Tentaciones, peligros y más (2da.Parte)

1710 Words
El mismo día En las cercanías de San Petersburgo, Rusia Radu Detesto ser encasillado por mi descendencia, menos ser la sombra de mi hermano, sobre todo siempre fue esencial ser reconocido por quien soy, no admitía ser comparado ni con mi padre, ni con Tepes, ellos habían ganado una fama de traidores, de crueles y sanguinarios, ante todo nunca me sentí un rumano. Es cierto que fue difícil crecer entre los muros de la fortaleza de Egrigoz, en un ambiente que desconocía desde sus costumbres, hasta su lengua, porque pagué el precio de la “lealtad de Rumania al imperio otomano”. Entonces me considero más un turco, porque ellos me enseñaron lógica, el Corán, su idioma. También me adiestraron en las artes de la guerra y a montar a caballo. Esa es la razón de seguir perteneciendo a la corte otomana, además de vivir rodeado de lujos y comodidades, no necesito desatar guerras innecesarias por defender un trono, me basta servir al sultán como un diplomático a su servicio, aunque otros consideren que me conformé con ser un príncipe rumano exiliado de sus tierras. Yo corregiría diciendo que actuó con sensatez, con frialdad y siendo pragmático para vivir en paz, ¿Por qué caer el juego absurdo de la avaricia? ¿Por qué ensuciarme las manos con sangre? No lo necesito, ni me interesa, no significa que estoy exento a las batallas. He tenido que participar en algunas cruzadas en nombre del imperio otomano, inclusive en misiones diplomáticas para frenar las revueltas en sus territorios, aunque al sultán Mehmet siempre le gustaba jugar de una manera retorcida conmigo, tal vez recordando los desafíos de nuestra infancia y lo volvió hacer en medio de una celebración. Escuché su pequeño discurso mientras estábamos en el gran salón en el palacio de Topkapi, en Estambul. –Radu la ira de los romanos no tiene límites por mi triunfo ante Constantino. Están dolidos y siguen preguntándose, ¿Cómo es posible que ese muchacho otomano nos haya vencido? ¿Por qué lo subestimamos? Entonces buscarán darme una lección– la voz intrigante del Sultán retumbo en el gran salón como un eco que azotaba mi curiosidad. Camina con su pose formal, erguido y escondiendo en sus ojos sus verdaderas intenciones, le regale una sonrisa forzada ante sus palabras. Conocía todos los trucos y las artimañas de Mehmet para manipularme, le gustaba el misterio como una antesala a un pedido u orden descabellada. Sus palabras siempre tenían dobles intensiones y tenía dos opciones: guardar silencio esperando que termine de revelar su verdadero propósito o adelantarte y emboscarlo en su propio juego. –A ti no te importa la ira de romanos, ni de lo que piense el mismísimo papá por haberles arrebatado Constantinopla, porque sabes que ahora gobiernas el mundo, sino que quieres arrinconar a tus enemigos, dejarlos indefensos, gritarles en sus caras no son dignos adversarios para ti, la pregunta que asoma es otra: ¿Cómo lo planeas hacer? ¿Qué otra cruzada emprenderemos? –declaré con mi voz firme y soltó una mueca por haber sido desenmascarado. –En realidad las amenazas de los romanos no me inquietan, pero no puedo olvidar que existe un detalle que pocos conocen, o mejor dicho la existencia de otro príncipe otomano. Mi tío Orhan puede intentar derrocarme con la ayuda de sus nuevos amigos, pero puedes cambiar la situación a mi favor– reveló Mehmet con su voz inquieta y lo miré con mi rostro pensativo. –Te sientes amenazado por la liberación de tu tío Orhan, pero los romanos no lo enviarán con su ejército para derrocarte, no llegarían ni al Bósforo y lo saben, perderían miles de vida antes de pisar Estambul– respondí con mi voz áspera y el sultán caminó unos pasos en mi dirección clavándome su mirada asesina. –No me siento amenazado, pero sería un ingenuo sino ignorará la posición de los romanos, es tu deber conseguir el apoyo de los rusos, del Zar Oleg, y exigirle la cabeza de Orhan– explicó con su voz llena de malestar y sus palabras me dejaron confundido, de inmediato asomó mi rostro de desconcierto. –¡Los rusos! No entiendo nada, explíqueme sultán– exclamé con mi voz de reclamo y presioné para conocer los detalles. La información del sultán no saciaba mi curiosidad, más bien me había dejado lleno de dudas y sin entender como los rusos estaban implicados con el príncipe Orhan. –Príncipe Radu le aclarare sus dudas. Mis espías en el senado romano me informaron hace un tiempo que buscaban deshacerse del príncipe Orhan o más bien venderlo al mejor postor, con ciertas cláusulas en la negociación. Desconozco los términos de ese pacto, pero el Zar Oleg era la opción más viable. Por lo tanto, es tu deber emprender una misión diplomática a tierras rusas y ubicar al traidor de mi tío para ejecutarlo– sentenció con su voz amargada y demandante. Mehmet no me enviaba a una misión diplomática, sino a una negociación difícil y lo peor en terrenos hostiles donde mi vida estaría pendiendo de un hilo al menor error, pero no podía negarme, sino obtendría la decapitación por mi supuesta traición. Además, para sumarle era menos riesgoso que secundar a mi hermano Tepes en su plan absurdo de cobrar venganza contra los traidores que usurpaban terrenos rumanos. Al final, emprendí un viaje a San Petersburgo acompañado de una pequeña comitiva de visires otomanos hospedándome en el ostentoso palacio del Zar Oleg. Un lugar muy diferente a Topkapi, comenzando con sus amplios y bellos jardines, una entrada llena de opulencia con sus escalinatas adornadas con estatuas de oro, cataratas y miles de fuentes de agua, salones extravagantes desbordando opulencia, con pinturas de sus antecesores en sus pasillos y sus aposentos eran igual o más deslumbrantes, como si quisieran estar a la altura de los mismos palacios europeos, como el de Versalles. Sin embargo, es lo único que obtuve del gobernante ruso, pues aun sigo esperando que me conceda una audiencia, entonces cansado de estar encerrado en mis aposentos decidí irme de cacería o más bien conocer estos territorios. Aunque debo admitir que nunca espere cruzarme con una bella doncella en pleno bosque. La muchacha tiene una belleza atrapante, un carácter fuerte y rebelde pese a su juventud. Sus ojos grises te hechizan de una manera absurda, sus labios color carmín te invitan a besarlos, su cálida voz que te envuelve de manera especial, su cabello castaño enmarca su bello rostro, su piel del color de la porcelana es el completo de su figura, y estoy a su merced. Al punto que fue una tortura sentir su proximidad, su delicado perfume, el roce de su piel mientras escapábamos a todo galope por el bosque del ataque del oso, porque desato mis más oscuros deseos y sigo en una lucha interna por comportarme como un caballero. La verdad es que la lluvia, el rastro de varios osos en los alrededores nos condujo a una vieja cabaña para resguardarnos, entonces es casi imposible calmar mis demonios, al contrario, se han disparado admirándola con sus ropas mojadas, su cabello y rostro humedecido, convirtiéndose en una tentación irresistible a la que intento no sucumbir. Mi voz, impulsada por un instante de imprudencia, sugiere algo que no debería haber dicho en voz alta. La sorpresa en sus ojos alude a la magnitud del error. Su silencio me inquieta pues cada silaba dicha puede malinterpretarse y pronto sentiré el castigo de su mano en mi rostro por no saber comportarme, pero antes de seguir con mis especulaciones escucho su voz en el ambiente. –No es apropiado lo que sugieres, no puedo quitarme la ropa mojada, ni siquiera debería estar a solas contigo. Soy una dama, no una cortesana– exclama con su voz indignada, y sonrió como tonto mientras anulo la distancia entre nosotros. –Lo sé, eres una dama, tal vez con algún título noble, pero si te hable de quitarte la ropa es porque me preocupa tu salud. No quiero tener sobre mis hombros semejante responsabilidad– digo con sinceridad prendido en el gris de sus ojos y corro un mechón de su cabello. Mi corazón late con la fuerza de miles de corceles, mi boca se reseca y más fuerte la necesidad de ser cautivo de sus labios. Trago saliva sin abandonar sus ojos y vuelvo a dejar escapar mi voz. –¿Quién eres? ¿Una princesa? ¿Parte de la corte rusa? O para mí desgracia, ¿un espejismo provocado por las criaturas mágicas que habitan en el bosque? –declaro en un susurro a la distancia de un suspiro de su boca y muerde sus labios nerviosa avivando el fuego de mi cuerpo. –La magia no existe, ni las leyendas de criaturas en el bosque, lo que si es real son los ladrones y los truhanes. Ellos aprovechan cualquier situación para atrapar a su presa y no escatiman ningún esfuerzo para disfrazar sus intenciones, como lo has sugerido con tu propuesta de quitarme la ropa– responde tajante con una pose agresiva y tenso mi rostro por sus agravios. Porque sus palabras me hieren, pero respondo con amargura. –Así que está es tu opinión sobre mí. Gracias por explicarla a fondo, pero deberías ver más allá de tus narices, no dejarte llevar por tus prejuicios, sobre todo mirar lo evidente– bramo, sintiendo la furia acumulada, y ella me fulmina con la mirada. ¡Maldición! ¿Cómo es posible que estemos discutiendo? ¿Por qué no cerré mi boca cuando pude? Más bien arruine las cosas con ella. Aparto mi mirada un segundo buscando las palabras correctas para disculparme, aprieto mis puños y vuelvo a mirarla con una rabia contenida. –Lo lamento, perdí la compostura. Encenderé la chimenea y después te dejaré sola para que te cambies, no te preocupes por mí. ¡Permiso! –me disculpo, hago una pequeña reverencia con mi cabeza y me giro en dirección a la puerta con mis pies más pesados en cada paso. –Espera otomano, ¿Dónde te refugiaras de los osos, de la lluvia? –me detiene con su voz y miro sobre mi hombro sin saber cómo responderle, sumiéndome en mis pensamientos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD