mano por la cabeza al niño, desordenando un poco su cabello.
Le regala una sonrisa forzada a Rosario y sale de allí a paso veloz. En el camino llama a Esteban para anunciarle que la vida de su cuñada está en peligro, no está seguro, pero casi puede asegurarlo, que es su culpa, no debió encontrarse en un lugar tan público con ella, pero ella apenas accedió a juntarse con él en ese lugar, mucho menos lo hubiese hecho en un lugar más privado.
―Hablé con Miguel hace un rato, tienen lista la avioneta en caso de necesidad y creo que esto lo amerita, necesitarás toda la ayuda posible y sabes que ellos son los mejores. Los envío de inmediato ―accede Esteban luego de saber lo que está ocurriendo en ese lugar.
―Gracias ―responde Tomás.
Tomás busca a Luis con la mirada, pero no lo encuentra. Maldice la hora en que Gus se fue, él era de los buenos, pero este es demasiado joven y desordenado, de él no está seguro, a pesar de haberlo entrenado él mismo, es su primera misión como líder y si no logra poner en acción todo lo que aprendió, entonces, no solo estará en riesgo él, sino todos a su alrededor. Aunque cuando llegó ya tenía experiencia, es demasiado joven para haber hecho tantas de las cosas que dice su hoja de vida.
Ve aparecer dos Van negras con los vidrios polarizados y las luces altas encendidas. Se esconde tras unos arbustos, necesita saber qué es lo que quieren y por qué. Si es que él tuvo la culpa o si, aún después de muerto, Rogelio sigue haciendo de las suyas.
Se sorprende al ver a un joven aparecer por el otro lado de la calle, parece un drogadicto, le parece extraño, ya que el lugar no se ve peligroso. Pero se sorprende más todavía cuando ve que es Luis, con los jeans rajados y a la altura de la cadera, la camiseta con la mitad dentro del pantalón y la otra fuera, un polerón abierto y la capucha tapando casi toda la cara y un cigarrillo de marihuana en la mano, camina como si se tratara de un joven reggetonero de los que tanto abundan. Lo reconoció porque lo miró a los ojos, de otro modo, jamás se hubiera enterado que era él.
―¡Hermano! ―grita a uno de los hombres de la Van―, tení una mone’a que me regalí, es que tengo hambre, hermano.
Algo responden los hombres de la camioneta y Luis se apoya en la puerta del copiloto.
―Hermano, una gambita (cien pesos), pa’ la micro, hermano, con el medio pe’azo de auto, ¿cómo no vai a tener una gambita que sea, sí?
Tomás sonríe ante la personificación del “flaite” de Luis.
Uno de los hombres saca unas monedas y las deja caer en las manos del joven.
―Gracias, hermano, que el de arriba se los pague sí... ―agradece con el típico sonsonete de los jóvenes.
Luis se echa las monedas en el bolsillo del pantalón y le da una fumada a su “p**o”. Sigue caminando con aire cansino y pasa de largo ante Tomás dándole una mirada de soslayo y guiñando un ojo.
Cuando da vuelta la esquina, uno de los hombres de la Van se baja y se acerca a la reja de la casa de Rosario. Tomás se pone nervioso. Toca el timbre un par de veces sin recibir respuesta.
―¿Están seguros que no salió? ―pregunta el hombre a los del auto.
―Tendría que haber salido en el rato que nos fuimos.
―¿Y no se han conseguido su nuevo número de teléfono?
―No, señor, el de la casa es privado y su celular es un prepago que compró no hace mucho.
―¿Por qué no entramos de una vez? ―dice otro saliendo del automóvil.
―Porque es muy peligroso, si ven que nos estamos metiendo, creerán que somos ladrones y llamarán a la policía y no queremos problemas con ellos.
―Eso debió pensarlo Marcos antes de meterse en líos.
―Pero ella no tiene la culpa.
―Es cierto, mucho menos el niño, aunque si no quiere cooperar... ―interviene un tercero que se baja y se acerca a ellos.
―¿Qué hacemos?
―Vamos a dejarle el mensaje, mañana a las diez de la mañana debe llevar los documentos a una cafetería, así se sentirá más segura que no le queremos hacer daño, porque si esos papeles llegan a manos equivocadas o incluso, si ella misma se entera de lo que significan... No sabemos lo que quería ese hombre de ella, tal vez era amigo de Rogelio, ¡vaya uno a saber!
Tomás ve que el primer hombre que se bajó del auto, escribe algo en un papel y lo deja en el antejardín de la casa, se suben rápidamente al vehículo y se van a toda prisa. El hombre queda desconcertado. Es muy extraño, si lo que ellos quieren es algo que el esposo de Rosario tenía, ¿por qué llegar de noche y de esa manera a buscarlo? ¿Por qué no lo hicieron antes o de alguna manera diferente?
Se desliza en silencio hasta la otra calle, necesita hablar con Luis.
―¿Qué pasó, jefe? ―pregunta Luis en cuanto se acerca.
―Eso quiero saber yo, ¿conociste a alguno de ellos?
―No, a ninguno.
―¿De verdad se habrán ido? ¿O será una trampa?
―Verificaré en los alrededores. Los chicos andan por ahí, le aviso.
Tomás se va al auto y llama a Esteban para contarle lo ocurrido. Sacará a Rosario de su casa en ese mismo instante. Echa a andar el vehículo y se estaciona frente a la casa. Saca la llave y abre. En eso está, cuando derrapa tras él una de las Van negras. Tomás se vuelve y mira hacia atrás.
―¿Dónde está la mujer?
―Se fue a la casa de su prima en el sur ―contesta con tranquilidad Tomás.
―Mientes, hoy mismo estaba en la ciudad. Contigo.
―Sí, es verdad, pero tuvo que viajar urgente, una tía de ella está hospitalizada grave y a punto de morir, viajó hace un rato, yo mismo la fui a dejar al terminal.
―¿Y qué hacías tú con ella?
―Soy un amigo, llegué hace poco a trabajar a la escuela de natación donde estudia su hijo y la conocí allí. ¿Por qué? ¿Algún problema?
―¿Estás seguro de lo que dices?
―¿Por qué mentiría? ¿Quiénes son ustedes?
―Somos amigos de su exesposo, porque te contó que era casada, ¿verdad?
―Viuda ―rectifica Tomás molesto.
―Viuda ―admite con una sonrisa el otro.
―Bien, entonces, será hora de que nos vamos, le dejamos una nota, cuando la veas o hables con ella, dale nuestro mensaje.
―¿Qué mensaje?
―Ahí está mi teléfono, que se contacte lo antes posible conmigo, de otro modo...
―De otro modo, ¿qué?
El hombre muestra sus dientes en una sonrisa forzada y diabólica.
―De otro modo ella sabrá de nosotros.
―¿Eso es una amenaza?
―Sí. Es una amenaza y si tú te interpones en nuestro camino, te aseguro que no te irá nada bien a ti tampoco ―habla el otro con voz firme.
―¿Quiénes son ustedes? ―pregunta atemorizado Tomás.
―Nadie que te importe, solo dale el mensaje, de otro modo, cuando vuelva, no encontrará casa donde volver.
Tomás se echa hacia atrás, no puede demostrar que no siente miedo, se supone que él es un simple profesor.
―¿Sabes cuándo vuelve?
―No sé, en uno o dos días más. Mañana voy a hablar con ella, se supone que llega allá como a las seis de la mañana, yo me voy a quedar aquí esta noche para cuidar su casa, como yo vivo en residencial... ―Tomás baja la mirada y mira inquieto el piso―. Yo no... Yo no sabía que ella tenía problemas... De haberlo sabido...
―De haberlo sabido, ¿qué?
―De haberlo sabido, no me hubiese acercado a ella ―responde nervioso mirando a la cara a su interlocutor.
―No te preocupes, no te pasará nada... mientras solo seas su amigo.
Tomás levanta una ceja.
―Después de esto, no quiero ni siquiera ser eso.
―Muy bien, hombre, así me gusta, cuida su casa, no vaya a ser que entren los ladrones o se queme algún artefacto eléctrico provocando un incendio...
Tomás vuelve a dar un paso atrás, asustado.
―No, hombre, no contigo dentro. Esperaremos a que ella regrese, una vez hecho eso y que ella nos entregue los documentos que queremos recuperar, ella quedará libre. Pero no para estar con ningún hombre. Su esposo es muy celoso.
―Era ―corrige Tomás.
―Era, sí, tienes razón. Era. Pero de todos modos, nada impedirá que sus celos lo traigan hasta aquí del otro mundo si es necesario.
Tomás baja la vista, el esposo de Rosario no está muerto, eso lo da firmado, ¿por qué se hizo pasar por muerto? ¿Por qué abandonó a su esposa e hijo a su suerte y ahora los amenaza de muerte? Algo no anda bien. Tal vez ahora que Rogelio falleció, él puede “volver a la vida” como Nicole. Tal vez lo hizo para protegerlos. Y si era así... ¿Rosario se quedaría con él?