Por enésima vez, Esteban recorre la misma silenciosa y solitaria calle Siegmundshof hasta llegar al puente de La Spree, no es una calle que tenga algo que ver con las conocidas calles de Santiago, al contrario, son diametralmente opuestas. Es que quiere olvidar. Pero no es así. Deslizarse por allí, le hace sentir nostalgia, siente viva la imagen de Nicole en su mente. Es como una marca al rojo vivo que tiene en el centro del pecho y que duele. Duele. Duele. Demasiado. Cree que en cualquier momento, el dolor lo va a matar. Y lo preferiría. Morir de una vez y que el dolor se termine. Pero no. No muere. No lo mata. Esa herida, que se abre cada día más, desangrándolo, no es capaz de acabar con su vida. Se apoya en la baranda del puente. Se siente derrotado. Total y absolutamente agotado y si